lunes

Disculpas sinceras


Aquí me tienen escribiendo una vez mas, unas sinceras disculpas por la falta de continuidad en el blog. Las últimas semanas, quizá cinco, no estoy seguro, he estado bastante ocupado debido al trabajo y no me ha sido posible escribir absolutamente nada. Estas dos semanas que siguen, es decir, esta y la siguiente, tengo salidas de varios días y a partir de ahí, al parecer, la carga bajará y podré continuar, no solo con el cuento, sino con otros temas de interés que traigo en la cabeza.

Por un lado, me gustaría comentarles las ideas que han germinado y estructurado para el cuento. La historia, como algunos de ustedes ya saben, empezó en México, ahora se ha pasado a Estados Unidos y seguirá en algunos países europeos tanto como del oeste como del este. Algunos personajes permanecerán fieles a la causa, otros harán traición y algunos darán sorpresas con su rol pero eso, como es obvio, no les daré adelantos para que cada quien haga sus propias conjeturas.

Nunca pensé que la historia se fuera complicando cada vez mas y, la verdad sea dicha, la he disfrutado creando a los personajes y los enredos en los que están metidos. Tengo algunas ideas que me gustaría discutir con algunos de ustedes para darle una mayor fuerza a la historia.

Además del cuento, tengo pendientes temas tales como pasajes de la historia, pueblos de México, música, libros y escritores. Pero a como han ido las cosas, tendré que poner un orden a las cosas que vayan surgiendo y ponerlas en lista de espera para el tintero virtual.

Espero escuchar sus comentarios y que pronto me pueda volver a sentar a escribir y compartir con ustedes por medio de este blog.

Un abrazo a todos!!

miércoles

Capítulo VII. Una historia sin contar. Primera misión.



Me sentía cansado, apaleado, humillado y con dolor en todas mis articulaciones. Las últimas dos semanas eran, por mucho, las peores que había tenido en muchos años, sin tomar en cuenta los días en los que Dabog comenzó a perseguirme. El entrenamiento al que nos tenían sometidos a los tres era bastante duro. El día comenzaba a las seis de la mañana, para correr ocho kilómetros alrededor de las grutas. Regresábamos a tomar una ducha de agua fría para fortalecer el cuerpo y terminar esa primera parte con un desayuno que consistía en frutas, cereales y, si el cocinero estaba de buen humor, podíamos a aspirar a unos huevos con tocino. Después nos dirigíamos al área de armas donde nos explicaban cómo utilizarlas, cargarlas, limpiarlas y en el que podría decir que no me sentía tan inútil después del tiroteo de la ciudad. Antes de la comida, teníamos sesiones de lucha cuerpo a cuerpo, donde invariablemente, me convertía en la bolsa de golpeo de casi todos de los del equipo, a excepción de Claudia, que había demostrado habilidades extraordinarias en rastreo satelital, y se la pasaba en la sala de operaciones aprendiendo sobre el uso de todos los equipos electrónicos para ese fin.  Por las tardes, nos explicaban como se distribuían los “Fuertes”, que era así a como llamaban a los lugares como en el que estábamos y eran las bases operacionales en cada país. De acuerdo a Ron, era indispensable tener conocimiento de cada uno de ellos porque serían nuestros contactos en cada país que atravesáramos.

Mientras me lamentaba en silencio de mi situación actual, sentado en un sillón del área de recreación de la base, observaba a la gente de mi equipo. Ángel, el inspector de policía que se unió a nosotros después de los asesinatos de Luis y personal de un banco de la ciudad, tenía en sus manos una magnum de 9 mm y discutía con Klemen sobre las ventajas y desventajas de la pistola. Por tener formación policíaca, en las prácticas de tiro y lucha cuerpo a cuerpo, no se le dificultó tener acceso, de forma relativamente rápida, a la confianza y el respeto de los demás. Klemen, de origen serbio y de unos 30 años de edad, era un francotirador infalible. Aprendió su oficio por parte de su padre cuando salían de caza en las montañas de su país. Era un tipo de 1.80 de altura, fornido, cabello castaño claro y  por lo general, su cara no solía mostrar ningún sentimiento. Era el segundo de cinco hermanos y fue el único sobreviviente en la mascare de su pueblo debido a un ataque por la gente de Dabog al rehusarse a unirse a sus filas. A un lado de ellos Courtney, llamada Shortney, o simplemente Short, debido a su altura, jugaba una partida de ajedrez con Pedro, el médico del equipo. Shortney, de 21 años, lucía un cabello rojo brillante que contrastaba con el verde de sus ojos. Era de natural alegre y siempre mostraba una gran sonrisa que le iluminaba el rostro. Desde joven había practicado ballet y acrobacia área en un poblado de Texas. Las familias que se negaron a unirse al demonio fueron perseguidas por sus secuaces y muchas de ellas fueron masacradas. La familia de ella logró huir pero su hermana mayor no corrió esa suerte al ser alcanzada por una bala por la espalda. Pedro, de 40 años, era un español de carácter impulsivo y médico de profesión. Se unió a la lucha después de que el hospital donde trabajaba fuera arrasado. Patrick, el genio en tecnología, era un joven de 29 años y no tan atlético como el resto, había sido el catedrático de ciencias más joven de la Universidad de Londres. Su barrio corrió la misma suerte que el poblado de Klemen. Usaba gafas de fondo de botella y  siempre parecía feliz cada vez que se encerraba en su laboratorio cibernético. Al fondo de la sala se encontraban Nicolai y Vera jugando un partido de ping pong. Nicolai, el ruso, militar de carrera, de 47 años de edad, actuó como espía del movimiento anti-demonio desde la oficina de Estrategia Militar Rusa, interfiriendo para evitar masacres en las poblaciones de su país, sin embargo, cuando fue descubierto huyó para el Fuerte de Estados Unidos. Vera, portuguesa de 33 años y bastante bonita, era una espía que se movía en los círculos sociales más altos de la sociedad. Mientras realizaba ese trabajo, fue de gran utilidad dando mucha información sobre políticos que eran cercanos al círculo de Dabog. Su padre fue un geólogo muy renombrado en Portugal y le enseñó todos los secretos sobre cómo utilizar explosivos sin causar daños colaterales. Fueron traicionados por su ex novio, que era un tipo bastante celoso, que al darse cuenta de su actividad habló con la policía. Antes de huir se encargó que nunca volviera a denunciar al grupo. Por último Jure, un muchacho de 25 años de edad, taciturno, jugaba con su cuchillo de doble filo apartado del resto del equipo. Él era arqueólogo en su país. Disfrutaba de las largas caminatas por las montañas y recorrió todo Eslovenia en busca de civilizaciones antiguas. Un día, encontró una cueva en los Alpes Julianos con un signo que ya conocía por el medallón, el triángulo encerrado en un círculo y alrededor de aquel lugar unos cuerpos sin corazón. Se enteró de la historia que me fue contada por Carmen (ver cap. IV) en el pueblo de sus antepasados. Al indagar más, se encontró con un descendiente de Jaroslav llamado Jaroslav El Joven, que era jefe de la resistencia en Elovenia, lo convenció de que se uniera a la lucha y ahora formaba parte de mi equipo.

Una voz a mis espaldas hizo que regresara de mis pensamientos. Era Carmen enfundada en uniforme militar y me dirigía una sonrisa.

-          ¿Qué haces aquí apartado del resto del grupo? – me preguntó de una forma casual y sin dar muestras de darse cuenta de mi estado de ánimo.

-          Bueno, al parecer sigo sin poder encajar en el grupo que me han sido asignado. Es verdad que estamos metidos en el mismo problema pero, para ellos, soy una carga  sin especiales habilidades para la lucha y que fungirán como niñeras en los días siguientes – dije con desaliento y sin levantar la vista del suelo.

Carmen guardó silencio unos momentos como sopesando las palabras que le había dirigido. Yo no me atrevía a levantar la vista, no por pena, sino porque odiaría descubrir la compasión pintada en su rostro. Yo no quería estar aquí, yo no quería ser el portador del único medio para deshacerse de aquél demonio, pero si tenía que hacerlo, a pesar de mis sentimientos encontrados, lo haría pero tampoco estaba dispuesto a que me mostraran compasión por no ser lo que ellos habían esperado de mí. Daría mi mejor esfuerzo en ello aun si eso representaba la vida misma.

-          No te preocupes por ellos. Darán su vida por ti si es necesario pero por otro lado, debes comprender que las expectativas creadas hacía el portador del medallón eran altas.

-          ¿Eran? – respondí con asombro y con enojo. - ¿Con eso quieres decir que no valgo mucho después de conocerme?

