viernes

El Fraude (la crisis de una amistad)

Hasta hace un momento revisaba la página de mi facebook cuando me encontré una foto de hace años en la que aparecemos varios amigos arriba de una camioneta. En esa foto aparecen Germán, Rafa, Lalo Arriaga y su servidor. Era la semana de las Josefinadas y estábamos a punto de comenzar el tan esperado rally anual en dónde se competía, no solo por llegar primero, sino por el arreglo de los coches en los que había que poner verdadera creatividad para que se vieran mu bien disfrazados. La verdad no recuerdo algún diseño en especial pero sí puedo comentar que los nuestros, a pesar que éramos varones con  poca capacidad para la decoración, nos divertíamos de lo lindo usando globos y la grasa  para zapatos para poner estupideces en los coches.

Hay que aclarar antes que estos rallies no era un evento más sino que era EL evento del año y que todo el colegio estaba al pendiente de esta magnífica carrera. La pregunta que podría  nacer en este momento sería: ¿por qué era el evento del colegio si había otros tantos que nos quitaban el aliento por igual, por ejemplo, los torneos del fútbol? Es verdad, estaban los torneos, el concurso de la canción, etc pero, el rally era especial porque representaba un desafío por toda la ciudad, nos hacía sentir que pertenecíamos a un evento muy especial y competíamos con todo un colegio - en una sola mañana- poniendo toda nuestro ingenio. El evento comenzaba a las 8 en punto de la mañana colocando los coches dentro de la escuela en las canchas de basquetbol para que el jurado pudiera decidir el mejor diseño. Ni que decir que el ambiente era inmejorable, que nos reíamos unos de otros de los arreglos que habíamos hecho en los coches y el que arrancara más risas entre los amigos era motivo de orgullo porque significaba que lo habías hecho muy bien. Obviamente NUNCA nos enteramos cuáles eran las reglas de la competición de decoración automotriz pero la realidad es que nos importaba muy poco porque lo importante era la convivencia con todos tus amigos. El siguiente momento era el más esperado de todos: la entrega de la primera pista y el silbatazo de salida. Los motores rugían esperando ese momento, hago un  paréntisis para dar luz a la frase "rugían" ya que los motores no eran otros como un Datsun, una VAM o una camioneta DART pero que nos hacían tocar el cielo pensando que éramos LOS pilotos del momento. El rally en sí constaba de varias pistas repartidas a lo largo de toda la ciudad. Las pistas se dividían en dos partes. la primera era resolver un acertijo  para llegar a la siguiente base y la segunda en contestar o llevar cosas a esa base. Si pensamos que llevar "cosas" era algo sencillo estaríamos equivocados porque eso era lo realmente divertido de todo el rally. Esas "cosas" eran como llevar una papa cocida y si no eras ducho en ortografía -cosa que pasábamos por alto muchas veces-  llavabas una papa coSida. Otra "cosa" podría ser vestirte de los personajes del Chavo del Ocho y llegar a la base bailando y haciendo estupideces para que te calificaran. Era una mañana espléndida que solo recordarla me hace reír de tanta tontería que hacíamos.

De los rallies que se me vienen a la memoria, lo coches que tuvimos que "diseñar" estuvieron: el Patamóvil - el Datsun de Roberto Palacios- la Aguacata, la Gremlin verde de Ángel, la camioneta de Lalo Arriaga y no estoy seguro si alguna vez corrimos en el coche del papá de Rafa que era un Dart café. El caso fue que en uno de los rallies, me parece que fue nuestro último año de prepa, cuando sucedió .... ¡¡el fraude!!.

