miércoles

Capítulo VII. Una historia sin contar. Primera misión.



Me sentía cansado, apaleado, humillado y con dolor en todas mis articulaciones. Las últimas dos semanas eran, por mucho, las peores que había tenido en muchos años, sin tomar en cuenta los días en los que Dabog comenzó a perseguirme. El entrenamiento al que nos tenían sometidos a los tres era bastante duro. El día comenzaba a las seis de la mañana, para correr ocho kilómetros alrededor de las grutas. Regresábamos a tomar una ducha de agua fría para fortalecer el cuerpo y terminar esa primera parte con un desayuno que consistía en frutas, cereales y, si el cocinero estaba de buen humor, podíamos a aspirar a unos huevos con tocino. Después nos dirigíamos al área de armas donde nos explicaban cómo utilizarlas, cargarlas, limpiarlas y en el que podría decir que no me sentía tan inútil después del tiroteo de la ciudad. Antes de la comida, teníamos sesiones de lucha cuerpo a cuerpo, donde invariablemente, me convertía en la bolsa de golpeo de casi todos de los del equipo, a excepción de Claudia, que había demostrado habilidades extraordinarias en rastreo satelital, y se la pasaba en la sala de operaciones aprendiendo sobre el uso de todos los equipos electrónicos para ese fin.  Por las tardes, nos explicaban como se distribuían los “Fuertes”, que era así a como llamaban a los lugares como en el que estábamos y eran las bases operacionales en cada país. De acuerdo a Ron, era indispensable tener conocimiento de cada uno de ellos porque serían nuestros contactos en cada país que atravesáramos.

Mientras me lamentaba en silencio de mi situación actual, sentado en un sillón del área de recreación de la base, observaba a la gente de mi equipo. Ángel, el inspector de policía que se unió a nosotros después de los asesinatos de Luis y personal de un banco de la ciudad, tenía en sus manos una magnum de 9 mm y discutía con Klemen sobre las ventajas y desventajas de la pistola. Por tener formación policíaca, en las prácticas de tiro y lucha cuerpo a cuerpo, no se le dificultó tener acceso, de forma relativamente rápida, a la confianza y el respeto de los demás. Klemen, de origen serbio y de unos 30 años de edad, era un francotirador infalible. Aprendió su oficio por parte de su padre cuando salían de caza en las montañas de su país. Era un tipo de 1.80 de altura, fornido, cabello castaño claro y  por lo general, su cara no solía mostrar ningún sentimiento. Era el segundo de cinco hermanos y fue el único sobreviviente en la mascare de su pueblo debido a un ataque por la gente de Dabog al rehusarse a unirse a sus filas. A un lado de ellos Courtney, llamada Shortney, o simplemente Short, debido a su altura, jugaba una partida de ajedrez con Pedro, el médico del equipo. Shortney, de 21 años, lucía un cabello rojo brillante que contrastaba con el verde de sus ojos. Era de natural alegre y siempre mostraba una gran sonrisa que le iluminaba el rostro. Desde joven había practicado ballet y acrobacia área en un poblado de Texas. Las familias que se negaron a unirse al demonio fueron perseguidas por sus secuaces y muchas de ellas fueron masacradas. La familia de ella logró huir pero su hermana mayor no corrió esa suerte al ser alcanzada por una bala por la espalda. Pedro, de 40 años, era un español de carácter impulsivo y médico de profesión. Se unió a la lucha después de que el hospital donde trabajaba fuera arrasado. Patrick, el genio en tecnología, era un joven de 29 años y no tan atlético como el resto, había sido el catedrático de ciencias más joven de la Universidad de Londres. Su barrio corrió la misma suerte que el poblado de Klemen. Usaba gafas de fondo de botella y  siempre parecía feliz cada vez que se encerraba en su laboratorio cibernético. Al fondo de la sala se encontraban Nicolai y Vera jugando un partido de ping pong. Nicolai, el ruso, militar de carrera, de 47 años de edad, actuó como espía del movimiento anti-demonio desde la oficina de Estrategia Militar Rusa, interfiriendo para evitar masacres en las poblaciones de su país, sin embargo, cuando fue descubierto huyó para el Fuerte de Estados Unidos. Vera, portuguesa de 33 años y bastante bonita, era una espía que se movía en los círculos sociales más altos de la sociedad. Mientras realizaba ese trabajo, fue de gran utilidad dando mucha información sobre políticos que eran cercanos al círculo de Dabog. Su padre fue un geólogo muy renombrado en Portugal y le enseñó todos los secretos sobre cómo utilizar explosivos sin causar daños colaterales. Fueron traicionados por su ex novio, que era un tipo bastante celoso, que al darse cuenta de su actividad habló con la policía. Antes de huir se encargó que nunca volviera a denunciar al grupo. Por último Jure, un muchacho de 25 años de edad, taciturno, jugaba con su cuchillo de doble filo apartado del resto del equipo. Él era arqueólogo en su país. Disfrutaba de las largas caminatas por las montañas y recorrió todo Eslovenia en busca de civilizaciones antiguas. Un día, encontró una cueva en los Alpes Julianos con un signo que ya conocía por el medallón, el triángulo encerrado en un círculo y alrededor de aquel lugar unos cuerpos sin corazón. Se enteró de la historia que me fue contada por Carmen (ver cap. IV) en el pueblo de sus antepasados. Al indagar más, se encontró con un descendiente de Jaroslav llamado Jaroslav El Joven, que era jefe de la resistencia en Elovenia, lo convenció de que se uniera a la lucha y ahora formaba parte de mi equipo.