Carmen sonrió al oírme decir aquello, cosa que me molestó mucho más de lo que hubiera querido, y casi estuve a punto de decirle que se quedaran con el medallón y todo su miserable equipo cuando su voz volvió a escucharse impidiendo que saliera todo un torrente de improperios de mi boca.

-          Es sabido por las leyendas antiguas, que el portador, quienquiera que fuera éste, tendría que ser capaz de enfrentarse a Dabog, cosa que hizo suponer a todos, que sería un hombre o mujer con excepcionales capacidades físicas y versado en el arte de la lucha. No te sorprenda entonces que se sintieran un tanto desilusionados cuando te conocieron. Pero habemos algunos que no pensamos igual. Creemos que la verdadera fuerza del que lo vencerá, no residirá tanto en su fortaleza física sino en su inteligencia y cualidades interiores. El demonio es un ser sumamente inteligente y en una lucha cuerpo a cuerpo es invencible, así que deja de preocuparte tanto por lo que piensen de ti y ponte a estudiar al enemigo para hacerte una idea a quién te enfrentas.

Las palabras de Carmen hicieron que el enojo desapareciera por completo y viera las cosas desde una perspectiva diferente. Estaba claro que la forma de ganarle a Dabog no era enfrentarse físicamente a él, sino por el contrario, atraerle a aquella cueva para volver a ser encerrado con el menor número de bajas.

Pasaron los días de la misma forma que los anteriores, entre golpizas y aprendizaje de uso de equipos, pero ahora, en los ratos libres me dediqué a investigar más al enemigo. No quedé muy sorprendido al no encontrar gran cosa en las redes informáticas, estaba claro que el demonio tenía un gran equipo que se dedicaba a ocultar la información aunado a que tenía amigos poderosos en los gobiernos de los países. Uno de mis intereses principales, era enterarme cómo funcionaba el medallón para que, llegado el momento, supiera qué hacer pero al parecer, en la base en la que me encontraba, nadie sabía algo al respecto.

A la quinta semana de estar enterrados en la base militar, Ron reunió al equipo para darnos un comunicado. Para mí, y para el resto del equipo, supuso un cambio de la rutina diaria de actividades. En mi interior, deseaba salir de ahí, me sentía atrapado cuál sardina enlatada y tener algo de acción pero el entrenamiento era necesario si quería tener alguna posibilidad de sobrevivir. Nos sentamos alrededor de la mesa de conferencias con Ron al frente. El silencio inundaba la sala y solo se escuchaba la respiración del equipo en espera de lo que tenía que comunicarnos el jefe de la base.

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Esperábamos en una choza vieja de un poblado llamado La Presa, Texas. Afuera, el agua caía a raudales y casi daba igual estar a la intemperie que dentro de esta habitación. Ron nos había explicado que nuestra tarea era encontrar a un tipo llamado Jack que nos proporcionaría documentos falsos e instrucciones para continuar el viaje dentro de la zona estadounidense.

-          ¿Hace cuánto que se fue Short? – preguntó Nicolai, el jefe del grupo.

-          Aproximadamente dos horas comandante- contestó Claudia sin levantar la vista de su tableta electrónica.

-          ¿Has configurado el GPS con los mapas de la zona? – volvió a preguntar Nicolai a Claudia que se había convertido en la líder de comunicaciones del grupo junto con Patrick.

-          No todavía. Tener acceso a las redes o satélites desde esta zona no es nada fácil. Todas están bloqueadas y necesitamos penetrar sus firewalls sin ser detectados, como sabes, la zona fronteriza está dominada por la gente de Dabog- respondió Claudia sin perder la concentración de lo que estaba haciendo.

-          ¿Patrick? – ahora Nicolai se dirigió al genio de la tecnología

-          Estoy en ello comandante-. El delgado inglés estaba detrás de una mini laptop conectada online con la tableta de Claudia. -Solo necesito un poco más de tiempo antes de lograrlo.

A Nicolai se le podía notar nervioso, hacía dos horas que la rastreadora del grupo, Shortney,  se había ido a reconocer el terreno y localizar a Jack pero seguía sin dar muestras de vida. Los demás del grupo nos encontrábamos sentados en húmedo piso sin hacer gran cosa más que esperar. Después de 30 minutos, Claudia y Patrick habían logrado romper los sistemas de seguridad de los ordenadores y localizados rutas de escape pero la pequeña del grupo, Shortney rondaría los 1.50 m de altura, no daba señales de vida.

-          Comandante – dije con voz no tan alta-, permítame ir a buscarla.

-          Estás loco. Eres el único del grupo al que no podemos arriesgar, sin tomar en cuenta claro… tus habilidades físicas-. Nicolai logró sacar unas sonrisas al resto del grupo exceptuando al inspector.

-          Mire comandante – sin dejarme arredrar por su tono de burla-, no podemos continuar si no tenemos esos documentos, de hecho, sin esos documentos tendríamos que regresar al cuartel de donde partimos. De todos los aquí reunidos, que tiene una habilidad que ninguno de ustedes tiene: mis super sentidos. Puedo ver, escuchar y oler desde lejos y con una claridad que nos ayudarían en este momento.

-          Mira, sé que puedes hacerlo, pero puede ir cualquier otro del equipo – contestó todavía con un deje de burla en su voz pero su mirada se había puesto más seria.

-          Con esta lluvia torrencial y los truenos que se escuchan serían incapaces de ver o escuchar algo. Estoy dispuesto a ir ahora mismo a buscarla… e iré- puntualicé esa última palabra con gran firmeza.

-          Yo soy el jefe de esta misión así que …

-          No estoy intentando mermar su autoridad comandante – corté la frase de Nicolai -, solo le pido que lo considere, no tenemos muchas opciones.

El comandante se me quedó mirando por unos segundos reflexionando sobre lo que le había dicho. El silencio entre los demás se acentuó esperando la respuesta de Nicolai y para mis adentros pensé que ninguno se anotaría voluntariamente a la misión.

-          Muy bien, irás, pero con una condición, no te arriesgarás a ir a solo. Llévate a Vera, la experta en explosivos y la más capaz en la lucha si ésta llegara a presentarse.

Escuché un bufido detrás de mí pero no me importó, había ganado un tanto a Nicolai y eso fue un tanto a mi moral ya bastante decaída. Claudia nos dio un mapa con coordenadas del lugar envuelto en un material transparente para evitar que se mojara. Afuera, el clima estaba de los mil demonios, el viento azotaba nuestras caras y las gotas de agua eran como pequeños alfilerazos en la piel. Estábamos a un kilómetro de distancia de la choza y a unos 100 metros de un restaurant para camioneros a un lado de la Mangana Hein Road.  Nos ocultaban unos matorrales del desierto además de la gruesa lluvia que caía
.
-          Muy bien Portador – escuché la voz de Vera a mi lado, dándome el mote con el que me habían bautizado, con un tono de voz que no dejaba ninguna duda el enojo que le causaba estar conmigo en la búsqueda de Shortney - ¿cuál es el plan?

Sin contestarle todavía, estudiaba el lugar en el que hacía casi tres horas Shortney había desaparecido. Al lado izquierdo del restaurant se encontraban los tracto camiones estacionados. Un poco más a la izquierda, una casa vieja de una planta de donde no se percibía ninguna luz. Del lado derecho del establecimiento, se hallaba un edificio que debía ser la bodega donde se realizaría el contacto. La bodega colindaba con el descampado donde su frontera estaba marcada por una hilera larga de árboles. El restaurant se veía iluminado y bastante animado pero en el exterior no se veía ninguna persona. Lo más lógico era que Shortney revisara la parte externa de la bodega así que con una seña le pedí a Vera que me siguiera. Cruzamos la carretera a paso rápido dirigiéndonos hacia el descampado que se hallaba a un costado de la bodega. Nos ocultamos detrás de uno de los árboles y esperamos.

-          ¿Ves algo? – me dijo en un susurro Vera, ahora tensa, con sus sentidos en alerta y aunque vestía los lentes especiales para uso nocturno no tenían el alcance de mi vista.

-          Nada… todavía. Se supone que este es el lugar donde Jack nos daría los documentos pero no distingo ningún movimiento.

-          ¿Crees que Shortney se adentró en la bodega?

-          Es posible, pero antes de dar un paso caminaré unos doscientos metros más hacia… -l me detuve de pronto y levanté la cara como si estuviera oteando el aire.

-          ¿Qué pasa? ¿Ves algo? – preguntó Vera.

-          Espera… oigo voces – y concentrándome escuché voces de hombres dirigiéndose a alguien.

-          Así que ¿a qué hora era el encuentro de la reunión?” – era un voz masculina que denotaba impaciencia y soltando un golpe oí un gemido. No supe distinguir si era el gemido de una mujer o de un hombre pero en cualquier caso sería Jack o nuestra compañera. – “Dinos donde se encuentran y te dejaremos libre. Tú no nos importas gran cosa pero ellos tienen algo que nosotros queremos” – otro golpe y un gemido más.

