Me sentía cansado, apaleado,
humillado y con dolor en todas mis articulaciones. Las últimas dos semanas
eran, por mucho, las peores que había tenido en muchos años, sin tomar en
cuenta los días en los que Dabog comenzó a perseguirme. El entrenamiento al que
nos tenían sometidos a los tres era bastante duro. El día comenzaba a las seis
de la mañana, para correr ocho kilómetros alrededor de las grutas. Regresábamos
a tomar una ducha de agua fría para fortalecer el cuerpo y terminar esa primera
parte con un desayuno que consistía en frutas, cereales y, si el cocinero
estaba de buen humor, podíamos a aspirar a unos huevos con tocino. Después nos
dirigíamos al área de armas donde nos explicaban cómo utilizarlas, cargarlas, limpiarlas
y en el que podría decir que no me sentía tan inútil después del tiroteo de la
ciudad. Antes de la comida, teníamos sesiones de lucha cuerpo a cuerpo, donde
invariablemente, me convertía en la bolsa de golpeo de casi todos de los del
equipo, a excepción de Claudia, que había demostrado habilidades
extraordinarias en rastreo satelital, y se la pasaba en la sala de operaciones
aprendiendo sobre el uso de todos los equipos electrónicos para ese fin. Por las tardes, nos explicaban como se
distribuían los “Fuertes”, que era así a como llamaban a los lugares como en el
que estábamos y eran las bases operacionales en cada país. De acuerdo a Ron,
era indispensable tener conocimiento de cada uno de ellos porque serían
nuestros contactos en cada país que atravesáramos.
Mientras me lamentaba en silencio
de mi situación actual, sentado en un sillón del área de recreación de la base,
observaba a la gente de mi equipo. Ángel, el inspector de policía que se unió a
nosotros después de los asesinatos de Luis y personal de un banco de la ciudad,
tenía en sus manos una magnum de 9 mm y discutía con Klemen sobre las ventajas
y desventajas de la pistola. Por tener formación policíaca, en las prácticas de
tiro y lucha cuerpo a cuerpo, no se le dificultó tener acceso, de forma
relativamente rápida, a la confianza y el respeto de los demás. Klemen, de
origen serbio y de unos 30 años de edad, era un francotirador infalible.
Aprendió su oficio por parte de su padre cuando salían de caza en las montañas
de su país. Era un tipo de 1.80 de altura, fornido, cabello castaño claro
y por lo general, su cara no solía
mostrar ningún sentimiento. Era el segundo de cinco hermanos y fue el único
sobreviviente en la mascare de su pueblo debido a un ataque por la gente de
Dabog al rehusarse a unirse a sus filas. A un lado de ellos Courtney, llamada
Shortney, o simplemente Short, debido a su altura, jugaba una partida de
ajedrez con Pedro, el médico del equipo. Shortney, de 21 años, lucía un cabello
rojo brillante que contrastaba con el verde de sus ojos. Era de natural alegre
y siempre mostraba una gran sonrisa que le iluminaba el rostro. Desde joven
había practicado ballet y acrobacia área en un poblado de Texas. Las familias
que se negaron a unirse al demonio fueron perseguidas por sus secuaces y muchas
de ellas fueron masacradas. La familia de ella logró huir pero su hermana mayor
no corrió esa suerte al ser alcanzada por una bala por la espalda. Pedro, de 40
años, era un español de carácter impulsivo y médico de profesión. Se unió a la
lucha después de que el hospital donde trabajaba fuera arrasado. Patrick, el
genio en tecnología, era un joven de 29 años y no tan atlético como el resto,
había sido el catedrático de ciencias más joven de la Universidad de Londres.
Su barrio corrió la misma suerte que el poblado de Klemen. Usaba gafas de fondo
de botella y siempre parecía feliz cada
vez que se encerraba en su laboratorio cibernético. Al fondo de la sala se
encontraban Nicolai y Vera jugando un partido de ping pong. Nicolai, el ruso,
militar de carrera, de 47 años de edad, actuó como espía del movimiento
anti-demonio desde la oficina de Estrategia Militar Rusa, interfiriendo para
evitar masacres en las poblaciones de su país, sin embargo, cuando fue
descubierto huyó para el Fuerte de Estados Unidos. Vera, portuguesa de 33 años
y bastante bonita, era una espía que se movía en los círculos sociales más
altos de la sociedad. Mientras realizaba ese trabajo, fue de gran utilidad
dando mucha información sobre políticos que eran cercanos al círculo de Dabog.
