Al despertar de mi desmayo, me encontré acostado sobre una mesa de madera y rodeado de luces mortecinas. Por un momento, solo por un momento, no sabía qué hacía tendido en aquel lugar. Después de ese breve instante, la fuerza de los acontecimientos asaltó mis recuerdos de una forma cruel e inmisericorde que me hicieron dar un brinco precipitado al piso buscando inconscientemente la pistola en mi cintura; pero no estaba ahí. Pasé la mirada alrededor del lugar, dándome cuenta que era un lugar amplio, húmedo, sin ventanas, con una sola puerta como único acceso a donde me encontraba. Dirigí mis pasos hacia ahí poniendo a prueba mis nuevos adquiridos sentidos para detectar si escuchaba u olfateaba algo en el ambiente que me indicara algún peligro, sin embargo, nada me llegó que me dijera que algo extraño sucedía. Lo último que recordaba, era estar en aquel coche disparando entrando a un cementerio a gran velocidad con el demonio casi encima de nosotros, y después, perdí el conocimiento. Al abrir la puerta, me asombré que el grosor de las paredes, que soportaban la puerta, tenían alrededor de un metro de espesor y para mi mayor asombro, no estaban construidas de material sino de ¡piedra! Caí en la cuenta que no estaba dentro de una construcción sino en una cueva. Al cruzar finalmente al otro lado, me hallé ante un pasillo bastante oscuro que me obligó aguzar la vista para evitar golpearme con algo al caminar. A unos cien metros adelante, escuché voces sin llegar a entender lo que decían. Siguiendo el sonido di pasos lentos dirigiéndome a una puerta similar a la que había dejado atrás. Cuando llegué a ella dudé un instante antes de girar el picaporte, lo cual hice despacio e intentando no hacer ningún ruido, cosa que no sucedió porque estaba en muy buen estado y parecía que le daban mantenimiento. Al abrirla, tuve que sofocar un grito de asombro ya que me encontré en una amplia sala, bastante bien iluminada y con mucha gente alrededor. Mi primera impresión fue que todo un comando militar se hallaba reunido ahí. De la mayoría de ellos colgaban armas, cuchillos e incluso granadas que se sostenían alrededor de sus chalecos de corte miliciano. Todavía no salía de mi sorpresa cuando Carmen se me acercó con una gran sonrisa en su cara dándome la bienvenida con una señal de su mano. La acompañaba un señor de unos cincuenta años, vestido igual que el resto de los que se encontraban ahí.
- ¡Vaya! ¡Por fin has despertado! - En su voz no se notaba ningún reproche, pero aun así me sentí avergonzado de haberme desmayado segundos antes de entrar al cementerio.
- Hola Carmen – le alargué la mano para estrechársela, pero no le quitaba la vista al hombre a su lado. Carmen al darse cuenta de este detalle exclamó
- Él es Ron, jefe de la unidad militar del norte de América.
Ron era un hombre corpulento, perlo corto, mirada brillante y bastante intimidatoria. Sus brazos eran puro músculo pero algo en él indicaba que era poseedor de una gran inteligencia y sus movimientos eran bastante mesurados, pensados. Me extendió la mano de forma calurosa y me saludó con una gran sonrisa en el rostro.
- Me da gusto conocerte. Nos has dado grandes dolores de cabeza y ya Carmen te ha contado los problemas que tuvimos –. Ron se expresaba en un perfecto español sin llegar a quitar del todo el acento inglés que seguramente sería su lengua materna
- Gracias – contesté con una sonrisa menos efusiva pero intentando ser agradable-. Sí, es verdad, Carmen me ha contado que en los últimos días resulté ser un clavo pegado en la planta del pie, pero no es algo que yo haya buscado.
Mientras decía esto recorrí la sala buscando a Claudia y a Ángel. Me extrañaba que no estuvieran cerca para recibirme.
- ¿Dónde están mis compañeros de viaje? – pregunté sin dirigirme a ninguno de forma especial.
