miércoles

Cronica de una mañana de otoño

Hoy por la mañana me he dado cuenta de lo miserable y falto de consideración que puede ser un espejo. No solo es el hecho de levantarte, poner el pie desnudo en el suelo frío y arrastrar tu humanidad hasta el baño, sino el tener que soportar, al mirarte en el dichoso espejo, ese ser que el día anterior estaba lleno de vida en estado tan lamentable. La cosa cambia cuando sales de casa rumbo al trabajo y te da el primer golpe de aire fresco en la cara. El trinar del único pájaro que se oye (no sé dónde se habrán metido los demás, quizá estarán deprimidos al verse reflejados en el espejo de mi baño), te llena el corazón de alegría y optimismo. El buenos días del señor que se encuentra barriendo su casa te devuelve la fe en tus semejantes. El perro que siempre se esconde para espantarte en cuanto pasas por ahí ¡está dormido!. Al llegar a tu oficina la secretaria te recibe de buen humor y tu mejor amigo, que en este caso también es mi socio, te juega la primera broma del día. En fin, que todos estos signos reunidos te hacen pensar que el día de hoy será un día estupendo, que aunque haya sus problemas, podrás salir avanti de ellos.

Quisiera agregar unos versos de Juan de la Encina a propósito del optimismo y contento que siento el día de hoy y que no me hagan olvidar el verdadero sentido de la alegría:

Amor que no pena
no pida placer,
pues ya le condena
su poco querer;
mejor es perder
placer por dolores,
que estar sin amores.

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