Su padre fue un geólogo muy renombrado en Portugal y le enseñó todos los
secretos sobre cómo utilizar explosivos sin causar daños colaterales. Fueron
traicionados por su ex novio, que era un tipo bastante celoso, que al darse
cuenta de su actividad habló con la policía. Antes de huir se encargó que nunca
volviera a denunciar al grupo. Por último Jure, un muchacho de 25 años de edad,
taciturno, jugaba con su cuchillo de doble filo apartado del resto del equipo.
Él era arqueólogo en su país. Disfrutaba de las largas caminatas por las
montañas y recorrió todo Eslovenia en busca de civilizaciones antiguas. Un día,
encontró una cueva en los Alpes Julianos con un signo que ya conocía por el
medallón, el triángulo encerrado en un círculo y alrededor de aquel lugar unos
cuerpos sin corazón. Se enteró de la historia que me fue contada por Carmen
(ver cap. IV) en el pueblo de sus antepasados. Al indagar más, se encontró con un
descendiente de Jaroslav llamado Jaroslav El Joven, que era jefe de la
resistencia en Elovenia, lo convenció de que se uniera a la lucha y ahora
formaba parte de mi equipo.
Una voz a mis espaldas hizo que
regresara de mis pensamientos. Era Carmen enfundada en uniforme militar y me dirigía
una sonrisa.
-
¿Qué haces aquí apartado del resto del grupo? –
me preguntó de una forma casual y sin dar muestras de darse cuenta de mi estado
de ánimo.
-
Bueno, al parecer sigo sin poder encajar en el
grupo que me han sido asignado. Es verdad que estamos metidos en el mismo
problema pero, para ellos, soy una carga
sin especiales habilidades para la lucha y que fungirán como niñeras en
los días siguientes – dije con desaliento y sin levantar la vista del suelo.
Carmen guardó silencio unos
momentos como sopesando las palabras que le había dirigido. Yo no me atrevía a
levantar la vista, no por pena, sino porque odiaría descubrir la compasión
pintada en su rostro. Yo no quería estar aquí, yo no quería ser el portador del
único medio para deshacerse de aquél demonio, pero si tenía que hacerlo, a
pesar de mis sentimientos encontrados, lo haría pero tampoco estaba dispuesto a
que me mostraran compasión por no ser lo que ellos habían esperado de mí. Daría
mi mejor esfuerzo en ello aun si eso representaba la vida misma.
-
No te preocupes por ellos. Darán su vida por ti
si es necesario pero por otro lado, debes comprender que las expectativas
creadas hacía el portador del medallón eran altas.
-
¿Eran? – respondí con asombro y con enojo. -
¿Con eso quieres decir que no valgo mucho después de conocerme?
Carmen sonrió al oírme decir
aquello, cosa que me molestó mucho más de lo que hubiera querido, y casi estuve
a punto de decirle que se quedaran con el medallón y todo su miserable equipo
cuando su voz volvió a escucharse impidiendo que saliera todo un torrente de
improperios de mi boca.
-
Es sabido por las leyendas antiguas, que el
portador, quienquiera que fuera éste, tendría que ser capaz de enfrentarse a Dabog,
cosa que hizo suponer a todos, que sería un hombre o mujer con excepcionales
capacidades físicas y versado en el arte de la lucha. No te sorprenda entonces
que se sintieran un tanto desilusionados cuando te conocieron. Pero habemos
algunos que no pensamos igual. Creemos que la verdadera fuerza del que lo
vencerá, no residirá tanto en su fortaleza física sino en su inteligencia y
cualidades interiores. El demonio es un ser sumamente inteligente y en una
lucha cuerpo a cuerpo es invencible, así que deja de preocuparte tanto por lo
que piensen de ti y ponte a estudiar al enemigo para hacerte una idea a quién
te enfrentas.
Las palabras de Carmen hicieron
que el enojo desapareciera por completo y viera las cosas desde una perspectiva
diferente. Estaba claro que la forma de ganarle a Dabog no era enfrentarse
físicamente a él, sino por el contrario, atraerle a aquella cueva para volver a
ser encerrado con el menor número de bajas.