Una voz a mis espaldas hizo que regresara de mis pensamientos. Era Carmen enfundada en uniforme militar y me dirigía una sonrisa.

-          ¿Qué haces aquí apartado del resto del grupo? – me preguntó de una forma casual y sin dar muestras de darse cuenta de mi estado de ánimo.

-          Bueno, al parecer sigo sin poder encajar en el grupo que me han sido asignado. Es verdad que estamos metidos en el mismo problema pero, para ellos, soy una carga  sin especiales habilidades para la lucha y que fungirán como niñeras en los días siguientes – dije con desaliento y sin levantar la vista del suelo.

Carmen guardó silencio unos momentos como sopesando las palabras que le había dirigido. Yo no me atrevía a levantar la vista, no por pena, sino porque odiaría descubrir la compasión pintada en su rostro. Yo no quería estar aquí, yo no quería ser el portador del único medio para deshacerse de aquél demonio, pero si tenía que hacerlo, a pesar de mis sentimientos encontrados, lo haría pero tampoco estaba dispuesto a que me mostraran compasión por no ser lo que ellos habían esperado de mí. Daría mi mejor esfuerzo en ello aun si eso representaba la vida misma.

-          No te preocupes por ellos. Darán su vida por ti si es necesario pero por otro lado, debes comprender que las expectativas creadas hacía el portador del medallón eran altas.

-          ¿Eran? – respondí con asombro y con enojo. - ¿Con eso quieres decir que no valgo mucho después de conocerme?

Carmen sonrió al oírme decir aquello, cosa que me molestó mucho más de lo que hubiera querido, y casi estuve a punto de decirle que se quedaran con el medallón y todo su miserable equipo cuando su voz volvió a escucharse impidiendo que saliera todo un torrente de improperios de mi boca.

-          Es sabido por las leyendas antiguas, que el portador, quienquiera que fuera éste, tendría que ser capaz de enfrentarse a Dabog, cosa que hizo suponer a todos, que sería un hombre o mujer con excepcionales capacidades físicas y versado en el arte de la lucha. No te sorprenda entonces que se sintieran un tanto desilusionados cuando te conocieron. Pero habemos algunos que no pensamos igual. Creemos que la verdadera fuerza del que lo vencerá, no residirá tanto en su fortaleza física sino en su inteligencia y cualidades interiores. El demonio es un ser sumamente inteligente y en una lucha cuerpo a cuerpo es invencible, así que deja de preocuparte tanto por lo que piensen de ti y ponte a estudiar al enemigo para hacerte una idea a quién te enfrentas.

Las palabras de Carmen hicieron que el enojo desapareciera por completo y viera las cosas desde una perspectiva diferente. Estaba claro que la forma de ganarle a Dabog no era enfrentarse físicamente a él, sino por el contrario, atraerle a aquella cueva para volver a ser encerrado con el menor número de bajas.