Buscando en el diccionario de la RAE me encuentro que la definición de fraude es:

"Acción contraria a la verdad y a la rectitudque perjudica a la persona contra quien se comete"

Sí, durante años hemos vivido todos estos años pensando que todas las carreras fueron .. ¡limpias! pero... en ¿realidad así sucedió? Nunca lo sabremos, al menos ¡NO EN ESTA VIDA! Las opiniones se encuentran divididas en dos: Ellas dicen que no y el resto de la humanidad dice que sí hubo fraude. Antes de continuar hay que decir que el grupo  de "ellas" eran cuatro, las cuatro mas listas del colegio: Alicia, Malú, Raquel y si mal no recuerdo Chivis. En honor a la verdad no se si eran las MAS listas pero para algunos de nosotros sí que lo eran. El segundo grupo lo formaban el grupo  de los NO más listos del colegio: Ángel, Rafa. su servidor y en este momento se me va de la memoria el cuarto integrante. Ellas compitieron en el Mustang de Alicia y nosotros en la Aguacata de Ángel. Como se puede ir viendo, las ventajas se ven muy claras ya: nosotros estábamos por encima de ellas en inteligencia, creatividad y motores. La ciudad la atravesamos cual bólidos haciendo todo lo que nos pedían y llegamos ANTES que  ellas, de hecho por MUCHO tiempo antes que ellas. Todo hacia pensar que seríamos los ganadores pero ¿qué ocurrió? ¿en dónde se torcieron los hilos del destino? ¿quién en sus cinco sentidos pudo imaginar el resultado final? ¿quiénes fueron los jueces de ese día? Todo quedó gurdado en los "Archivos Secretos de los Rallies" y nunca nadie más pudo tener acceso a ellos. Cuando todos escuchamos el resultado ganador se nos salian los ojos del desconcierto, sorpresa, pasmo, estupefacción, chasco, exclamación, perplejidad, susto, conmoción, sobresalto y estupor al saber que los ganadores del rally fueron .... !ELLAS!

Aunque TODOS hemos sido conscientes del tamaño de este fraude nos hemos reído mucho a lo largo de los años y nos ha unido como amigos a casi todos nosotros y digo casi todos porque algunos ya nos han dejado como nuestra querida Chivis. El recordar todas estas anécdotas, no solo es revivirlas y sonreír, sino pensar que nuestros amigos siguen ahí porque han sido  parte de nuestra historia y de lo que somos en la actualidad. A todos ustedes un abrazo muy afectuoso y cariñoso y ojalá, aunque estemos lejos físicamente, la amistad siga fuerte hasta el final de nuestros días. 

martes

Libros: Los bandidos del Río Frío

Dentro  de la vena literaria que todos tienen, o algunos lo intentan, les recomiendo ampliamente un libro que leí hace tiempo y lo recordé al ver el título guardado en mi librero. "Los banadidos de Río Frío" de Manuel Payno, es un  libro obligado si les gusta la historia del México y enmarcado dentro del siglo XIX. Es de corte costumbrista y los personajes están tan bien delineados que los que hemos conocido, o  convivido, con gente del México antiguo, nos daremos cuenta que son un  retrato fiel de cada uno de los incluidos en la novela. Está escrito de forma amena y, sin hacer uso de un  lenguaje rebuscado, nos va llevando por las diferentes viscisitudes de la gente de esa época.

Lo que pudiera, en  cierta forma, "afectar" a la lectura es la cantidad de personajes que contiene pero hay algunos inolvidables que harán de la lectura algo bastante interesante. Entre ellos encontramos al Licenciado Lamaparilla, Juan Robreño que luego se convierte en  "Marcos", Evaristo el tornero, el coronel Relumbrón (inspirado  en  el coronel Juan Yáñez), Cecilia la vendedora de fruta, entre otros. Ante la pregunta de qué nos podemos esperar de esta lectura pensaba que además de mostrarnos el México de esos años, nos enseña un mosaico de personalidades, historias múltiples y la vida de las diferentes clases sociales que imperaban en esos momentos de la historia mexicana.