Pasaron los días de la misma
forma que los anteriores, entre golpizas y aprendizaje de uso de equipos, pero
ahora, en los ratos libres me dediqué a investigar más al enemigo. No quedé muy
sorprendido al no encontrar gran cosa en las redes informáticas, estaba claro
que el demonio tenía un gran equipo que se dedicaba a ocultar la información
aunado a que tenía amigos poderosos en los gobiernos de los países. Uno de mis
intereses principales, era enterarme cómo funcionaba el medallón para que,
llegado el momento, supiera qué hacer pero al parecer, en la base en la que me
encontraba, nadie sabía algo al respecto.
A la quinta semana de estar enterrados
en la base militar, Ron reunió al equipo para darnos un comunicado. Para mí, y
para el resto del equipo, supuso un cambio de la rutina diaria de actividades.
En mi interior, deseaba salir de ahí, me sentía atrapado cuál sardina enlatada
y tener algo de acción pero el entrenamiento era necesario si quería tener
alguna posibilidad de sobrevivir. Nos sentamos alrededor de la mesa de
conferencias con Ron al frente. El silencio inundaba la sala y solo se
escuchaba la respiración del equipo en espera de lo que tenía que comunicarnos
el jefe de la base.
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Esperábamos en una choza vieja de
un poblado llamado La Presa, Texas. Afuera, el agua caía a raudales y casi daba
igual estar a la intemperie que dentro de esta habitación. Ron nos había
explicado que nuestra tarea era encontrar a un tipo llamado Jack que nos
proporcionaría documentos falsos e instrucciones para continuar el viaje dentro
de la zona estadounidense.
-
¿Hace cuánto que se fue Short? – preguntó
Nicolai, el jefe del grupo.
-
Aproximadamente dos horas comandante- contestó
Claudia sin levantar la vista de su tableta electrónica.
-
¿Has configurado el GPS con los mapas de la zona?
– volvió a preguntar Nicolai a Claudia que se había convertido en la líder de
comunicaciones del grupo junto con Patrick.
-
No todavía. Tener acceso a las redes o satélites
desde esta zona no es nada fácil. Todas están bloqueadas y necesitamos penetrar
sus firewalls sin ser detectados, como sabes, la zona fronteriza está dominada
por la gente de Dabog- respondió Claudia sin perder la concentración de lo que
estaba haciendo.
-
¿Patrick? – ahora Nicolai se dirigió al genio de
la tecnología
-
Estoy en ello comandante-. El delgado inglés
estaba detrás de una mini laptop conectada online con la tableta de Claudia.
-Solo necesito un poco más de tiempo antes de lograrlo.
A Nicolai se le podía notar
nervioso, hacía dos horas que la rastreadora del grupo, Shortney, se había ido a reconocer el terreno y
localizar a Jack pero seguía sin dar muestras de vida. Los demás del grupo nos
encontrábamos sentados en húmedo piso sin hacer gran cosa más que esperar.
Después de 30 minutos, Claudia y Patrick habían logrado romper los sistemas de
seguridad de los ordenadores y localizados rutas de escape pero la pequeña del
grupo, Shortney rondaría los 1.50 m de altura, no daba señales de vida.
-
Comandante – dije con voz no tan alta-,
permítame ir a buscarla.
-
Estás loco. Eres el único del grupo al que no
podemos arriesgar, sin tomar en cuenta claro… tus habilidades físicas-. Nicolai
logró sacar unas sonrisas al resto del grupo exceptuando al inspector.
-
Mire comandante – sin dejarme arredrar por su
tono de burla-, no podemos continuar si no tenemos esos documentos, de hecho,
sin esos documentos tendríamos que regresar al cuartel de donde partimos. De
todos los aquí reunidos, que tiene una habilidad que ninguno de ustedes tiene:
mis super sentidos. Puedo ver, escuchar y oler desde lejos y con una claridad
que nos ayudarían en este momento.
-
Mira, sé que puedes hacerlo, pero puede ir
cualquier otro del equipo – contestó todavía con un deje de burla en su voz
pero su mirada se había puesto más seria.
-
Con esta lluvia torrencial y los truenos que se
escuchan serían incapaces de ver o escuchar algo. Estoy dispuesto a ir ahora
mismo a buscarla… e iré- puntualicé esa última palabra con gran firmeza.
-
Yo soy el jefe de esta misión así que …
-
No estoy intentando mermar su autoridad
comandante – corté la frase de Nicolai -, solo le pido que lo considere, no
tenemos muchas opciones.