Pasaron los días de la misma forma que los anteriores, entre golpizas y aprendizaje de uso de equipos, pero ahora, en los ratos libres me dediqué a investigar más al enemigo. No quedé muy sorprendido al no encontrar gran cosa en las redes informáticas, estaba claro que el demonio tenía un gran equipo que se dedicaba a ocultar la información aunado a que tenía amigos poderosos en los gobiernos de los países. Uno de mis intereses principales, era enterarme cómo funcionaba el medallón para que, llegado el momento, supiera qué hacer pero al parecer, en la base en la que me encontraba, nadie sabía algo al respecto.

A la quinta semana de estar enterrados en la base militar, Ron reunió al equipo para darnos un comunicado. Para mí, y para el resto del equipo, supuso un cambio de la rutina diaria de actividades. En mi interior, deseaba salir de ahí, me sentía atrapado cuál sardina enlatada y tener algo de acción pero el entrenamiento era necesario si quería tener alguna posibilidad de sobrevivir. Nos sentamos alrededor de la mesa de conferencias con Ron al frente. El silencio inundaba la sala y solo se escuchaba la respiración del equipo en espera de lo que tenía que comunicarnos el jefe de la base.

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Esperábamos en una choza vieja de un poblado llamado La Presa, Texas. Afuera, el agua caía a raudales y casi daba igual estar a la intemperie que dentro de esta habitación. Ron nos había explicado que nuestra tarea era encontrar a un tipo llamado Jack que nos proporcionaría documentos falsos e instrucciones para continuar el viaje dentro de la zona estadounidense.

-          ¿Hace cuánto que se fue Short? – preguntó Nicolai, el jefe del grupo.

-          Aproximadamente dos horas comandante- contestó Claudia sin levantar la vista de su tableta electrónica.

-          ¿Has configurado el GPS con los mapas de la zona? – volvió a preguntar Nicolai a Claudia que se había convertido en la líder de comunicaciones del grupo junto con Patrick.

-          No todavía. Tener acceso a las redes o satélites desde esta zona no es nada fácil. Todas están bloqueadas y necesitamos penetrar sus firewalls sin ser detectados, como sabes, la zona fronteriza está dominada por la gente de Dabog- respondió Claudia sin perder la concentración de lo que estaba haciendo.

-          ¿Patrick? – ahora Nicolai se dirigió al genio de la tecnología

-          Estoy en ello comandante-. El delgado inglés estaba detrás de una mini laptop conectada online con la tableta de Claudia. -Solo necesito un poco más de tiempo antes de lograrlo.

A Nicolai se le podía notar nervioso, hacía dos horas que la rastreadora del grupo, Shortney,  se había ido a reconocer el terreno y localizar a Jack pero seguía sin dar muestras de vida. Los demás del grupo nos encontrábamos sentados en húmedo piso sin hacer gran cosa más que esperar. Después de 30 minutos, Claudia y Patrick habían logrado romper los sistemas de seguridad de los ordenadores y localizados rutas de escape pero la pequeña del grupo, Shortney rondaría los 1.50 m de altura, no daba señales de vida.

-          Comandante – dije con voz no tan alta-, permítame ir a buscarla.

-          Estás loco. Eres el único del grupo al que no podemos arriesgar, sin tomar en cuenta claro… tus habilidades físicas-. Nicolai logró sacar unas sonrisas al resto del grupo exceptuando al inspector.

-          Mire comandante – sin dejarme arredrar por su tono de burla-, no podemos continuar si no tenemos esos documentos, de hecho, sin esos documentos tendríamos que regresar al cuartel de donde partimos. De todos los aquí reunidos, que tiene una habilidad que ninguno de ustedes tiene: mis super sentidos. Puedo ver, escuchar y oler desde lejos y con una claridad que nos ayudarían en este momento.

-          Mira, sé que puedes hacerlo, pero puede ir cualquier otro del equipo – contestó todavía con un deje de burla en su voz pero su mirada se había puesto más seria.

-          Con esta lluvia torrencial y los truenos que se escuchan serían incapaces de ver o escuchar algo. Estoy dispuesto a ir ahora mismo a buscarla… e iré- puntualicé esa última palabra con gran firmeza.

-          Yo soy el jefe de esta misión así que …

-          No estoy intentando mermar su autoridad comandante – corté la frase de Nicolai -, solo le pido que lo considere, no tenemos muchas opciones.