Con un gesto de la mano le señalé a Vera que nos dirigiríamos a la parte posterior de la construcción. Dimos un rodeo ocultándonos detrás de los árboles. Mi sorpresa fue grande cuando vimos algunos automóviles parados ahí, con unas diez personas alrededor, todas armadas hasta los dientes. Los matones estaban escondidos para cuando nosotros llegáramos con el contacto. Vera me tocó el hombro y por medio de señas me dio a entender que esperara ahí, ella colocaría explosivos alrededor de la zona para cubrir nuestra retirada en caso de necesidad. No solo era muy bonita sino también bastante valiente esta mujer. Los hombres que estaban enfrente de mí me dieron lástima solo de pensar lo que les pasaría cuando se encontraran con ella de frente. Mientras Vera se retiraba, me puse a analizar el edificio. Era de dos plantas, hecho de lámina y sin ninguna ventana, probablemente tenía tragaluces en el techo para permitir la filtración de luz. La entrada se hallaba por un costado del edificio, y como era de esperarse, no había nadie cuidando esa zona. Las esquinas del edificio, contaban con tuberías que funcionaban para la caída el agua. Mientras seguía con el escrutinio de la bodega, vi sorprendido una sombra en lo alto de ella. Era imposible verla si no se tenían mis super sentidos pero ahí estaba, era indudable, era la figura de Shortney. Me preguntaba por dónde subió al techo pero, por los comentarios acerca de ella, era excepcionalmente habilidosa para esconderse y escabullirse. Una mano se posó en mi hombro, di la vuelta con rapidez pero una mano se posó en mi boca – ssshh soy yo-. Respiré con alivio al ver a Vera y le señalé el techo del edificio pero al notar que no veía nada le dije –Shortney-. En su rostro se reflejó el alivio y sonrió. La tomé del brazo y me la llevé a unos cien metros del lugar para poder planear el ataque. No teníamos tiempo para esperar al resto del equipo porque podrían matar a Jack y con ello, nosotros nos quedaríamos sin las instrucciones ni documentos falsos.

-          ¿Pusiste los explosivos? – pregunté a Vera en cuanto estuvimos lo suficientemente alejados para evitar ser oídos.

-          Sí. Están situados para provocar un infierno en cuanto sean activados – A continuación me explicó en dónde los había colocado con lo que nos dejaba como ruta de escape el descampado.

-          ¿Cuántas bengalas a control remoto tenemos a la mano?

-          Cuatro – respondió ella sin contratiempos.

-          Muy bien – dije sonriendo -. Este es el plan.

Los matones del demonio tenían ya cuatro horas bajo la lluvia y, por los comentarios que alcanzaba a escuchar estaban calados hasta los huesos y hartos de la espera. En el interior de la bodega todavía escuchaba ruidos, por lo que deduje que Jack seguía con vida. Shortney seguía en el techo sin poder bajar, y la compadecía bastante porque seguramente estaría en la misma situación que los secuaces. Cuando Vera se colocó a mi lado, pulsé el botón que dispararía las luces de bengala y en cuestión se segundos se escucharon cuatro silbidos terminando en explosiones rojas en el cielo. Seis guardias corrieron en distintas direcciones a los puntos de donde surgieron las explosiones. Cuando llegaron a los puntos exactos cuatro detonaciones surgieron de la nada haciéndolos pedazos. Pobres diablos, nunca se enterarían qué los mató.  Vera colocó las bengalas justo donde había colocado varios de sus explosivos. Gritos estallaron dentro del almacén y los cuatro pistoleros restantes corrieron para auxiliar al que al parecer era el jefe. Pero antes de que pudieran llegar a la puerta, los miserables habían caído bajo el fuego de nuestras armas. Vera y yo corrimos hacia la entrada de la bodega  y, siguiendo las técnicas que me habían enseñado, no entramos imprudentemente sino que esperamos agazapados en la puerta. Agudicé mi oído y pude contar siete respiraciones dentro, uno de ellos tenía que ser Jack, así que eso  hacía otros seis por vencer. Se lo hice saber a Vera con las manos, y me pareció ver una pequeña sonrisa en su cara, pero fue tan fugaz que me hizo pensar que fue mi imaginación. Me asomé ligeramente al interior detectando unos contenedores de acero lo suficiente cercanos para poder guarecernos de las balas de nuestros enemigos. Se los señalé a mi compañera que asintió con ligero movimiento de cabeza y nos preparamos para correr a la cuenta de tres. Hice la cuenta moviendo la cabeza y en cuanto di la tercera cabezada salimos disparados hacia los contenedores. Los disparos no se hicieron esperar, y solo escuchaba como rebotaban en el piso y en las láminas de las paredes pero yo no me detuve a averiguar en dónde pegaban ni qué daño estaban ocasionando. Al llegar al punto previsto, Vera ya me estaba esperando con una sonrisa.

-          ¿Asustado novato? – me preguntó ella sin el tono de burla que utilizaba normalmente conmigo sino más bien divertido.

-          Hasta los huesos – respondí yo con sinceridad.- ¡Pensé que me asarían a balazos en esta primera entrada!

-          ¿Puedes ver dónde se encuentran?

-          ¿Tus lentes ya no funcionan o quieres deshacerte de mí en cuanto asome la cabeza? – pregunté yo con el mismo tono de guasa que ella me dirigió primero.

-          Tú eres el hipersensible aquí, así que ponte a trabajar o te pondré a limpiarme las armas durante un mes novato – contestó ahora ya en el mismo tono.

Me arrastré hasta llegar al extremo del contenedor y enfoqué mis sentidos de la vista y el oído al máximo. Ahora que tenía la adrenalina encima, parecían funcionar mejor que cuando solo los utilizaba en “normal mode”, usando el modismo que Claudia utilizaba conmigo. Extraño, ahora solo escuchaba seis respiraciones ¿habrán matado a Jack? No lo sabía  a ciencia cierta, solo me quedó la esperanza de que no lo hubieran matado.

-          ¿Así que ahora vienen por su amigo? – se escuchó una potente voz detrás de los contenedores. – Él está aquí a mi lado, así que si se entregan y me dicen dónde está el medallón lo dejaremos ir libre.

Respiré con alivio sabiendo que Jack seguía vivo pero ¿entonces qué pasó con la otra respiración? ¿Por qué no la escuchaba?

-          ¡Ni hablar! – gritó Vera detrás de mí-. ¡Antes muertos que darte la llave para mantener a tu dueño dentro de este mundo!.

Tomé nota mental del carácter de Vera y prometí no hacerla enojar conmigo, para evitar escuchar esa voz determinada y cortante como el acero cuando se dirigió a la voz desconocida.

-          ¿Así que lo prefieren muerto eh? ¡Pues  veremos si es verdad!

Escuché el click del arma y grité:

-          ¡Espera! ¡No lo mates todavía! – le hice señas a Vera que por detrás de nosotros se acercaba alguien y en ese instante vi ráfagas de fuego saliendo de su semiautomática. Uno más había caído. - ¡No mandes a tus pistoleros todavía! ¡Hablemos por un momento!- Ahora escuchaba seis respiraciones del otro lado ¿seis? Debían ser cinco ¿Cómo seis otra vez?

Vera me lanzó una mirada interrogante pero la calmé con mi mano.

-          ¡Veo que ahora quieren negociar! ¡Denme al tipo del medallón y los dejaré libres!
Punto a nuestro favor, él no sabía que yo era ese tipo y que no seríamos tan tontos como para arriesgarlo en una misión como ésta. Afuera se escuchaba un griterío de gente provocado por las explosiones pero nadie se acercaba debido al fuego que nos cercaba. Cinco respiraciones. ¿Qué está pasando?

-          ¡Yo no quiero morir por un tipo como ése! – grité con fuerza y fingiendo desesperación- ¡A mí me obligaron a meterme en esto pero sé que no estoy del lado del vencedor sino del vencido! – Miré a Vera para tranquilizarla pero parecía que ahora ella entendía un poco el juego que estaba jugando.

-          ¡Maldito! – gritó a su vez y me pregunté si en realidad lo había entendido.

-          ¡Únete a nosotros y tendrás tu recompensa amigo! ¡Dabog es generoso con aquellos que se le unen por propia voluntad! – gritó el hombre.

Cuatro respiraciones. Había que seguir el juego. Con un gesto de mi mano le indiqué a Vera que rodeara por donde había matado al anterior. Ella se movió sigilosamente y yo disparé para simular su movimiento.

-          ¡No huyas! ¡Aunque quieras no podrás salir de aquí! – grité con furor y disparando al lugar donde anteriormente se encontraba ella.