El comandante se me quedó mirando
por unos segundos reflexionando sobre lo que le había dicho. El silencio entre
los demás se acentuó esperando la respuesta de Nicolai y para mis adentros
pensé que ninguno se anotaría voluntariamente a la misión.
-
Muy bien, irás, pero con una condición, no te
arriesgarás a ir a solo. Llévate a Vera, la experta en explosivos y la más
capaz en la lucha si ésta llegara a presentarse.
Escuché un bufido detrás de mí
pero no me importó, había ganado un tanto a Nicolai y eso fue un tanto a mi
moral ya bastante decaída. Claudia nos dio un mapa con coordenadas del lugar
envuelto en un material transparente para evitar que se mojara. Afuera, el clima
estaba de los mil demonios, el viento azotaba nuestras caras y las gotas de
agua eran como pequeños alfilerazos en la piel. Estábamos a un kilómetro de
distancia de la choza y a unos 100 metros de un restaurant para camioneros a un
lado de la Mangana Hein Road. Nos
ocultaban unos matorrales del desierto además de la gruesa lluvia que caía
.
-
Muy bien Portador – escuché la voz de Vera a mi
lado, dándome el mote con el que me habían bautizado, con un tono de voz que no
dejaba ninguna duda el enojo que le causaba estar conmigo en la búsqueda de
Shortney - ¿cuál es el plan?
Sin contestarle todavía,
estudiaba el lugar en el que hacía casi tres horas Shortney había desaparecido.
Al lado izquierdo del restaurant se encontraban los tracto camiones
estacionados. Un poco más a la izquierda, una casa vieja de una planta de donde
no se percibía ninguna luz. Del lado derecho del establecimiento, se hallaba un
edificio que debía ser la bodega donde se realizaría el contacto. La bodega
colindaba con el descampado donde su frontera estaba marcada por una hilera
larga de árboles. El restaurant se veía iluminado y bastante animado pero en el
exterior no se veía ninguna persona. Lo más lógico era que Shortney revisara la
parte externa de la bodega así que con una seña le pedí a Vera que me siguiera.
Cruzamos la carretera a paso rápido dirigiéndonos hacia el descampado que se
hallaba a un costado de la bodega. Nos ocultamos detrás de uno de los árboles y
esperamos.
-
¿Ves algo? – me dijo en un susurro Vera, ahora
tensa, con sus sentidos en alerta y aunque vestía los lentes especiales para
uso nocturno no tenían el alcance de mi vista.
-
Nada… todavía. Se supone que este es el lugar
donde Jack nos daría los documentos pero no distingo ningún movimiento.
-
¿Crees que Shortney se adentró en la bodega?
-
Es posible, pero antes de dar un paso caminaré
unos doscientos metros más hacia… -l me detuve de pronto y levanté la cara como
si estuviera oteando el aire.
-
¿Qué pasa? ¿Ves algo? – preguntó Vera.
-
Espera… oigo voces – y concentrándome escuché
voces de hombres dirigiéndose a alguien.
-
“Así que
¿a qué hora era el encuentro de la reunión?” – era un voz masculina que
denotaba impaciencia y soltando un golpe oí un gemido. No supe distinguir si
era el gemido de una mujer o de un hombre pero en cualquier caso sería Jack o
nuestra compañera. – “Dinos donde se
encuentran y te dejaremos libre. Tú no nos importas gran cosa pero ellos tienen
algo que nosotros queremos” – otro golpe y un gemido más.