El comandante se me quedó mirando por unos segundos reflexionando sobre lo que le había dicho. El silencio entre los demás se acentuó esperando la respuesta de Nicolai y para mis adentros pensé que ninguno se anotaría voluntariamente a la misión.

-          Muy bien, irás, pero con una condición, no te arriesgarás a ir a solo. Llévate a Vera, la experta en explosivos y la más capaz en la lucha si ésta llegara a presentarse.

Escuché un bufido detrás de mí pero no me importó, había ganado un tanto a Nicolai y eso fue un tanto a mi moral ya bastante decaída. Claudia nos dio un mapa con coordenadas del lugar envuelto en un material transparente para evitar que se mojara. Afuera, el clima estaba de los mil demonios, el viento azotaba nuestras caras y las gotas de agua eran como pequeños alfilerazos en la piel. Estábamos a un kilómetro de distancia de la choza y a unos 100 metros de un restaurant para camioneros a un lado de la Mangana Hein Road.  Nos ocultaban unos matorrales del desierto además de la gruesa lluvia que caía
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-          Muy bien Portador – escuché la voz de Vera a mi lado, dándome el mote con el que me habían bautizado, con un tono de voz que no dejaba ninguna duda el enojo que le causaba estar conmigo en la búsqueda de Shortney - ¿cuál es el plan?

Sin contestarle todavía, estudiaba el lugar en el que hacía casi tres horas Shortney había desaparecido. Al lado izquierdo del restaurant se encontraban los tracto camiones estacionados. Un poco más a la izquierda, una casa vieja de una planta de donde no se percibía ninguna luz. Del lado derecho del establecimiento, se hallaba un edificio que debía ser la bodega donde se realizaría el contacto. La bodega colindaba con el descampado donde su frontera estaba marcada por una hilera larga de árboles. El restaurant se veía iluminado y bastante animado pero en el exterior no se veía ninguna persona. Lo más lógico era que Shortney revisara la parte externa de la bodega así que con una seña le pedí a Vera que me siguiera. Cruzamos la carretera a paso rápido dirigiéndonos hacia el descampado que se hallaba a un costado de la bodega. Nos ocultamos detrás de uno de los árboles y esperamos.

-          ¿Ves algo? – me dijo en un susurro Vera, ahora tensa, con sus sentidos en alerta y aunque vestía los lentes especiales para uso nocturno no tenían el alcance de mi vista.

-          Nada… todavía. Se supone que este es el lugar donde Jack nos daría los documentos pero no distingo ningún movimiento.

-          ¿Crees que Shortney se adentró en la bodega?

-          Es posible, pero antes de dar un paso caminaré unos doscientos metros más hacia… -l me detuve de pronto y levanté la cara como si estuviera oteando el aire.

-          ¿Qué pasa? ¿Ves algo? – preguntó Vera.

-          Espera… oigo voces – y concentrándome escuché voces de hombres dirigiéndose a alguien.

-          Así que ¿a qué hora era el encuentro de la reunión?” – era un voz masculina que denotaba impaciencia y soltando un golpe oí un gemido. No supe distinguir si era el gemido de una mujer o de un hombre pero en cualquier caso sería Jack o nuestra compañera. – “Dinos donde se encuentran y te dejaremos libre. Tú no nos importas gran cosa pero ellos tienen algo que nosotros queremos” – otro golpe y un gemido más.

Con un gesto de la mano le señalé a Vera que nos dirigiríamos a la parte posterior de la construcción. Dimos un rodeo ocultándonos detrás de los árboles. Mi sorpresa fue grande cuando vimos algunos automóviles parados ahí, con unas diez personas alrededor, todas armadas hasta los dientes. Los matones estaban escondidos para cuando nosotros llegáramos con el contacto. Vera me tocó el hombro y por medio de señas me dio a entender que esperara ahí, ella colocaría explosivos alrededor de la zona para cubrir nuestra retirada en caso de necesidad. No solo era muy bonita sino también bastante valiente esta mujer. Los hombres que estaban enfrente de mí me dieron lástima solo de pensar lo que les pasaría cuando se encontraran con ella de frente. Mientras Vera se retiraba, me puse a analizar el edificio. Era de dos plantas, hecho de lámina y sin ninguna ventana, probablemente tenía tragaluces en el techo para permitir la filtración de luz. La entrada se hallaba por un costado del edificio, y como era de esperarse, no había nadie cuidando esa zona. Las esquinas del edificio, contaban con tuberías que funcionaban para la caída el agua. Mientras seguía con el escrutinio de la bodega, vi sorprendido una sombra en lo alto de ella. Era imposible verla si no se tenían mis super sentidos pero ahí estaba, era indudable, era la figura de Shortney. Me preguntaba por dónde subió al techo pero, por los comentarios acerca de ella, era excepcionalmente habilidosa para esconderse y escabullirse. Una mano se posó en mi hombro, di la vuelta con rapidez pero una mano se posó en mi boca – ssshh soy yo-. Respiré con alivio al ver a Vera y le señalé el techo del edificio pero al notar que no veía nada le dije –Shortney-. En su rostro se reflejó el alivio y sonrió. La tomé del brazo y me la llevé a unos cien metros del lugar para poder planear el ataque. No teníamos tiempo para esperar al resto del equipo porque podrían matar a Jack y con ello, nosotros nos quedaríamos sin las instrucciones ni documentos falsos.