- Están comiendo algo y tú deberías también probar bocado, llevas ya muchas horas sin alimentarte. Ven conmigo, vamos a reunirnos con Claudia y con Ángel al comedor – y tomándome del hombro Ron me acompañó hasta ellos. Carmen, aduciendo otras cosas que atender, nos dejó solos.
Aquel lugar, fuera de toda imaginación, estaba equipado con todo lo necesario para resistir un ataque en forma. Por cualquier lugar que miraras veías armas, sistemas electrónicos, bazucas e incluso cinco HUMVEES estacionadas a la entrada de otra caverna que se divisaba a lo lejos. Ron observaba mi incredulidad y sonreía con complacencia al ver mi cara.
- ¿Increíble no?
- ¿Cómo es posible todo esto? ¿Dónde estamos? – pregunté mientras miraba extasiado aquel lugar.
- Estamos a unos cien kilómetros del cementerio por el que llegaste. Como has de saber, Chernabog o Dabog, el demonio que te persigue, no puede entrar a los cementerios por ser un lugar santo. Esa es la razón por la que llegaron hasta ahí ayer en la noche. En casi todos los cementerios tenemos guaridas que conectan por medio de túneles a salidas localizadas lejos de cada ciudad.
- ¿Túneles? ¿Los cementerios están construidos sobre túneles? ¿cómo es posible?
- No, no todos los cementerios, solo aquellos que se encuentran en las ciudades importantes, o bien, en poblados que consideramos estratégicos. La lucha con Dabog ha durado ya muchos años y a través de todos estos años hemos ido construyendo estos túneles. Date cuenta que para nosotros es de vital importancia seguir en la lucha teniendo lugares seguros donde trabajar. El lugar donde nos encontramos son unas cavernas localizadas en las montañas y las utilizamos como centro de operaciones en tu país.
- ¿Tienen lugares como estos en otros lugares? ¿y quiénes son ustedes? – pregunté tratando de irme dando una idea de con qué tipo de gente estaba.
- Sí, en efecto, en cada país tenemos unidades como esta y estas a su vez, están formadas por militares y civiles que funcionan como espías, todos ellos formados en servicios de inteligencia, uso de armas y defensa personal. Ya irás conociendo algunos que estarán en tu equipo.
- ¿Mi equipo? ¿Cómo mi…
- ¡Hola!
Interrumpí mi conversación con Ron al ver a Claudia sentada en una mesa del amplio comedor saludándome con la mano. Se veía mejor, limpia, vestida con ropas militares y con una sonrisa que le iluminaba el rostro. A su lado se encontraba Ángel, vestido de igual manera con un bocado en la boca haciendo gestos para que me acercara.
- ¿Estás bien? – preguntó Claudia analizando mi cara con cuidado- Ayer por la noche, cuando te sacamos del auto estabas muy pálido y tiritabas de forma espantosa.
- Sí supongo que me siento bien, al menos sigo completo – le di una sonrisa que salió forzada debido a que me avergonzaba el hecho de que me hubiera desmayado y darle ese espectáculo a todos ellos.
- Se te nota bien – terció Ángel-. Siéntate y come algo, eso hará que te sientas mejor. Te recomiendo la barbacoa recién hecha. Está buenísima.
Me alegró ver al inspector ahí. Era un hombre sereno, inteligente y bastante audaz. Había dejado la seguridad de su oficina, a su comandancia, para seguir en todo este embrollo. Demostró ser un hombre capaz de utilizar un arma y conducir un auto a gran velocidad sin perder el nervio. Tenerlo cerca era verdaderamente una gran suerte.
Me senté al lado de ellos con una bandeja con barbacoa que olía exquisita. Su olor llenaba mis sentidos dándome cuenta lo hambriento que estaba. Mientras comía en silencio el Ángel y Ron se enfrascaron en una plática sobre armas que yo no entendía mucho. Le di un vistazo a Claudia que se encontraba enfrente de mí. Se le veía demacrada y quizá un poco cansada, pero no dejaba de admirarme su gran entereza de espíritu. Su esposo, Luis, había muerto a manos del demonio no hacía mucho. También fue perseguida casi inmediatamente después sin tener oportunidad de enterrarlo apropiadamente y ahora aquí sentada, vestida como militar en un lugar lleno de soldados y espías. Hay que reconocer que las circunstancias la obligaron pero aun así, no dejaba de mostrar una gran fuerza de espíritu. Al terminar de comer me dirigí a Ron preguntándole acerca del equipo y cuáles serían los siguientes pasos.