Con un gesto de la mano le señalé
a Vera que nos dirigiríamos a la parte posterior de la construcción. Dimos un
rodeo ocultándonos detrás de los árboles. Mi sorpresa fue grande cuando vimos algunos
automóviles parados ahí, con unas diez personas alrededor, todas armadas hasta
los dientes. Los matones estaban escondidos para cuando nosotros llegáramos con
el contacto. Vera me tocó el hombro y por medio de señas me dio a entender que
esperara ahí, ella colocaría explosivos alrededor de la zona para cubrir
nuestra retirada en caso de necesidad. No solo era muy bonita sino también
bastante valiente esta mujer. Los hombres que estaban enfrente de mí me dieron
lástima solo de pensar lo que les pasaría cuando se encontraran con ella de
frente. Mientras Vera se retiraba, me puse a analizar el edificio. Era de dos
plantas, hecho de lámina y sin ninguna ventana, probablemente tenía tragaluces
en el techo para permitir la filtración de luz. La entrada se hallaba por un
costado del edificio, y como era de esperarse, no había nadie cuidando esa
zona. Las esquinas del edificio, contaban con tuberías que funcionaban para la
caída el agua. Mientras seguía con el escrutinio de la bodega, vi sorprendido
una sombra en lo alto de ella. Era imposible verla si no se tenían mis super
sentidos pero ahí estaba, era indudable, era la figura de Shortney. Me
preguntaba por dónde subió al techo pero, por los comentarios acerca de ella,
era excepcionalmente habilidosa para esconderse y escabullirse. Una mano se
posó en mi hombro, di la vuelta con rapidez pero una mano se posó en mi boca –
ssshh soy yo-. Respiré con alivio al ver a Vera y le señalé el techo del
edificio pero al notar que no veía nada le dije –Shortney-. En su rostro se
reflejó el alivio y sonrió. La tomé del brazo y me la llevé a unos cien metros del
lugar para poder planear el ataque. No teníamos tiempo para esperar al resto
del equipo porque podrían matar a Jack y con ello, nosotros nos quedaríamos sin
las instrucciones ni documentos falsos.
-
¿Pusiste los explosivos? – pregunté a Vera en
cuanto estuvimos lo suficientemente alejados para evitar ser oídos.
-
Sí. Están situados para provocar un infierno en
cuanto sean activados – A continuación me explicó en dónde los había colocado
con lo que nos dejaba como ruta de escape el descampado.
-
¿Cuántas bengalas a control remoto tenemos a la mano?
-
Cuatro – respondió ella sin contratiempos.
-
Muy bien – dije sonriendo -. Este es el plan.
Los matones del demonio tenían ya
cuatro horas bajo la lluvia y, por los comentarios que alcanzaba a escuchar
estaban calados hasta los huesos y hartos de la espera. En el interior de la
bodega todavía escuchaba ruidos, por lo que deduje que Jack seguía con vida. Shortney
seguía en el techo sin poder bajar, y la compadecía bastante porque seguramente
estaría en la misma situación que los secuaces. Cuando Vera se colocó a mi lado,
pulsé el botón que dispararía las luces de bengala y en cuestión se segundos se
escucharon cuatro silbidos terminando en explosiones rojas en el cielo. Seis
guardias corrieron en distintas direcciones a los puntos de donde surgieron las
explosiones. Cuando llegaron a los puntos exactos cuatro detonaciones surgieron
de la nada haciéndolos pedazos. Pobres diablos, nunca se enterarían qué los
mató. Vera colocó las bengalas justo
donde había colocado varios de sus explosivos. Gritos estallaron dentro del
almacén y los cuatro pistoleros restantes corrieron para auxiliar al que al
parecer era el jefe. Pero antes de que pudieran llegar a la puerta, los
miserables habían caído bajo el fuego de nuestras armas. Vera y yo corrimos hacia
la entrada de la bodega y, siguiendo las
técnicas que me habían enseñado, no entramos imprudentemente sino que esperamos
agazapados en la puerta. Agudicé mi oído y pude contar siete respiraciones
dentro, uno de ellos tenía que ser Jack, así que eso hacía otros seis por vencer. Se lo hice saber
a Vera con las manos, y me pareció ver una pequeña sonrisa en su cara, pero fue
tan fugaz que me hizo pensar que fue mi imaginación. Me asomé ligeramente al
interior detectando unos contenedores de acero lo suficiente cercanos para
poder guarecernos de las balas de nuestros enemigos. Se los señalé a mi compañera
que asintió con ligero movimiento de cabeza y nos preparamos para correr a la
cuenta de tres. Hice la cuenta moviendo la cabeza y en cuanto di la tercera cabezada
salimos disparados hacia los contenedores. Los disparos no se hicieron esperar,
y solo escuchaba como rebotaban en el piso y en las láminas de las paredes pero
yo no me detuve a averiguar en dónde pegaban ni qué daño estaban ocasionando.
Al llegar al punto previsto, Vera ya me estaba esperando con una sonrisa.
-
¿Asustado novato? – me preguntó ella sin el tono
de burla que utilizaba normalmente conmigo sino más bien divertido.
-
Hasta los huesos – respondí yo con sinceridad.- ¡Pensé
que me asarían a balazos en esta primera entrada!
-
¿Puedes ver dónde se encuentran?
-
¿Tus lentes ya no funcionan o quieres deshacerte
de mí en cuanto asome la cabeza? – pregunté yo con el mismo tono de guasa que
ella me dirigió primero.