-          ¡Maldito perro! ¡Aunque yo muera no te saldrás con la tuya! ¡Y yo que confiaba en ti! – sí claro pensé con ironía, hasta hace unas tres horas no parecía eso.

Tres respiraciones. Quedaba solo él .

-           ¡Estás rodeado amigo! ¡Tanta palabrería te ha vuelto arrogante pero ahora no tienes salida! ¡Entrégate tú  o morirás igual que tus amigos! – me dirigí a él intentando parecer rudo y con voz potente.

Silencio. Seguían las tres respiraciones pero me imaginaba su cara de incredulidad al escuchar lo que había dicho. Sonó un click en ese momento y una detonación. Salí corriendo de mi escondite gritando un ¡NO! Pero me detuve al instante al ver con sorpresa la cara de alegría de Shortney y a su lado con vida a Jack.


-          Bienvenido novato – fue su saludo dándome la mano.

Capítulo VI: Una historia sin contar



Al despertar de mi desmayo, me encontré acostado sobre una mesa de madera y rodeado de luces mortecinas. Por un momento, solo por un momento, no sabía qué hacía tendido en aquel lugar. Después de ese breve instante, la fuerza de los acontecimientos asaltó mis recuerdos de una forma cruel e inmisericorde que me hicieron dar un brinco precipitado al piso buscando inconscientemente la pistola en mi cintura; pero no estaba ahí. Pasé la mirada alrededor del lugar, dándome cuenta que era un lugar amplio, húmedo, sin ventanas, con una sola puerta como único acceso a donde me encontraba. Dirigí mis pasos hacia ahí poniendo a prueba mis nuevos adquiridos sentidos para detectar si escuchaba u olfateaba algo en el ambiente que me indicara algún peligro, sin embargo, nada me llegó que me dijera que algo extraño sucedía. Lo último que recordaba, era estar en aquel coche disparando entrando a un cementerio a gran velocidad con el demonio casi encima de nosotros, y después, perdí el conocimiento. Al abrir la puerta, me asombré que el grosor de las paredes, que soportaban la puerta, tenían alrededor de un metro de espesor y para mi mayor asombro, no estaban construidas de material sino de ¡piedra! Caí en la cuenta que no estaba dentro de una construcción sino en una cueva. Al cruzar finalmente al otro lado, me hallé ante un pasillo bastante oscuro que me obligó aguzar la vista para evitar golpearme con algo al caminar. A unos cien metros adelante, escuché voces sin llegar a entender lo que decían. Siguiendo el sonido di pasos lentos dirigiéndome a una puerta similar a la que había dejado atrás. Cuando llegué a ella dudé un instante antes de girar el picaporte, lo cual hice despacio e intentando no hacer ningún ruido, cosa que no sucedió porque estaba en muy buen estado y parecía que le daban mantenimiento. Al abrirla, tuve que sofocar un grito de asombro ya que me encontré en una amplia sala, bastante bien iluminada y con mucha gente alrededor. Mi primera impresión fue que todo un comando militar se hallaba reunido ahí. De la mayoría de ellos colgaban armas, cuchillos e incluso granadas que se sostenían alrededor de sus chalecos de corte miliciano. Todavía no salía de mi sorpresa cuando Carmen se me acercó con una gran sonrisa en su cara dándome la bienvenida con una señal de su mano. La acompañaba un señor de unos cincuenta años, vestido igual que el resto de los que se encontraban ahí.

- ¡Vaya! ¡Por fin has despertado! - En su voz no se notaba ningún reproche, pero aun así me sentí avergonzado de haberme desmayado segundos antes de entrar al cementerio.

- Hola Carmen – le alargué la mano para estrechársela, pero no le quitaba la vista al hombre a su lado. Carmen al darse cuenta de este detalle exclamó
- Él es Ron, jefe de la unidad militar del norte de América.

Ron era un hombre corpulento, perlo corto, mirada brillante y bastante intimidatoria. Sus brazos eran puro músculo pero algo en él indicaba que era poseedor de una gran inteligencia y sus movimientos eran bastante mesurados, pensados. Me extendió la mano de forma calurosa y me saludó con una gran sonrisa en el rostro.

- Me da gusto conocerte. Nos has dado grandes dolores de cabeza y ya Carmen te ha contado los problemas que tuvimos –. Ron se expresaba en un perfecto español sin llegar a quitar del todo el acento inglés que seguramente sería su lengua materna

- Gracias – contesté con una sonrisa menos efusiva pero intentando ser agradable-. Sí, es verdad, Carmen me ha contado que en los últimos días resulté ser un clavo pegado en la planta del pie, pero no es algo que yo haya buscado.

Mientras decía esto recorrí la sala buscando a Claudia y a Ángel. Me extrañaba que no estuvieran cerca para recibirme.


- ¿Dónde están mis compañeros de viaje? – pregunté sin dirigirme a ninguno de forma especial.


- Están comiendo algo y tú deberías también probar bocado, llevas ya muchas horas sin alimentarte. Ven conmigo, vamos a reunirnos con Claudia y con Ángel al comedor – y tomándome del hombro Ron me acompañó hasta ellos. Carmen, aduciendo otras cosas que atender, nos dejó solos.

Aquel lugar, fuera de toda imaginación, estaba equipado con todo lo necesario para resistir un ataque en forma. Por cualquier lugar que miraras veías armas, sistemas electrónicos, bazucas e incluso cinco HUMVEES estacionadas a la entrada de otra caverna que se divisaba a lo lejos. Ron observaba mi incredulidad y sonreía con complacencia al ver mi cara.

- ¿Increíble no?


- ¿Cómo es posible todo esto? ¿Dónde estamos? – pregunté mientras miraba extasiado aquel lugar.

- Estamos a unos cien kilómetros del cementerio por el que llegaste. Como has de saber, Chernabog o Dabog, el demonio que te persigue, no puede entrar a los cementerios por ser un lugar santo. Esa es la razón por la que llegaron hasta ahí ayer en la noche. En casi todos los cementerios tenemos guaridas que conectan por medio de túneles a salidas localizadas lejos de cada ciudad.

- ¿Túneles? ¿Los cementerios están construidos sobre túneles? ¿cómo es posible?

- No, no todos los cementerios, solo aquellos que se encuentran en las ciudades importantes, o bien, en poblados que consideramos estratégicos. La lucha con Dabog ha durado ya muchos años y a través de todos estos años hemos ido construyendo estos túneles. Date cuenta que para nosotros es de vital importancia seguir en la lucha teniendo lugares seguros donde trabajar. El lugar donde nos encontramos son unas cavernas localizadas en las montañas y las utilizamos como centro de operaciones en tu país.

- ¿Tienen lugares como estos en otros lugares? ¿y quiénes son ustedes? – pregunté tratando de irme dando una idea de con qué tipo de gente estaba.

- Sí, en efecto, en cada país tenemos unidades como esta y estas a su vez, están formadas por militares y civiles que funcionan como espías, todos ellos formados en servicios de inteligencia, uso de armas y defensa personal. Ya irás conociendo algunos que estarán en tu equipo.

- ¿Mi equipo? ¿Cómo mi…

- ¡Hola!

Interrumpí mi conversación con Ron al ver a Claudia sentada en una mesa del amplio comedor saludándome con la mano. Se veía mejor, limpia, vestida con ropas militares y con una sonrisa que le iluminaba el rostro. A su lado se encontraba Ángel, vestido de igual manera con un bocado en la boca haciendo gestos para que me acercara.

- ¿Estás bien? – preguntó Claudia analizando mi cara con cuidado- Ayer por la noche, cuando te sacamos del auto estabas muy pálido y tiritabas de forma espantosa.

- Sí supongo que me siento bien, al menos sigo completo – le di una sonrisa que salió forzada debido a que me avergonzaba el hecho de que me hubiera desmayado y darle ese espectáculo a todos ellos.

- Se te nota bien – terció Ángel-. Siéntate y come algo, eso hará que te sientas mejor. Te recomiendo la barbacoa recién hecha. Está buenísima.

Me alegró ver al inspector ahí. Era un hombre sereno, inteligente y bastante audaz. Había dejado la seguridad de su oficina, a su comandancia, para seguir en todo este embrollo. Demostró ser un hombre capaz de utilizar un arma y conducir un auto a gran velocidad sin perder el nervio. Tenerlo cerca era verdaderamente una gran suerte.