Si tienen oportunidad de leerlo, no de lerlo, se los recomiendo como un libro que no puedes dejar de pasar.


jueves

Recuerdos

Hace tiempo que traía en la cabeza el escribir de nuevo en este espacio que inició  hace ya muchos años y que he dejado también por otros tantos. Una excusa, que en realidad es verdad, es que tengo muchos y tan variados temas que no me decido por cuál empezar o por qué línea seguir este blog. Temas tales como ciencia, humanidades, la vida ordinaria o historias fantásticas que pugnan por salir de mi cabeza. Por otro lado, la falta de tiempo hace mella también en esta actividad que lo requiere y que te absorbe como una esponja se bebe el agua que se encuentra y es incapaz de dejarla a ir a menos que la exprimas. He de decir que no es queja, y ni mucho menos tengo la inteción de cortarme las venas ante esta realidad que se me impone como un hecho ineludible. Pretendo, y eso es lo que quiero decir, pretendo ir escribiendo en la medida que la vida, y sobre todo el tiempo, me lo permita para poder continuar con este blog que me niego a dejar como un niño se niega a dejar su juguete preferido. 

Aprovecho para comentar también, a raíz de mi pasado cumpleaños, sobre unos recuerdos que me asaltaron de forma inexorable al ver las tantas y variadas felicitaciones que me hicieron llegar. No se la razón por la cual me acordé de esta anécdota, ni voy  hacer el intento de aclararlo pero sucedió cuando cursábamos el segundo  año de prepa. Terminábamos la clase de dibujo con Quico y estábamos en una sola mesa trabajando Alicia, Gerardo González, Malú y yo cuando, a una de ellas, -Gerardo y yo éramos incapaces de pensar, maquinar u llevar a cabo una acción tan perniciosa como volarse una clase (biología era la que nos tocaba al final del día)- se le ocurrió irnos en cunclillas pegados a la pared para que el profesor no descubriera que dábamos por terminado el día de clases. Si ustedes recuerdan, el salón de dibujo estaba en el pasillo que daba al laboratorio al final del pasillo, luego estaba doble (nuestro salón),  después socio que hacía conexión con el pasillo de las escaleras. El plan era magnífico, estupendo, ideado por esas mentes brillantes que eran Alicia y Malú seguido por dos chicos inocentes e imberbes iniciados por los caminos del mal. Ángel, si algún día lees esto,  por favor no pienses que has sido seducido por esos caminos como lo fuimos nosotros. El caso es, íbamos los cuatro en fila india pegados a la pared sin que Silos nos pudiera ver. Todo marchaba sobre ruedas, un paso tras otro, disfrutando de nuestra próxima libertad no condicionada, pensando en los placeres que nos daba no estar ya en la clase de Biología cuando una voz desde lo alto nos preguntó: ¿a dónde van?Podrán pensar lo que quieran pero no, no era Dios el que nos hablaba desde las alturas sino la voz de nuestro muy preciado director Padre José Luis Pacheco. Sorpresa en nuestras caras,  risas contenidas, y desacierto en nuestros en los ojos hicieron mella en esos cuatro corazones aventureros que bajo la voz de mando de una de ellas que dijo "media vuelta ya!" deshicimos el camino de la misma forma que la hicimos de vuelta: pegados a la pared para que no nos viera Silos hasta que llegamos a la puerta y nos dejaran entrar. 

Es una pequeña anécdota que me hizo sonreír y quise compartir con ustedes para poder arrancárselas a ustedes de la misma forma. Un abrazo a todos

miércoles

El Restablecimiento de la Filosofía

Aquí es dejo un ensayo de uno de mis escritores y pensadores favoritos: G.K. Chesterton. Disfrútenlo. ¡Es demasiado bueno!.