-
Tú eres el hipersensible aquí, así que ponte a
trabajar o te pondré a limpiarme las armas durante un mes novato – contestó
ahora ya en el mismo tono.
Me arrastré hasta llegar al
extremo del contenedor y enfoqué mis sentidos de la vista y el oído al máximo.
Ahora que tenía la adrenalina encima, parecían funcionar mejor que cuando solo
los utilizaba en “normal mode”, usando el modismo que Claudia utilizaba
conmigo. Extraño, ahora solo escuchaba seis respiraciones ¿habrán matado a
Jack? No lo sabía a ciencia cierta, solo
me quedó la esperanza de que no lo hubieran matado.
-
¿Así que ahora vienen por su amigo? – se escuchó
una potente voz detrás de los contenedores. – Él está aquí a mi lado, así que
si se entregan y me dicen dónde está el medallón lo dejaremos ir libre.
Respiré con alivio sabiendo que
Jack seguía vivo pero ¿entonces qué pasó con la otra respiración? ¿Por qué no
la escuchaba?
-
¡Ni hablar! – gritó Vera detrás de mí-. ¡Antes
muertos que darte la llave para mantener a tu dueño dentro de este mundo!.
Tomé nota mental del carácter de
Vera y prometí no hacerla enojar conmigo, para evitar escuchar esa voz
determinada y cortante como el acero cuando se dirigió a la voz desconocida.
-
¿Así que lo prefieren muerto eh? ¡Pues veremos si es verdad!
Escuché el click del arma y
grité:
-
¡Espera! ¡No lo mates todavía! – le hice señas a
Vera que por detrás de nosotros se acercaba alguien y en ese instante vi
ráfagas de fuego saliendo de su semiautomática. Uno más había caído. - ¡No
mandes a tus pistoleros todavía! ¡Hablemos por un momento!- Ahora escuchaba
seis respiraciones del otro lado ¿seis? Debían ser cinco ¿Cómo seis otra vez?
Vera me lanzó una mirada
interrogante pero la calmé con mi mano.
-
¡Veo que ahora quieren negociar! ¡Denme al tipo
del medallón y los dejaré libres!
Punto a nuestro favor, él no
sabía que yo era ese tipo y que no seríamos tan tontos como para arriesgarlo en
una misión como ésta. Afuera se escuchaba un griterío de gente provocado por
las explosiones pero nadie se acercaba debido al fuego que nos cercaba. Cinco
respiraciones. ¿Qué está pasando?
-
¡Yo no quiero morir por un tipo como ése! –
grité con fuerza y fingiendo desesperación- ¡A mí me obligaron a meterme en
esto pero sé que no estoy del lado del vencedor sino del vencido! – Miré a Vera
para tranquilizarla pero parecía que ahora ella entendía un poco el juego que
estaba jugando.
-
¡Maldito! – gritó a su vez y me pregunté si en
realidad lo había entendido.
-
¡Únete a nosotros y tendrás tu recompensa amigo!
¡Dabog es generoso con aquellos que se le unen por propia voluntad! – gritó el
hombre.
Cuatro respiraciones. Había que
seguir el juego. Con un gesto de mi mano le indiqué a Vera que rodeara por donde
había matado al anterior. Ella se movió sigilosamente y yo disparé para simular
su movimiento.
-
¡No huyas! ¡Aunque quieras no podrás salir de
aquí! – grité con furor y disparando al lugar donde anteriormente se encontraba
ella.
-
¡Maldito perro! ¡Aunque yo muera no te saldrás
con la tuya! ¡Y yo que confiaba en ti! – sí claro pensé con ironía, hasta hace
unas tres horas no parecía eso.
Tres respiraciones. Quedaba solo
él .
-
¡Estás
rodeado amigo! ¡Tanta palabrería te ha vuelto arrogante pero ahora no tienes
salida! ¡Entrégate tú o morirás igual
que tus amigos! – me dirigí a él intentando parecer rudo y con voz potente.
Silencio. Seguían las tres
respiraciones pero me imaginaba su cara de incredulidad al escuchar lo que
había dicho. Sonó un click en ese momento y una detonación. Salí corriendo de
mi escondite gritando un ¡NO! Pero me detuve al instante al ver con sorpresa la
cara de alegría de Shortney y a su lado con vida a Jack.
-
Bienvenido novato – fue su saludo dándome la
mano.
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