Me senté al lado de ellos con una bandeja con barbacoa que olía exquisita. Su olor llenaba mis sentidos dándome cuenta lo hambriento que estaba. Mientras comía en silencio el Ángel y Ron se enfrascaron en una plática sobre armas que yo no entendía mucho. Le di un vistazo a Claudia que se encontraba enfrente de mí. Se le veía demacrada y quizá un poco cansada, pero no dejaba de admirarme su gran entereza de espíritu. Su esposo, Luis, había muerto a manos del demonio no hacía mucho. También fue perseguida casi inmediatamente después sin tener oportunidad de enterrarlo apropiadamente y ahora aquí sentada, vestida como militar en un lugar lleno de soldados y espías. Hay que reconocer que las circunstancias la obligaron pero aun así, no dejaba de mostrar una gran fuerza de espíritu. Al terminar de comer me dirigí a Ron preguntándole acerca del equipo y cuáles serían los siguientes pasos.

- Lo primero que tienen que hacer, antes de dar el siguiente paso, es que los tres se entrenen para…

- ¿CÓMO QUE LOS TRES?- rugí- ¡Claudia está fuera de todo esto!

- ¿A sí? ¿estoy fuera de todo esto? ¿QUIÉN ERES TÚ PARA DECIDIR SI ESTOY FUERA O NO DE ESTO?- me contestó muy aireada y ofendida.

- Mira Clau – contesté tratando de apaciguarla-, no soy nadie para prohibirte nada pero ya perdí a Luis, no quiero perderte a ti también.

- Pues para que te enteres, yo perdía a Luis, y quiero estar en esto – puntualizó con severidad.

- Ron, Ángel... – busqué ayuda entre ellos pero solo miraban a la bóveda fingiendo ver cosas allá arriba.

- No podrás echarme, ni tú ni nadie, y si te molesta… es… tu… problema… ¿entendiste?

Solté un gran suspiro, bajé los hombres en señal de derrota y me concentré en Ron.

- Ron ¿en qué consiste el entrenamiento y cuál es el propósito?

- Mira chico – dijo esto de una forma un tanto paternal que me provocó rechazo instantáneo-, para poder enfrentar lo que viene tienen que estar en forma y sobre todo tener conocimientos básicos sobre armas y equipo especial. Harán un largo viaje y el camino no estará libre de peligros.

- ¿Perdón? ¿largo viaje? – aquí interrumpió Ángel-, ¿a dónde iremos si se puede saber?

- Al mismo lugar donde comenzó esta historia: Eslovenia.

- ¿Eslovenia?- dijimos en coro los tres

- Es el único lugar donde se puede usar el medallón para poder parar a Dabog. Para eso necesitarán ayuda para lograrlo. No podrás solo – lo último lo dijo clavando una mirada en mí causando un escalofrío en mi espira dorsal.

Ir a Eslovenia, eso no lo tenía presupuestado, en realidad nada de esto lo tenía presupuestado. Además, aunque yo era el portador del medallón, ¿cómo se suponía que tenía encerrar a Dabog? No tenía ni la más remota idea de lo que había que hacer con él.

- ¿Y si muero antes? ¿quién continuará con lo que se supone me corresponde hacer a mí? – pregunté con nerviosismo.

- Si llegara el caso que mueras… lo mejor es ponernos a… rezar. Eres el último de tu larga descendencia. Si mueres: no hay esperanza alguna.

Un sudor frío me recorrió el cuerpo. ¿Sería posible? ¿soy la última esperanza para detener todo este caos? ¿Seré acaso el héroe de la película o peor aún, el tipo que lo hecha todo a perder? Conociéndome, muy probablemente sería lo último. Pasaría a la historia como el tipo que pudo hacerlo pero al final: no pudo. Sentí vértigo y a punto estuve de caer desmayado de nuevo si no me hubiera agarrado a la mesa a tiempo. Respiré hondo tratando de recuperar el control de mí mismo. Estuve en silencio unos minutos más digiriendo las palabras de Ron. Levanté la cabeza poco a poco dándole una mirada a Ron y le pregunté:

- ¿Cuándo empezamos?

- Mañana por la mañana, a primera hora. Por lo pronto es importante que conozcas primeramente al equipo que los acompañará en este viaje. Acompáñenme por favor.

Mientras seguíamos al jefe militar, le susurré por debajo a Ángel “tú no tienes que ir. Piénsalo”. Ángel, con cara divertida y mesándose el bigote espeso que le cubría el labio superior me respondió “púdrete”. Me sorprendió la respuesta que me dio pero después de un breve instante me hizo sonreír y al mismo tiempo relajarme, al menos una cara conocida y serena vendría conmigo. En cuanto a Claudia, buscaría la forma de sacarla del barco antes que éste se hundiera sin remedio.

Llegamos a una especie de sala de conferencias, donde las mesas, acomodadas en forma de escuadra, encaraban una pared de la que colgaba una pantalla para el uso de proyector. Nos sentamos alrededor de ellas y Ron apretó un botón cercano a la pared y esperamos. Al poco tiempo llegó un grupo de mujeres y hombres vestidos con pantalones y chaquetas de color verde camuflajeado y las típicas botas militares.

- Les presento al equipo que estará en la misión con ustedes hasta el final. Klemen, Patrick, Vera, Jure, Courtney, Nicolai y Pedro.

Todos hicieron una leve inclinación de cabeza en señal de saludo, pero ninguno ofreció una sonrisa, ni siquiera de cortesía. Los ojos de los seis soldados estaban fijos en mí, observándome con ojos duros, intentando traspasar mis pensamientos. Supe desde ese instante que eran soldados bien entrenados y que sería difícil deshacerse de ellos.

- Todos ellos son leales a la causa. Están escogidos entre los mejores soldados que tenemos. Cada uno tiene alguna especialidad. Klemen, serbio, es un francotirador infalible. Patrick, inglés, genio de la tecnología. Vera, portuguesa, experta en explosivos. Jure, esloveno, conoce a la perfección el terreno al que van. Courtney, americana, por su tamaño es hábil en escabullirse por los lugares más recónditos, es una excelente rastreadora. Nicolai, ruso, jefe del equipo. Pedro, español, médico del equipo. Todos están bien entrenados en artes marciales y manejo de armas. Puedes confiar cien por ciento en ellos.

Los tres nos quedamos quietos, mirando a la pequeña unidad asignada a nosotros. Se veía a leguas, por sus cuerpos atléticos, que estaban acostumbrados al trabajo rudo y pesado. Si Ron lo decía, debíamos confiar en ellos.

- Hola ¿qué tal?- saludé con timidez

Ninguno dijo nada. Se limitaron a seguir mirándonos, quietos como piedras. De repente la chica que se llamaba Vera dijo en un tono irritado:

- ¿Y es éste es el que tenemos que cuidar?

- Vera… por favor – dijo Ron tratando de calmar los ánimos de la portuguesa

- ¡Pensé que al menos el portador luciría menos… menos… débil y soso! – continuó Vera enojada

¿Soso? ¿Débil? Un poco delgado sí pero ¿Soso? Me miré el cuerpo y no vi nada de lo que pudiera dar esa idea… ¿o sí? Miré a Ángel como preguntando si pensaba igual pero solo se encogió de hombros y luego busqué a Claudia pero solo se sonrió en forma extraña. En fin, que sea lo que sea, ella se iba comer sus palabras. Ya le enseñaría quién era débil y … soso.

- ¿Es posible salirse del equipo Ron? – preguntó Vera con un mal fingido disgusto en la cara.

- No, no es posible y si continúas con esa actitud te enviaré por una semana a limpiar letrinas – cortó con firmeza el jefe-. Y el resto de ustedes, entiéndanlo muy bien, si sé que alguno se le ha cruzado esa idea por la cabeza correrán la misma suerte- gruñó al final Ron.

Todos se quedaron callados pero era evidente que no les gustaba la idea, solo Nicolai, parecía divertido con la escena que acababa de presenciar. Después de unos minutos se me acercó lo suficiente para darme una palmada en la espalda y susurró: bienvenido.

¿Educación en México?


He estado observando con tristeza los acontecimientos recientes con respecto a la reforma educativa en México. Los intentos de hacer cambiar la forma de enseñanza en el país son precisamente para que mejoremos no para que empeoremos, para que podamos decir con esperanza: estamos avanzando. Por un lado, es ridículo escuchar como mucha gente se queja de que somos un país de tercera, que nadie hace nada, que en los países de primer mundo se hace esto y lo otro pero no aquí, que el gobierno no hace nada, que somos unos corruptos y un montón de etcéteras subsiguientes. Pero por otro lado ¿qué pasa cuando el gobierno anuncia las próximas reformas educativas para tener un mayor nivel en los estudiantes? Paros sindicales, marchas de profesores negándose a mejorar, estudiantes sin clases, profesores y grupos juveniles (yo soy 132 por ejemplo) intentando tomar el congreso, conatos de bronca contra la seguridad. Es triste verlo, pero es una realidad. 

La siguiente estadística (año 2010) nos muestra tres factores analizados a nivel mundial: 
a) alfabetismo, es decir, el nivel de conocimientos básicos en lectura y escritura.
b) El gasto en educación como porcentaje del PIB
c) Los años escolares que se piden en cada país. 