La mejor razón para un resurgir de la filosofía es que, a menos que un hombre tenga una filosofía, le ocurrirán cosas horribles. Será práctico; será progresista; cultivará la eficiencia; confiará en la evolución; realizará el trabajo que tenga más a mano; se dedicará a los hechos, no a las palabras.
Así, derribado por un golpe tras otro de ciega estupidez y fortuito destino, andará dando tumbos hasta una muerte miserable, sin otro consuelo que una serie de reclamos, tales como los que catalogué antes.
Todo eso no es más que un simple sustituto de los pensamientos. En algunos casos son los apéndices y los últimos extremos de los pensamientos de otro.
Eso significa que un hombre que se niega a tener su propia filosofía no tendrá siquiera las ventajas de una bestia bruta, que vive según su instinto. Sólo dispondrá de los restos usados de la filosofía de algún otro; y eso es algo que las bestias no se ven obligadas a heredar; de ahí su felicidad.
Los hombres siempre tienen una de estas dos cosas: o una filosofía completa y consciente, o la aceptación inconsciente de los pedacitos rotos de alguna filosofía incompleta, destrozada y a menudo desacreditada. Esos pedacitos son las frases, que ya cité: eficiencia, evolución y todo lo demás.
La idea de ser ‘práctico’, así aislada, es todo lo que queda de un pragmatismo que no puede sostenerse en pie del todo. Es imposible ser práctico sin un ‘pragma’. ¿Y qué ocurriría si acudiéramos al primer hombre práctico que encontremos y le preguntáramos al pobre por su ‘pragma’? Hacer el trabajo que tenemos más cerca es una tontería evidente; aunque esto se haya repetido en muchos álbumes. En nueve casos de cada diez significaría realizar el trabajo para el cual estamos menos capacitados, tal como limpiar ventanas o golpear al guarda en la cabeza.
‘Hechos, no palabras’ es en sí mismo un ejemplo excelente de ‘Palabras, no pensamientos’. Es un hecho arrojar una piedra a un lago y es una palabra la que envía un recluso a la horca. Pero la verdad es que existen palabras absolutamente fútiles, y esta especie de filosofía periodística mezclada con ciencia popular está formada casi enteramente por ellas.
Algunos temen que la filosofía los aburra o los aturda, porque creen que no sólo es una retahíla de palabras largas, sino una maraña de ideas complicadas.
A esas personas se les escapa el aspecto más importante de la moderna situación. Esos son exactamente los males que todavía perduran, principalmente por falta de una filosofía.
Los políticos y los periódicos siempre están usando palabras largas. No es un completo consuelo que las usen mal. Las relaciones políticas y sociales se han complicado más allá de toda esperanza.
Son mucho más complicadas que cualquier página de metafísica medieval; la única diferencia está en que los hombres de la Edad Media podían desenredar la maraña y seguir las complicaciones; y los modernos no pueden. En nuestros días las cosas más prácticas, como las finanzas y la política, son terriblemente complicadas. Nos contentamos con tolerarlas porque nos contentamos con comprenderlas mal, no con entenderlas.
El mundo de los negocios necesita de la metafísica… para que lo simplifique.
Sé que estas palabras serán recibidas con desprecio y con ásperas aseveraciones de que éste no es momento para tonterías y paradojas, y que lo que realmente se necesita es un hombre práctico que venga y aclare el problema.
Y sin duda aparecerá un hombre práctico, uno de la interminable sucesión de hombres prácticos; y sin duda vendrá y sacará unos cuantos millones para él mismo y dejará el lío más embarullado que antes; como ha hecho anteriormente cada uno de los demás hombres prácticos.
La razón es perfectamente simple. Este tipo de persona un tanto burda e inconsciente siempre añade algo a la confusión; porque él mismo tiene dos o tres diferentes motivos en el mismo momento y no distingue entre ellos.
Ya enredados en su mente, sin esperanza, un hombre tiene: 1º. un intenso y humano deseo de enriquecerse; 2º, un deseo un tanto pedantesco y superficial de progresar y marchar de acuerdo con el mundo; 3º, un profundo disgusto porque lo crean demasiado viejo para estar a la altura de la gente joven; 4º, un cierto patriotismo o espíritu público, vago pero genuino; 5º, un concepto falso de un error cometido por H. G. Wells, en la forma de un libro sobre la evolución.
Cuando un hombre tiene todo esto en la cabeza y ni siquiera trata de clasificarlo, mediante consenso y aclamación unánime es llamado un hombre práctico.
Pero no se puede esperar que el hombre práctico enmiende la impracticable confusión, pues no puede aclarar la confusión de su propia mente, y mucho menos la de su propia comunidad y civilización, extraordinariamente complejas.