- Lo primero que tienen que hacer, antes de dar el siguiente paso, es que los tres se entrenen para…
- ¿CÓMO QUE LOS TRES?- rugí- ¡Claudia está fuera de todo esto!
- ¿A sí? ¿estoy fuera de todo esto? ¿QUIÉN ERES TÚ PARA DECIDIR SI ESTOY FUERA O NO DE ESTO?- me contestó muy aireada y ofendida.
- Mira Clau – contesté tratando de apaciguarla-, no soy nadie para prohibirte nada pero ya perdí a Luis, no quiero perderte a ti también.
- Pues para que te enteres, yo perdía a Luis, y quiero estar en esto – puntualizó con severidad.
- Ron, Ángel... – busqué ayuda entre ellos pero solo miraban a la bóveda fingiendo ver cosas allá arriba.
- No podrás echarme, ni tú ni nadie, y si te molesta… es… tu… problema… ¿entendiste?
Solté un gran suspiro, bajé los hombres en señal de derrota y me concentré en Ron.
- Ron ¿en qué consiste el entrenamiento y cuál es el propósito?
- Mira chico – dijo esto de una forma un tanto paternal que me provocó rechazo instantáneo-, para poder enfrentar lo que viene tienen que estar en forma y sobre todo tener conocimientos básicos sobre armas y equipo especial. Harán un largo viaje y el camino no estará libre de peligros.
- ¿Perdón? ¿largo viaje? – aquí interrumpió Ángel-, ¿a dónde iremos si se puede saber?
- Al mismo lugar donde comenzó esta historia: Eslovenia.
- ¿Eslovenia?- dijimos en coro los tres
- Es el único lugar donde se puede usar el medallón para poder parar a Dabog. Para eso necesitarán ayuda para lograrlo. No podrás solo – lo último lo dijo clavando una mirada en mí causando un escalofrío en mi espira dorsal.
Ir a Eslovenia, eso no lo tenía presupuestado, en realidad nada de esto lo tenía presupuestado. Además, aunque yo era el portador del medallón, ¿cómo se suponía que tenía encerrar a Dabog? No tenía ni la más remota idea de lo que había que hacer con él.
- ¿Y si muero antes? ¿quién continuará con lo que se supone me corresponde hacer a mí? – pregunté con nerviosismo.
- Si llegara el caso que mueras… lo mejor es ponernos a… rezar. Eres el último de tu larga descendencia. Si mueres: no hay esperanza alguna.
Un sudor frío me recorrió el cuerpo. ¿Sería posible? ¿soy la última esperanza para detener todo este caos? ¿Seré acaso el héroe de la película o peor aún, el tipo que lo hecha todo a perder? Conociéndome, muy probablemente sería lo último. Pasaría a la historia como el tipo que pudo hacerlo pero al final: no pudo. Sentí vértigo y a punto estuve de caer desmayado de nuevo si no me hubiera agarrado a la mesa a tiempo. Respiré hondo tratando de recuperar el control de mí mismo. Estuve en silencio unos minutos más digiriendo las palabras de Ron. Levanté la cabeza poco a poco dándole una mirada a Ron y le pregunté:
- ¿Cuándo empezamos?
- Mañana por la mañana, a primera hora. Por lo pronto es importante que conozcas primeramente al equipo que los acompañará en este viaje. Acompáñenme por favor.
