jueves

Recuerdos

Hace tiempo que traía en la cabeza el escribir de nuevo en este espacio que inició  hace ya muchos años y que he dejado también por otros tantos. Una excusa, que en realidad es verdad, es que tengo muchos y tan variados temas que no me decido por cuál empezar o por qué línea seguir este blog. Temas tales como ciencia, humanidades, la vida ordinaria o historias fantásticas que pugnan por salir de mi cabeza. Por otro lado, la falta de tiempo hace mella también en esta actividad que lo requiere y que te absorbe como una esponja se bebe el agua que se encuentra y es incapaz de dejarla a ir a menos que la exprimas. He de decir que no es queja, y ni mucho menos tengo la inteción de cortarme las venas ante esta realidad que se me impone como un hecho ineludible. Pretendo, y eso es lo que quiero decir, pretendo ir escribiendo en la medida que la vida, y sobre todo el tiempo, me lo permita para poder continuar con este blog que me niego a dejar como un niño se niega a dejar su juguete preferido. 

Aprovecho para comentar también, a raíz de mi pasado cumpleaños, sobre unos recuerdos que me asaltaron de forma inexorable al ver las tantas y variadas felicitaciones que me hicieron llegar. No se la razón por la cual me acordé de esta anécdota, ni voy  hacer el intento de aclararlo pero sucedió cuando cursábamos el segundo  año de prepa. Terminábamos la clase de dibujo con Quico y estábamos en una sola mesa trabajando Alicia, Gerardo González, Malú y yo cuando, a una de ellas, -Gerardo y yo éramos incapaces de pensar, maquinar u llevar a cabo una acción tan perniciosa como volarse una clase (biología era la que nos tocaba al final del día)- se le ocurrió irnos en cunclillas pegados a la pared para que el profesor no descubriera que dábamos por terminado el día de clases. Si ustedes recuerdan, el salón de dibujo estaba en el pasillo que daba al laboratorio al final del pasillo, luego estaba doble (nuestro salón),  después socio que hacía conexión con el pasillo de las escaleras. El plan era magnífico, estupendo, ideado por esas mentes brillantes que eran Alicia y Malú seguido por dos chicos inocentes e imberbes iniciados por los caminos del mal. Ángel, si algún día lees esto,  por favor no pienses que has sido seducido por esos caminos como lo fuimos nosotros. El caso es, íbamos los cuatro en fila india pegados a la pared sin que Silos nos pudiera ver. Todo marchaba sobre ruedas, un paso tras otro, disfrutando de nuestra próxima libertad no condicionada, pensando en los placeres que nos daba no estar ya en la clase de Biología cuando una voz desde lo alto nos preguntó: ¿a dónde van?Podrán pensar lo que quieran pero no, no era Dios el que nos hablaba desde las alturas sino la voz de nuestro muy preciado director Padre José Luis Pacheco. Sorpresa en nuestras caras,  risas contenidas, y desacierto en nuestros en los ojos hicieron mella en esos cuatro corazones aventureros que bajo la voz de mando de una de ellas que dijo "media vuelta ya!" deshicimos el camino de la misma forma que la hicimos de vuelta: pegados a la pared para que no nos viera Silos hasta que llegamos a la puerta y nos dejaran entrar. 

Es una pequeña anécdota que me hizo sonreír y quise compartir con ustedes para poder arrancárselas a ustedes de la misma forma. Un abrazo a todos