Por algún motivo extraño, se acostumbra a decir que este tipo de hombre práctico ‘conoce sus propias ideas’. Pero naturalmente, eso es lo primero que no conoce. En unos pocos casos afortunados, tal vez sepa lo que quiere, como lo sabe un perro o un chiquillo de dos años; pero ni aun entonces sabrá para qué lo quiere. Y es el cómo y el por qué lo que se debe considerar cuando se investiga el modo en que cierta cultura o tradición ha llegado a verse en un embrollo.
Lo que necesitamos, como lo comprendieron bien los antiguos, no es un político que sea también hombre de negocios, sino un rey que sea filósofo.
Pido disculpas por la palabra ‘rey’, que no es estrictamente necesaria al sentido, pero sugiero que precisamente sería una de las funciones del filósofo detenerse en tales palabras y determinar su importancia o su falta de importancia.
La República Romana y todos sus ciudadanos tuvieron hasta el final horror a la palabra ‘rey’. En consecuencia, inventaron y nos impusieron la palabra ‘emperador’.
Los grandes republicanos que fundaron América también tenían horror a la palabra ‘rey’, que por tanto reapareció con el especial matiz de Rey del Acero, Rey del Petróleo, Rey del Cerdo y otros monarcas similares, hechos de materiales similares.
La labor del filósofo no es necesariamente condenar la innovación o negar el distingo. Pero tiene el deber de preguntarse qué es exactamente lo que hay en la palabra ‘rey’ que le disgusta a él o a otros.
Si lo que le disgusta es que un hombre use la piel moteada de un animal llamado armiño, o que un clérigo le coloque a un hombre un aro de metal en la cabeza, decidirá de un modo. Si lo que le disgusta es que un hombre tenga vastos e irresponsables poderes sobre otros hombres, puede decidir de otro modo. Si lo que le disgusta es que la piel o tales poderes pasen de padre a hijo, deberá averiguar si esto ocurre actualmente en el mundo del comercio.
Pero, de todos modos, tendrá la costumbre de examinar el asunto por el pensamiento, por la idea de lo que le gusta o le disgusta; y no sólo por el modo como suena una sílaba o como lucen tres letras que comienzan con una ‘R’.
La filosofía es sólo pensamiento que ha sido pensado. A menudo es muy aburrida.
Pero el hombre no tiene alternativa, entre sufrir la influencia de pensamientos que han sido pensados y no sufrir la influencia de pensamientos que no han sido pensados. Esto es lo que comúnmente llamamos cultura y civilización hoy en día.
El hombre siempre sufre la influencia de alguna clase de pensamientos, los propios o los de algún otro; los de alguien en quien confía o los de alguien de quien nunca oyó hablar; pensados de primera, segunda o tercera mano; pensados a partir de desacreditadas leyendas o de rumores no verificados; pero siempre algo con la sombra de un sistema de valores y una razón para su preferencia.
El hombre siempre examina todo por medio de algo. La cuestión aquí es saber si alguien examinó alguna vez el examen.
Tomaré un ejemplo entre los mil que existen. ¿Cuál es la actitud de un hombre común cuando se le cuenta un suceso extraordinario: un milagro? Me refiero a eso que vagamente se llama sobrenatural, pero que tendría que llamarse más exactamente preternatural. Pues la palabra sobrenatural se aplica sólo a lo que es más alto que el hombre y una buena cantidad de milagros modernos tienen la apariencia de venir de lo que es considerablemente más bajo.
De cualquier modo, ¿qué dicen los hombres modernos cuando aparentemente se los confronta con algo que (por usar la trillada frase), no puede explicarse naturalmente?
Pues bien, la mayoría de los modernos, de inmediato se pone a decir tonterías. Cuando algo así se menciona corrientemente, en novelas, diarios o revistas, el primer comentario es siempre algo parecido a: “¡Pero, mi querido amigo, estamos en el siglo XX!”.
Merece la pena tener ciertos conocimientos de filosofía, aunque sea sólo para evitar hacer el tonto de un modo tan horrible. A fin de cuentas tiene menos sentido que decir: “¡Pero, mi querido amigo, estamos a martes por la tarde!”. Si los milagros no pueden ocurrir, no pueden ocurrir ni en el siglo XX ni en el XXI. Si pueden ocurrir, nadie sería capaz de probar que existe una época en que no puedan ocurrir.
Lo mejor que puede decirse del escéptico es que no puede decir lo que quiere expresar, y sea lo que sea lo que quiere expresar, no puede expresar lo que dice. Si sólo quiere decir que se puede creer en los milagros en el siglo XII, pero no se puede creer en ellos en el siglo XX, entonces se equivoca nuevamente, tanto en la teoría como en la práctica.