Es de esperar, que en los países que tienen menor gasto en educación, se tenga un nivel de alfabetización bajo como Afganistán o Chad pero, países como Japón, Rusia y Australia, que en su gasto están por debajo de México tienen un mayor nivel educativo. Seguramente muchos dirán que es su cultura, que ahí el gobierno es mejor, que sus escuelas son mejores y otras razones más, y probablemente estén en lo cierto, pero cualquiera que sean las circunstancias propias de cada país ¿no es momento de realizar cambios de fondo en la forma de educar? y no solo eso ¿de nuestra forma de pensar, de trabajar y de contribuir en el ambiente para hacerlo mejor? En el Programa Internacional de Evaluación de los Alumnos (PISA), México obtuvo un puntaje promedio de 425, esto quiere decir que fue ¡¡el más bajo de la Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico!! 


En América Latina solo México y Chile pertenecen a la OCDE y tampoco es que ellos estén por arriba del promedio. Cuando se obtuvieron estos resultados, México ha intentado implantar una serie de medidas para mejorar nuestra educación pero resulta que ahora que los profesores quieren tomar contramedidas no queriendo aceptarlas. A mí en lo personal me parece ¡INACEPTABLE! No es posible que se siga solapando a profesores que no vayan a clase, que no enseñen, que solo cobren y vivan del sistema sin que nadie les diga nada. 

Ahora bien, el sistema educativo no es solo responsabilidad de la gente. Si queremos cambiar, no solo hay que hacerlo con las instituciones de enseñanza, sino también, desde la primera que nos ve crecer que es la familia. Si les envidiamos las cosas buenas a los países del primer mundo como la cultura de trabajo y de estudio, la lectura, las virtudes, la responsabilidad, la no corrupción, etc. No hay que tirarle solo al gobierno, veamos cómo educamos en casa también. 








sábado

La Ladrona de Libros


Ayer, después de varios días de lectura asidua, terminé el libro de "La Ladrona de Libros" de Marcus Zusak. La verdad no tenía gran intención de leerlo pero, como sucede en algunas ocasiones, lo tomé porque lo tenía a un lado mío y no había nada mejor que leer. Antes de abrirlo en la primera página, tuve a bien revisar la parte inversa del libro para enterarme de qué iba el tema. La historia se desarrolla en la Alemania nazi, donde la misma muerte es la narradora de las aventuras que corre Liesel, una niña que llega a una familia de acogida. No es un libro de aventuras fantásticas, es más bien una historia de una niña ordinaria, con amigos ordinarios que tienen sus aventuras ordinarias que se desenvuelven en una sociedad nazi.

Los personajes están muy bien caracterizados y, aunque es obvio que no todos son personajes principales, cada uno tiene un papel importante en la historia y no están echados al azar como otras historias similares. La característica principal, y a mí me parece interesante mencionarlo, es que está escrito desde la perspectiva de la Muerte, y la pongo con mayúscula, porque es ella misma la que va contando, como una entidad, la historia. No esperen una historia de miedo porque no lo es, tampoco esperen a una muerte descarnada, cruda y con el hambre de cobrar cada más víctimas, sino por el contrario, bastante objetiva, racional, cínica, con humor negro y en algunos momentos hasta compasiva.



El libro, me parece, tiene como objetivo mostrar la locura que existió durante la Segunda Guerra Mundial desde Melching, una población alemana. La vida de Liesel va, desde la pérdida de su familia biológica, hasta conocer el drama de los judíos y los campos de concentración. El libro nos muestra el valor de la amistad, la propia supervivencia, las ilusiones humanas, la pérdida de seres queridos y en algunos casos el desacuerdo con la política de Adolf Hitler.

Es un libro que vale la pena conseguir, leer y recomendable a partir de la adolescencia. ¡Se los recomiendo!

lunes

Compendio de chistes IV




Después de estar tanto tiempo fuera por diversas razones, y para la poca satisfacción de mi poca concurrencia lectora les dejo, para empezar los últimos de Pepito. Ya saben, mi querido amigo Pepe Jiménez que no para en su producción diaria de alegrarnos el día.

1. Despiértenme cuando mi cruda se haya ido

2. Ya me harté de esta vida. Ya me voy a dedicar a ser guapo.

3. Mi falta de ganas de ir a trabajar son como la cancion de Luis Miguel LA INCONDICIONAL "las mismas de ayer"

4. Pedimos su amable colaboración para localizar al niño Chepo de la Torre. Padece de sus facultades Mentales.

5. Yo ya estaba gordo antes de que se pusiera de moda.

6. Hay días que me cae no deberían existir hablo de: Lunes, Martes, Miercoles.

7. Cama no hagas esto mas difícil entiende que me tengo que ir.

8. Mi consejo tarado de hoy: Si esta lloviendo y no encuentras donde cubrirte del agua,no corras,adelante tambien llueve.

9. Mi esposa me dejó una nota en el refrigerador que decía: "Esto no funciona, me voy". Abrí el refrigerador y funcionaba bien. No entiendo!

10. Acné mata carita.

11. Si tu esposa te dice: "Ve y haz lo que quieras" NO VAYAS, ES UNA TRAMPA, NO TE MUEVAS, NO RESPIRES, NO PESTAÑEES, NO HAGAS NADA.

12. Quisiera ser Carlos Slim para poder decir que dormí bien rico.

13. ¡Hacer ejercicio aumenta años a tu vida! Llevo 2 días en el gimnasio y me siento de 90. Me duele todo el cuerpo y no puedo caminar.

14. Qué tengo, doctor? —Le haremos una placa. —¿De tórax? —No, de mármol. ¡CON SU NOMBRE!

15. Lo bueno de ir al gym es que me dejan buenas propinas cuando lavo los baños.

16. De novios: "—Cuelga tú. —-------------No, cuelga tú primero amor." De casados: "—¡Baja el cuchillo! —----------¡No! Baja el cuchillo tú primero ca...".

17. Las drogas no son la respuesta. Salvo que la pregunta sea cómo ganar el Tour de Francia, entonces sí.

18. Mesero, traigame un whisky para acordarme de mi tierra! -Es usted de Escocia? -No, de Whiskylucan, Edo. De Mèxico...

19. Mujeres que se quejan por cargar su panza 9 meses, un hombre la carga toda su vida!

20. Un ladrón me amenazó con una pistola gritando "Dame lo que traigas", le dije "traigo muchas ganas de llorar", me abrazó y lloramos juntos. Fue hermoso!.



Disculpa a mis lectores

Les debo una disculpa a mis tres lectores por no haber escrito nada en estas dos semanas pero me ha sido literalmente imposible escribir algo. Esta semana ha bajado ya la intensidad y espero que vuelva ya a la normalidad para seguir publicando. Tengo en la cabeza varios temas, además de la historia que estoy contando, que me gustaría compartir con ustedes.

Aprovecho el momento para contarles algo personal. En Junio del año pasado, en una comida con amigos, me enseñaron un cigarro electrónico el cual probé para saber si era cierto que quitaba las ansias de fumar. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me caí en la cuenta que era ¡¡¡verdad!!!. La persona que me lo enseñó, un antiguo amigo, me hizo el gran de favor de conseguirme todo el kit de cigarros electrónicos que con el cual dejé de fumar la nicotina normal y pasé a formar parte del reducido grupo de fumadores tecnológicos. Durante todo este tiempo, no había fumado cigarros de los que ahora el pueblo considera como producto de la irracionalidad humana, de esos que te hacen despreciable ante los ojos de los que son capaces de aventar la primera piedra, cigarros que te excluyen de las mas altas esferas de la sociedad humana, de esos que en dos palabras te convierten en pecador social. Pues bien, dicho esto, el jueves para ser precisos, dejé de comprar incluso los cartuchos de repuesto para el cigarro electrónico, pensando ya en dejar este vicio. He de declarar que me he fumado tres cigarros normales, uno por día, y la realidad es que me han provocado mareo, mal sabor de boca y dolor de cabeza. Espero que en los próximos días logre completar este proceso de dejar, por fin, el cigarro que alguna vez le tomé bastante cariño.


Historia Sin Contar. Cap V.


Cuando desperté de mi embarazoso desmayo, iba en el coche del inspector Galindo. Parpadeé varias veces tratando de entender qué pasaba. La tarde estaba encapotada y las calles no estaban muy concurridas debido al frío que prevalecía en el ambiente. Me enderecé en el asiento, miré a mi alrededor, Carmen iba de copiloto dando unas indicaciones al inspector que no yo no alcanzaba todavía a comprender, Claudia dormía a mi lado, agotada del largo día y tratando de olvidar la pérdida de Luis. Sacudí la cabeza para terminar de clarificar mi mente soltando un ligero gemido.