-          ¿Pusiste los explosivos? – pregunté a Vera en cuanto estuvimos lo suficientemente alejados para evitar ser oídos.

-          Sí. Están situados para provocar un infierno en cuanto sean activados – A continuación me explicó en dónde los había colocado con lo que nos dejaba como ruta de escape el descampado.

-          ¿Cuántas bengalas a control remoto tenemos a la mano?

-          Cuatro – respondió ella sin contratiempos.

-          Muy bien – dije sonriendo -. Este es el plan.

Los matones del demonio tenían ya cuatro horas bajo la lluvia y, por los comentarios que alcanzaba a escuchar estaban calados hasta los huesos y hartos de la espera. En el interior de la bodega todavía escuchaba ruidos, por lo que deduje que Jack seguía con vida. Shortney seguía en el techo sin poder bajar, y la compadecía bastante porque seguramente estaría en la misma situación que los secuaces. Cuando Vera se colocó a mi lado, pulsé el botón que dispararía las luces de bengala y en cuestión se segundos se escucharon cuatro silbidos terminando en explosiones rojas en el cielo. Seis guardias corrieron en distintas direcciones a los puntos de donde surgieron las explosiones. Cuando llegaron a los puntos exactos cuatro detonaciones surgieron de la nada haciéndolos pedazos. Pobres diablos, nunca se enterarían qué los mató.  Vera colocó las bengalas justo donde había colocado varios de sus explosivos. Gritos estallaron dentro del almacén y los cuatro pistoleros restantes corrieron para auxiliar al que al parecer era el jefe. Pero antes de que pudieran llegar a la puerta, los miserables habían caído bajo el fuego de nuestras armas. Vera y yo corrimos hacia la entrada de la bodega  y, siguiendo las técnicas que me habían enseñado, no entramos imprudentemente sino que esperamos agazapados en la puerta. Agudicé mi oído y pude contar siete respiraciones dentro, uno de ellos tenía que ser Jack, así que eso  hacía otros seis por vencer. Se lo hice saber a Vera con las manos, y me pareció ver una pequeña sonrisa en su cara, pero fue tan fugaz que me hizo pensar que fue mi imaginación. Me asomé ligeramente al interior detectando unos contenedores de acero lo suficiente cercanos para poder guarecernos de las balas de nuestros enemigos. Se los señalé a mi compañera que asintió con ligero movimiento de cabeza y nos preparamos para correr a la cuenta de tres. Hice la cuenta moviendo la cabeza y en cuanto di la tercera cabezada salimos disparados hacia los contenedores. Los disparos no se hicieron esperar, y solo escuchaba como rebotaban en el piso y en las láminas de las paredes pero yo no me detuve a averiguar en dónde pegaban ni qué daño estaban ocasionando. Al llegar al punto previsto, Vera ya me estaba esperando con una sonrisa.

-          ¿Asustado novato? – me preguntó ella sin el tono de burla que utilizaba normalmente conmigo sino más bien divertido.

-          Hasta los huesos – respondí yo con sinceridad.- ¡Pensé que me asarían a balazos en esta primera entrada!

-          ¿Puedes ver dónde se encuentran?

-          ¿Tus lentes ya no funcionan o quieres deshacerte de mí en cuanto asome la cabeza? – pregunté yo con el mismo tono de guasa que ella me dirigió primero.