Se equivoca en la teoría porque el reconocimiento inteligente de las posibilidades no depende de una fecha sino de una filosofía. Un ateo podría no creer en el siglo I y un místico podría seguir creyendo en el siglo XX.
Y se equivoca en la práctica, porque todo muestra que habrá muchos milagros y mucho misticismo en el siglo XXI; y sin duda alguna su cantidad va en aumento en el siglo XX.
Pero sólo he tomado esa primera agudeza superficial porque hay un significado en el simple hecho de que viene primero; y su misma superficialidad revela algo de lo subconsciente. Son agudezas casi automáticas; y las palabras automáticas tienen cierta importancia en psicología.
No seamos demasiado severos con el digno caballero que informa a su querido compadre que estamos en el siglo XX. En las misteriosas profundidades de su ser, hasta ese enorme asno en realidad quiere decir algo.
El quid de la cuestión es que no puede explicar lo que quiere decir; y esa es la razón para una mejor educación filosófica.
Lo que quiere decir es esto, poco más o menos: “Hay una teoría que explica este misterioso universo, por la cual, en realidad, se inclinó cada vez más gente durante la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX; y hasta ese punto al menos, la teoría creció con los inventos y los descubrimientos de la ciencia, a los que debemos nuestra actual organización –o desorganización- social. Esa teoría sostiene que causa y efecto han obrado desde el principio en una ininterrumpida secuencia como un destino inalterable; y que no hay voluntad tras ese destino; de modo que debe obrar por sí misma en ausencia de esa voluntad, como una máquina debe funcionar en ausencia del hombre. En el siglo XIX hubo más personas que sostuvieron esa particular teoría del universo. Yo, personalmente, la sostengo, y por lo tanto es evidente que no puedo creer en milagros”.
Todo eso tiene mucho sentido; pero también lo tiene la afirmación contraria: “Yo no sostengo esa teoría; y por lo tanto es evidente que puedo creer en los milagros”.
La ventaja de un hábito filosófico elemental es que le permite a un hombre comprender, por ejemplo, una afirmación como esta: “Si puede o no haber excepciones a un proceso, depende de la naturaleza de ese proceso”.
La desventaja de no tener ese hábito es que un hombre se impacientará ante esa perogrullada tan sencilla; y lo llamará jerigonza filosófica. Pero seguirá hablando y dirá: “No podemos tener esas cosas en el siglo XX”. Y eso es verdadera jerigonza.
Sin embargo seguramente se le podría explicar la primera aseveración en términos bastante sencillos. Si un hombre ve que un río corre cuesta abajo día tras día y año tras año, está muy justificado en calcular, hasta podríamos decir en asegurar, que seguirá así hasta que desaparezca.
Pero no está justificado para decir que no puede correr cuesta arriba hasta que sepa realmente por qué corre cuesta abajo. Decir que lo hace por gravitación responde a la cuestión física y no a la filosófica. Sólo repite que hay una repetición; no toca la cuestión más profunda de si esa repetición puede ser alterada por cualquier cosa fuera de ella. Y eso depende de si hay algo fuera de ella.
Por ejemplo, supongamos que un hombre ha visto al río en sueños. Puede haberlo visto en un centenar de sueños, siempre repitiéndose y siempre corriendo cuesta abajo. Pero eso no impediría que el sueño centésimo fuera distinto y el río trepara la montaña; porque el sueño es un sueño y hay algo fuera de él.
La simple repetición no prueba la realidad o lo inevitable de algo. Debemos reconocer la naturaleza del objeto y la causa de la repetición.
Si la naturaleza del objeto es una Creación y la causa un Creador, en otros términos, si la repetición misma es sólo la repetición de algo determinado por la voluntad de una persona, entonces no es imposible para esa misma persona determinar algo distinto.
Si un hombre es un tonto por creer en un Creador, entonces es un tonto por creer en un milagro; pero no de otra manera. De otra manera es simplemente un filósofo que es consecuente con su filosofía.
Un hombre moderno tiene absoluta libertad para elegir una u otra filosofía.
Pero lo que realmente le ocurre al hombre moderno es que no conoce siquiera su propia filosofía, sino sólo su propia fraseología. Sólo puede responder al próximo mensaje espiritual de un espiritista o a la próxima cifra confirmada por los médicos de Lourdes, repitiendo lo que generalmente no son más que frases; o, en el mejor de los casos, prejuicios.
De ese modo, cuando un hombre tan brillante como H.G. Wells dice que tales ideas sobrenaturales se han convertido en algo imposible ‘para personas inteligentes’, él –en ese momento- no habla como una persona inteligente.
En otros términos, no habla como un filósofo; porque ni siquiera dice lo que quiere expresar. Lo que quiere decir no es que sea ‘imposible para las personas inteligentes’, sino ‘imposible para los monistas’ o ‘imposible para los deterministas inteligentes’.
No es una negación de inteligencia sostener un concepto coherente y lógico en un mundo tan misterioso. No es una negación de inteligencia creer que toda experiencia es un sueño. No es signo de falta de inteligencia creer que es una ilusión, como creen ciertos budistas; y mucho menos creer que es un producto de una voluntad creadora, tal como creen los cristianos.
Siempre nos dicen que los hombres ya no deberían estar divididos de un modo tan abrupto por sus distintas religiones. Como paso inmediato en el progreso, es mucho más urgente que estén divididos más clara y abruptamente por distintas filosofías.