-          ¿Cómo se siente?-  preguntó el Inspector con amabilidad.

-          Tratando de volver en mí todavía – respondí con lentitud-, pero supongo que no tardaré en estar bien.

-          Demasiadas emociones para él en un día inspector. Saber que un demonio eslavo lo busca a él por el medallón de Belobog  no es una noticia fácil de digerir- terció Carmen.

-          Cierto – sentenció el inspector-.

-          ¿Y qué pasó en el banco? ¿cuántos muertos son? – pregunté con ansiedad.

-          Seis muertos en total, tres guardias, dos cajeras, una ejecutiva de cuenta y el gerente del banco, todos muertos de la misma forma que Luis. Afortunadamente fue a una hora que el banco no atendía clientes, si no, la cantidad de muertos hubiera sido desconsoladoramente increíble. Por cierto, tu caja de seguridad es la única que estaba abierta, de hecho… destrozada.

-          ¡Uff! Qué sorpresa- contesté con ironía tocando el bolsillo de mi camisa sintiendo el medallón-. Supongo que tendría que sorprenderme pero no sé por qué no lo estoy. Por cierto ¿a dónde nos dirigimos? Esta zona de la ciudad no la conozco.

El inspector miró a Carmen como animándola a hablar. Era fácil adivinar que este viaje era idea de ella y no del policía. La luz del día caía con rapidez y se hacía cada vez más difícil ver las caras de mis interlocutores. Pasados unos minutos, ella soltó el aire de sus pulmones, giró su cabeza y contestó:

-          Tenemos que alejarnos lo más que podamos de este sitio. Dabog, al tener forma material, solo tiene dos ojos y, aunque es poderoso, no tiene forma de saber dónde te encuentras si no es con ayuda. Tiene espías que siguen tu pista, hombres y mujeres que por conseguir poder y riqueza se han asociado con él. No le fue fácil localizarte y la verdad no tenemos idea cómo le hizo para encontrar tu rastro en esta ciudad.

-          Un momento – interrumpí su diálogo- ¿Tenemos? ¿Quiénes “no tenemos idea”?

Carmen paró de nuevo su conversación quedando pensativa un momento considerando la conveniencia de contarme o no lo que sabía. Por la oscuridad creciente, me era imposible saber ver su cara y tratar de adivinar lo que pasaba por su cabeza.

-          Lo único que te puedo decir es que no estás solo  en esta guerra, porque, por si no lo has considerado, esto no es un pleito entre pandillas sino una guerra en toda forma. Quédate con el dato que tienes quién te ayude aunque no sepas todavía quiénes son.

-          ¿Por qué no puedo saberlo? – insistí. Los acontecimientos recientes me tenían con los nervios de punta y el moverme en la oscuridad de la ignorancia no me complacía de ninguna forma.

-          Dabog vendrá por ti, por nosotros, y si te captura, será mejor que la información que tengas sea mínima. Sin embargo, inspector, usted se puede retirar. Usted está fuera de la jugada del demonio esloveno, así que, después que nos deje donde le indique, le conviene irse. Sería lo mejor para usted.

-          Sería pero no pienso bajarme. En mi sector han sucedido muchos asesinatos en pocos días y creo que es mi deber averiguar qué pasó. Además, quisiera agregar que dejen de decirme inspector, mi nombre es Ángel- y con parsimonia se tomó de los bigotes para volver a mesárselos y retando con la mirada a que lo contradijeran.

-          No tiene que venir… - comenzó con firmeza Carmen

-       Déjelo, si quiere venir que venga. Necesitamos manos en esta guerra así que es mejor que se quede – interrumpió Claudia con la misma determinación que Carmen y, para sorpresa de todos, se le veía bastante despierta.

-     Muy bien, muy bien – proseguí y cortando a Claudia- que se quede, pero ahora dinos hacia dónde vamos.

Carmen, que se veía que no estaba acostumbrada a que le impusieran cosas, sino más bien, a que ella las ordenara, hizo una mueca de disgusto. Se le quedó viendo al inspector y alzando su dedo índice lo señaló amenazadoramente pero sin argumentar nada en contra.

-          Dabog, como les decía, tiene espías apostados en todos los lugares que frecuentas. De esta forma se enteró de tu rutina ordinaria y no le fue difícil dar con tu casa y con la de Luis. Para ser sinceros, él cuenta con recursos de los que nosotros adolecemos. Tiene gente en todos los niveles sociales y de las más variadas profesiones así que él tenía más posibilidades de encontrarte. Nosotros no sabíamos en qué lugar del mundo vivías hasta que sucedieron los choques antes de tu primer encuentro con él. Una de nuestras estrategias, al no tener sus recursos, era seguir a sus espías desde las trincheras. Mientras seguíamos a uno de ellos, nos percatamos, por la forma en la que comenzó a comportarse, que algo raro sucedía. Normalmente no los atacamos para dejarlos hacer y, de esta forma, darnos cuenta si algo extraño surgía en el ambiente. En esta ocasión tuvimos que actuar. Lo cogimos después de una gran persecución por la ciudad pero desafortunadamente, después de un largo tiroteo,  quedó mal herido y al borde de la muerte solo susurró, con una sonrisa malévola en la cara, que te habían encontrado, que habíamos perdido la partida. Como comprenderás, nuestra urgencia por encontrarte se convirtió en desesperación.  El medallón no podía, no puede caer, en las manos malditas del demonio. Lo registramos y para nuestra gran fortuna, tenía fotos tuyas tomadas desde su teléfono, la dirección de tu casa y la rutina que seguías normalmente.  Nos pusimos en marcha con gran celeridad pero para cuando llegamos a tu residencia ya era tarde, toda ella se encontraba en un estado tan lamentable que supusimos que en verdad ya no teníamos nada qué hacer. Nos disponíamos a regresar a nuestra guarida cuando entró una llamada diciendo que acababas de dejar el banco veinte minutos antes y te encontrabas en la casa de tus amigos. Corrimos hacia allá y el resto ya lo conocen.

Todas esas historias me sonaban tan fantásticas que de no haber sido porque estaban sucediendo pensaría que estaba en medio de candidatos con cualidades suficientes para ingresar al manicomio de la ciudad.  Las preguntas se me agolpaban en la cabeza pero había algo que no encajaba del todo ¿cómo supieron quién era yo? Si los “buenos” de la película no sabían dónde encontrarme ¿cómo ellos sí? Por otro lado, eso de ser el portador del medallón era la primera noticia que recibía. Yo me consideraba de este país, me sentía orgulloso de ser ciudadano de este lugar y ahora venía una señora desconocida para mí para decirme que soy descendiente de ¡quién sabe quién! Seguramente dentro de mis antepasados hubo bandoleros y le robaron el medallón a alguien, ¡yo que voy a ser eslavo!, ¡nada más eso me faltaba! En el fondo no me sentía seguro de nada, me quería engañar diciéndome muchas cosas pero la realidad es, que las palabras de mi madre al dejarme el medallón me azotaban como un látigo inclemente en mi cabeza: “cuida de este medallón con tu vida, es lo más valioso que te dejo antes de irme a la tumba”. Con el dolor que me embargaba al ver cómo moría mi madre no pregunté por el significado de sus palabras. Se me vino un destello de luz a la cabeza, una idea que me parecía genial en esos momentos y le pregunté a Carmen:

-          Oye mira, yo sé que ustedes están metidos hasta las narices en esto, yo … honestamente… no tengo ningún interés en poner en práctica mis habilidades de “Street fighter” pero … ¿y si les doy el medallón y yo me olvido de él?

-          Cobarde – escuché la voz de Claudia mi lado, lo cual me dejó muy sorprendido.

-          No, no es cuestión de co…

-          No es posible – me cortó Carmen-. Solo el legítimo portador del medallón será capaz de usarlo.

-      ¿Te quieres bajar del coche? Ya decía yo que tenías un cierto aire gallináceo – comentó con ironía Ángel.

-       Cobarde – volvió a decir Claudia y me pareció observar un cierto aire de burla en la cara de Carmen. Suspiré.

-       Ok, ok, muy bien, yo solo lo comentaba como una posibilidad pero ¿cómo que usarlo? ¿Usarlo cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?

Carmen no contestó a mis preguntas sino que se limitó a mirar a las calles. Esa actitud me exasperó bastante pero no repliqué por el momento, ya tendría ocasión para interrogarla con calma. Faltaba muy poco para llegar a los lindes de la ciudad. Yo no conocía demasiado bien aquellos lugares, solía pasar por ahí cuando salía de paseo al campo pero nunca me había adentrado en sus calles.  Era un lugar oscuro, de mala muerte y peligroso para ser visitado durante las noches. Súbitamente, con mis recién despertados sentidos, percibí con bastante nitidez aquel sentimiento que nos llevaba a la autodestrucción: el odio. Aquella sensación hizo que me estremeciera hasta los huesos. Temí que Dabog estuviera cerca tendiéndonos una trampa pero al instante comprendí que no era posible por la ausencia de su inclemente frío. Miré los rostros de mis compañeros y comprobé que iban sumidos en sus propios pensamientos sin percatarse de aquel extraño sentimiento. Miré a mi alrededor y observé unas sombras moverse con rapidez dirigiéndose a unos coches cercanos a ellas.

