En estos días he tenido la oportunidad de observar como los camiones urbanos y taxis siguen ocupando la posición #1 dentro de mis principales aborrecidos. No estoy en contra de que existan porque es el medio mas económico y fácil para dirigirte a varios lugares, además de que un buen porcentaje de la sociedad los utiliza. No estoy en contra de ellos, no, sino mas bien el sentimiento de poder y pertenencia de la calle que los embarga al transitar por las vías circulatorias de la ciudad es lo que me pone de mal humor. Un caso para ilustrar este caso de magalomanía vehicular. Iba yo conduciendo raudo y veloz en mi bólido, llámese pointer, por una calle de la ciudad cuando a lo lejos asoma la nariz prepotente de un taxi verde, interiormente me dije "no lo hará, ya vió que vengo en mi super coche y no se atreverá", pero mis mas profundos y sinceros pensamientos se vieron afectados cuando el desgraciado se lanza sin decir agua va. "¿Cómo? ¡se atrevió el muy silvestre!" me dije al mismo tiempo que frenaba desgraciando el pavimento que con tanto cariño nos puso el municipio, y lo que es peor, se mete a mi carril, no acelera y se pone a buscar el número que seguramente el pobre pasajero le había indicado. Al pasar por un lado, mi reacción fue recordale de forma agradable y simpática a su madrecita (que seguramente es muy buena) pero la verdad es lo único que se me ocurrió. Esto es solo un ejemplo de lo que pasa con estos siniestros hijos del volante que piensan que son dueños hasta de la lámina del coche de uno. En fin que tendré que ir a nuestras famosas oficinas del municipio para revisar cómo se las gastan para dar licencia a estos líderes traumados de las calles.
Cambio y fuera.
3 comentarios:
Es muy cierto lo que dices. Esto mismo que comentas me ha pasado. ¡Dales duro!
Por cierto, ¿por qué no publicas algo sobre C.S. Lewis que tanto te gusta?
Sí, creo que tienes razón, prometo hacerlo en breve.
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