martes

Chistes cortos..

Aquí les dejo otros cortos de mi hermano Pepe Jiménez... ¡Un abrazo a él y a toda su familia!


-    Acabo de ver a un niño de 11 años comprando una cajetilla de cigarros mentolados. ¿Pueden creerlo? Tan chiquito y tan puñal

- Buenos días a todos menos al primero que se le ocurrió que era una buena idea madrugar, a ese no, por cabrón!

- Necesito un doble para las escenas de celos, son las más peligrosas.

—Oye papá, ¿es cierto que todos venimos del mono?
—No mijo, hay gente que viene por cesárea.

- Ese momento de desesperación al ver que el cable del cargador no llega hasta el baño.

- Ustedes disculparán el pinche aguacero, es que lavé mi coche


—No mames tuve pesadillas toda la noche

–Pues que soñaste ?

—Que trabajaba


- Doctor me despierto y en seguida me duele todo el cuerpo, ¿que tengo?

- Mas de 40 años


- Es imposible que le gustes a todos, no eres una gordita de chicharrón.


- Si duda soy multitasking. Puedo dejar de hacer varias cosas a la vez.


- Voy en la tercera cajita feliz y todavía sigo triste.


- Yo no soy la oveja negra... La negra es mi familia.


- Traigo el sueño de un diputado en sesión!


- Maldita maldición!
Lo que me faltaba: un mosco con insomnio!

- Ahorita que nadie me lee quiero aprovechar para confesarles que fui monaguillo cuando era Yo un niño.

El lado bueno es que fumar reduce considerablemente el riesgo de correr 10 kilómetros.