-   ¡DETENTE! – le grité a Ángel. ¡REGRESA! ¡REGRESA! ¡GIRA EL VOLANTE!

Se oyeron gritos de sorpresa y Ángel paró en seco el automóvil.

-          ¿Pero qué ocurre? – preguntaron todos al unísono y espantados

-          ¡Ahí! ¡Miren! ¡Nos están esperando! – grité señalando hacia un costado de la calle.

-          ¿Dónde? ¿Quiénes? ¡Yo no veo nada! – expresó con enojo Ángel. Metió velocidad para disponerse a continua cuando Carmen gritó:

-          ¡PARA! ¿QUÉ NO ENTIENDES QUE ESTÁN AHÍ?- nos quedamos todos sorprendidos por la voz de mando que emanaba de aquella mujer. - ¡Nosotros no vemos nada porque nuestros sentidos no son como los de él pero él los siente y ve! Tenemos que llegar al cementerio a como dé lugar ¡Gira a tu derecha! ¡ahora!.

Ángel, con su pericia de policía entrenado, metió a fondo el acelerador y salimos disparados hacia donde le indicaba Carmen. Nos agarramos con fuerza a los asientos y con el corazón en la garganta me giré hacia atrás para ver si nos seguían. Pocos segundos después, divisé tres pares de faros que se dirigían a toda velocidad hacia nosotros. Alcancé a escuchar los rugidos de sus motores a toda velocidad que lograron que se me hiciera un nudo en el estómago. ¡Ahora sí que estábamos metidos en líos! A mi lado, Claudia gritaba a todo pulmón al conductor que acelerara, Carmen sostenía una pistola de alto calibre en su mano y gritaba que no parara el auto, Ángel conducía con mano experta el coche a toda velocidad y yo no pude mas que abrir los ojos desmesuradamente ante el inminente peligro ¿qué podía ser peor que ser perseguidos por una panda de bandidos asociados con un demonio y encima eslavo? Un disparo pasó sonando a nuestro lado perdiéndose en la oscuridad. ¡Ahí estaba mi respuesta! Los gritos de Claudia y míos se avivaron. Los nervios se dispararon hasta niveles insospechados y la adrenalina recorría nuestras venas como descargas eléctricas de alta tensión. Las pocas luces del exterior pasaban como manchas alrededor nuestro. Los vehículos de nuestros perseguidores estaban cada más cerca y descargas de metralla se dejaron oír. El cristal de atrás de nuestro coche estalló en mil pedazos y se oyó la voz de Ángel gritando:

-          ¡ABAJO!

-          ¡NO HACIA FALTA QUE NOS LO DIJERAS! – grité desde abajo del asiento.

Carmen sacó parte de su cuerpo por la ventanilla y comenzó a disparar con su pistola automática. ¿De dónde era aquella mujer? Mandona, lista y ahora hasta pistolera. No había tiempo para más, una nueva tanda de disparos se escuchaban a nuestro alrededor. Me atreví a asomarme por la parte trasera y vi con desilusión que seguían ahí detrás. Ángel giró con brusquedad en una avenida dejándose oír los pitidos de los automovilistas en señal de protesta y chirridos de llantas quejándose contra el pavimento. El velocímetro señalaba 160 km/hr. ¡Joer! ¡La multa la pagaría el inspector!

-          ¡MÁS RÁPIDO! ¡MAS RÁPIDO!- grité con desesperación a Ángel.

-          ¡HAGO LO QUE PUEDO!- contestó él sin perder la concentración en la calle.
De pronto, el inspector soltó una palabrota, giró el volante frenando el coche, cambió de velocidad y aceleró nuevamente.

-          ¿PERO QUÉ TE PASA? ¿QUÉ NO VES QUE TRAES GANADO FINO AQUÍ?- grité de nuevo y mirando por la ventana vi la causa de su reacción: más perseguidores. -¡ACELERA¡ ¡ACELERA!- le espeté al inspector.

Carmen seguía disparando. Parecía un ángel vengador cumpliendo una misión contra los agentes del mal. Pensé que no me gustaría hacerla enfadar demasiado ¡menudos macanazos me daría! De pronto un estallido detrás de nosotros, viré en esa dirección y vi como salía por los aires un vehículo de nuestros perseguidores, el de atrás de él no lo pudo esquivar y terminó por estrellarse junto a él. Salieron chispas por doquier debido a las láminas que rozaban el pavimento, bolas de fuego que despedían los coches y un estallido final que dejó en claro que esos ya no molestarían. Pero… no eran todos.

-       ¡HACIA EL NORTE! ¡TENEMOS QUE TOMAR LA INTERESTATAL YA!- ordenó Carmen a Ángel.

Obedeciendo, el inspector, giró el volante hacia el norte metiendo el acelerador a fondo. Claudia sollozaba de miedo en el asiento y no dejaba de gemir que nos iban a matar a todos. Carmen se sentándose dentro del coche, buscó dentro de su bolso sacando otra pistola.

-          ¿Sabes usar esto? – me preguntó bruscamente.

-          N…n…oo... – respondí balbuceando.

-          ¡Pues úsala! ¡Tenemos que llegar¡ ¿Me entendiste?- gruñó ella alcanzándome el arma.

La tomé con un sudor frío. Al sentir el frío metal sobre mi mano, por una razón insospechada, me reconfortó su contacto. La observé atentamente, nunca antes había utilizado un arma, no sabía exactamente cómo usarla y para cuando quise preguntarle a Carmen qué hacer, ella ya estaba de nuevo en posición disparando a los perseguidores. Me giré de nuevo, me puse de rodillas sobre el asiento y apunté. ¡BAAM! Sonó el primer disparo. Me empujó hacia atrás y casi de milagro no se me escapó otro tiro.

-          ¡TÓMALA CON FUERZA Y APUNTA A TU OBJETIVO! -  me gritó Ángel.

Respiré profundo, intenté relajarme, me puse en posición, tomé con fuerza el arma con las dos manos y disparé. ¡BAAM! Salté casi de alegría al ver que no me había caído con este nuevo disparo.

- ¡YEEEEESSSS!! – grité de por la emoción.

- ¡DEJA DE DECIR IDIOTECES Y DISPARA! – rugió Ángel

Me coloqué de nuevo, me volví a relajar y, enfoqué al blanco. Caí en la cuenta de pronto que, al tener una vista tan extraordinaria, podía ver con claridad hasta el más mínimo detalle. Veía a los hombres que nos perseguían, sus ropas, sus ojos llenos de odio y pude observar también que casi podía adivinar los movimientos siguientes del conductor. Se me vino una idea a la cabeza.

-          ¡DISPARA AL FARO DE LA DERECHA! – le grité a Carmen.

-          ¿QUÉ? – me preguntó ella

-          ¡QUÉ DISPARES AL FARO DE LA DERECHA! – le urgí

-          ¿PARA QUÉ? – me contestó ella

-          ¡SOLO HAZLO! – le contesté

Me miró con cara de interrogación, como decidiendo si me hacía caso o no.

-          ¡HAZLO!

Asintió con la cabeza y disparó como le había sugerido. Supe, desde un momento antes, que el conducto giraría el volante a la izquierda y justo un segundo antes disparé. La bala se metió justo en el pecho de él provocando que soltara el volante y dieran volteretas en el aire. Solo quedaban dos. Súbitamente un frio implacable se dejó sentir en el ambiente. Dabog estaba por llegar.

-          ¿CUÁNTO FALTA PARA LLEGAR?- grité

-          N…n…nooo.. mu… mu… cho- contestó Ángel empezando a tiritar.

¡Cielo Santo! ¡Está más cerca de lo creí! El policía ya está sufriendo el frío
.
-          ¡Carmen! ¡Ayúdale!- me apresuré a decirle

Carmen de un salto se puso al lado del inspector y ayudándole con el volante seguimos nuestra ruta. Me puse a disparar de nuevo para la visión se me nublaba por el frío y no acertaba un solo disparo. El frío era cada vez más intenso. Los dedos se me agarrotaban en el gatillo. “Un poco más por favor” “un poco más” pensaba. Las luces se apagaban, la oscuridad era cada vez  más intensa. Unos ojos rojos, llenos de odio, se posaron en mí. Escuché un ruido a mi alrededor de mí y de pronto: paz.