-          Tú eres el hipersensible aquí, así que ponte a trabajar o te pondré a limpiarme las armas durante un mes novato – contestó ahora ya en el mismo tono.

Me arrastré hasta llegar al extremo del contenedor y enfoqué mis sentidos de la vista y el oído al máximo. Ahora que tenía la adrenalina encima, parecían funcionar mejor que cuando solo los utilizaba en “normal mode”, usando el modismo que Claudia utilizaba conmigo. Extraño, ahora solo escuchaba seis respiraciones ¿habrán matado a Jack? No lo sabía  a ciencia cierta, solo me quedó la esperanza de que no lo hubieran matado.

-          ¿Así que ahora vienen por su amigo? – se escuchó una potente voz detrás de los contenedores. – Él está aquí a mi lado, así que si se entregan y me dicen dónde está el medallón lo dejaremos ir libre.

Respiré con alivio sabiendo que Jack seguía vivo pero ¿entonces qué pasó con la otra respiración? ¿Por qué no la escuchaba?

-          ¡Ni hablar! – gritó Vera detrás de mí-. ¡Antes muertos que darte la llave para mantener a tu dueño dentro de este mundo!.

Tomé nota mental del carácter de Vera y prometí no hacerla enojar conmigo, para evitar escuchar esa voz determinada y cortante como el acero cuando se dirigió a la voz desconocida.

-          ¿Así que lo prefieren muerto eh? ¡Pues  veremos si es verdad!

Escuché el click del arma y grité:

-          ¡Espera! ¡No lo mates todavía! – le hice señas a Vera que por detrás de nosotros se acercaba alguien y en ese instante vi ráfagas de fuego saliendo de su semiautomática. Uno más había caído. - ¡No mandes a tus pistoleros todavía! ¡Hablemos por un momento!- Ahora escuchaba seis respiraciones del otro lado ¿seis? Debían ser cinco ¿Cómo seis otra vez?

Vera me lanzó una mirada interrogante pero la calmé con mi mano.

-          ¡Veo que ahora quieren negociar! ¡Denme al tipo del medallón y los dejaré libres!
Punto a nuestro favor, él no sabía que yo era ese tipo y que no seríamos tan tontos como para arriesgarlo en una misión como ésta. Afuera se escuchaba un griterío de gente provocado por las explosiones pero nadie se acercaba debido al fuego que nos cercaba. Cinco respiraciones. ¿Qué está pasando?

-          ¡Yo no quiero morir por un tipo como ése! – grité con fuerza y fingiendo desesperación- ¡A mí me obligaron a meterme en esto pero sé que no estoy del lado del vencedor sino del vencido! – Miré a Vera para tranquilizarla pero parecía que ahora ella entendía un poco el juego que estaba jugando.

-          ¡Maldito! – gritó a su vez y me pregunté si en realidad lo había entendido.

-          ¡Únete a nosotros y tendrás tu recompensa amigo! ¡Dabog es generoso con aquellos que se le unen por propia voluntad! – gritó el hombre.

Cuatro respiraciones. Había que seguir el juego. Con un gesto de mi mano le indiqué a Vera que rodeara por donde había matado al anterior. Ella se movió sigilosamente y yo disparé para simular su movimiento.

-          ¡No huyas! ¡Aunque quieras no podrás salir de aquí! – grité con furor y disparando al lugar donde anteriormente se encontraba ella.

-          ¡Maldito perro! ¡Aunque yo muera no te saldrás con la tuya! ¡Y yo que confiaba en ti! – sí claro pensé con ironía, hasta hace unas tres horas no parecía eso.

Tres respiraciones. Quedaba solo él .

-           ¡Estás rodeado amigo! ¡Tanta palabrería te ha vuelto arrogante pero ahora no tienes salida! ¡Entrégate tú  o morirás igual que tus amigos! – me dirigí a él intentando parecer rudo y con voz potente.

Silencio. Seguían las tres respiraciones pero me imaginaba su cara de incredulidad al escuchar lo que había dicho. Sonó un click en ese momento y una detonación. Salí corriendo de mi escondite gritando un ¡NO! Pero me detuve al instante al ver con sorpresa la cara de alegría de Shortney y a su lado con vida a Jack.


-          Bienvenido novato – fue su saludo dándome la mano.