Mientras seguíamos al jefe militar, le susurré por debajo a Ángel “tú no tienes que ir. Piénsalo”. Ángel, con cara divertida y mesándose el bigote espeso que le cubría el labio superior me respondió “púdrete”. Me sorprendió la respuesta que me dio pero después de un breve instante me hizo sonreír y al mismo tiempo relajarme, al menos una cara conocida y serena vendría conmigo. En cuanto a Claudia, buscaría la forma de sacarla del barco antes que éste se hundiera sin remedio.
Llegamos a una especie de sala de conferencias, donde las mesas, acomodadas en forma de escuadra, encaraban una pared de la que colgaba una pantalla para el uso de proyector. Nos sentamos alrededor de ellas y Ron apretó un botón cercano a la pared y esperamos. Al poco tiempo llegó un grupo de mujeres y hombres vestidos con pantalones y chaquetas de color verde camuflajeado y las típicas botas militares.
- Les presento al equipo que estará en la misión con ustedes hasta el final. Klemen, Patrick, Vera, Jure, Courtney, Nicolai y Pedro.
Todos hicieron una leve inclinación de cabeza en señal de saludo, pero ninguno ofreció una sonrisa, ni siquiera de cortesía. Los ojos de los seis soldados estaban fijos en mí, observándome con ojos duros, intentando traspasar mis pensamientos. Supe desde ese instante que eran soldados bien entrenados y que sería difícil deshacerse de ellos.
- Todos ellos son leales a la causa. Están escogidos entre los mejores soldados que tenemos. Cada uno tiene alguna especialidad. Klemen, serbio, es un francotirador infalible. Patrick, inglés, genio de la tecnología. Vera, portuguesa, experta en explosivos. Jure, esloveno, conoce a la perfección el terreno al que van. Courtney, americana, por su tamaño es hábil en escabullirse por los lugares más recónditos, es una excelente rastreadora. Nicolai, ruso, jefe del equipo. Pedro, español, médico del equipo. Todos están bien entrenados en artes marciales y manejo de armas. Puedes confiar cien por ciento en ellos.
Los tres nos quedamos quietos, mirando a la pequeña unidad asignada a nosotros. Se veía a leguas, por sus cuerpos atléticos, que estaban acostumbrados al trabajo rudo y pesado. Si Ron lo decía, debíamos confiar en ellos.
- Hola ¿qué tal?- saludé con timidez
Ninguno dijo nada. Se limitaron a seguir mirándonos, quietos como piedras. De repente la chica que se llamaba Vera dijo en un tono irritado:
- ¿Y es éste es el que tenemos que cuidar?
- Vera… por favor – dijo Ron tratando de calmar los ánimos de la portuguesa
- ¡Pensé que al menos el portador luciría menos… menos… débil y soso! – continuó Vera enojada
¿Soso? ¿Débil? Un poco delgado sí pero ¿Soso? Me miré el cuerpo y no vi nada de lo que pudiera dar esa idea… ¿o sí? Miré a Ángel como preguntando si pensaba igual pero solo se encogió de hombros y luego busqué a Claudia pero solo se sonrió en forma extraña. En fin, que sea lo que sea, ella se iba comer sus palabras. Ya le enseñaría quién era débil y … soso.
- ¿Es posible salirse del equipo Ron? – preguntó Vera con un mal fingido disgusto en la cara.
- No, no es posible y si continúas con esa actitud te enviaré por una semana a limpiar letrinas – cortó con firmeza el jefe-. Y el resto de ustedes, entiéndanlo muy bien, si sé que alguno se le ha cruzado esa idea por la cabeza correrán la misma suerte- gruñó al final Ron.
Todos se quedaron callados pero era evidente que no les gustaba la idea, solo Nicolai, parecía divertido con la escena que acababa de presenciar. Después de unos minutos se me acercó lo suficiente para darme una palmada en la espalda y susurró: bienvenido.
4 comentarios:
Venga Arturo, ya retomaste esto, muy bien, a seguirlo. Que bien... Muy bien.
Gracias Arturo :-) sigue porfi ... Liz G.
Me dio hueva leerlo...perdon...jeje
Simplemente emocionante
e investigare que es HUMVVES. Redacción excelente!!!
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