Su madre, mujer de mediana edad, sonrió al escuchar la petición de su hija pequeña que gozaba de escuchar historias de miedo. Desde que ella recordaba, a Ashley le fascinaba escuchar las historias de sus mayores sentados alrededor de aquella acogedora chimenea, que dicho sea de paso, era el lugar preferido de toda la familia. Afuera, la tormenta de nieve aullaba de tal forma que semejaba a una manda de miles de lobos y hacía estremecer de miedo al mas valiente de los hombres. Gris, la madre de Ashley, se acercó al calor del fuego, se sentó al lado de su hija, perdiendo por largo rato la mirada en la madera que se consumía en la chimenea.
- Se cuenta en el pueblo - comenzó a contar Gris - que hace algunos años, en la perifieria...
- ¿Se cuenta que hace algunos años? ¿Fue verdad lo que me vas a contar? - interrumpió Ashley con voz emocionada solo de pensar que hubiese sido realidad lo que iba a escuchar.
- No hija, no lo creo. Es una leyenda urbana que circula entre la gente. Te decía, que hace algún tiempo en la parte norte del pueblo sucedían cosas muy extrañas...
- ¿Extrañas? ¿Cómo qué mamá? - preguntó la niña llena de curiosidad y excitación en la voz
- Como que había despertado el mal en esa zona del poblado. Cosas muy malas empezaron a suceder alrededor de esa zona. Personas desparecían casi todos los días. Se organizaron partidas de búsqueda pero nunca encontraron nada. Con el tiempo, la gente comenzó a evitar esos lugares y pareció una buena medida porque no hubo mas desaparecidos.
Gris terminó estas palabras en un susurro, casi inaudibles. Su mirada se perdió por un instante hasta que la voz de su hija la hizo volver a la realidad.
- ¿Mami? ¿estas bien? ¿qué te pasa?
- Nada Ashy solo que intentaba recordar la historia.
Hubo otro silencio largo en donde se oía el crepitar de las llamas sobre la madera. El ambiente se había caldeado un poco mas de lo normal y el viento rugía feroz tratando de encontrar un resquicio por donde penetrar a la casa.
- Todo comenzó.....
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Jim Courtney era un ex-militar de la Marina de los Estados Unidos que vivía retirado en el lado norte de la ciudad. Su casa era de un solo piso y colindaba con el bosque donde comenzaron a suceder las desapariciones. Era una noche fría de invierno, el viento chocaba con fuerza contra las sólidas paredes de la casa. Jim descansaba de un largo día de trabajo en el aserradero de la población y disfrutaba de una taza de café sentado enfrente de la chimenea. Los olores a madera quemada mezclado con el del café hacían que poco a poco fuera quedando semi inconsciente abrazándose dulcemente a los encantos del sueño. No supo si fue su imaginación o el golpe del viento en las ventanas que lo hizo regresar al mundo de los vivos. Puso atención pensando que su imaginación le había jugado una mala pasada pero no, otra vez aquel sonido en la ventana, unos toques muy quedos hicieron que se levantara y se asomara por el cristal. Vió a una anciana parada frente a su puerta abrazándose a sí misma como para evitar morir congelada en aquel clima. Se apresuró a abrirle e invitarla a pasar. Eran las 11:00 pm.
- ¿Le puedo servir en algo señora? - Jim observó lo pálida que estaba y lo delgada que se veía. Jim sirvió una taza de café y se lo ofreció. La anciana sonrió al aceptar la taza. Era una sonrisa cautivadora, radiante y a primera vista acogedora pero, para la vista especializada de Jim, acostumbrado a observar a la gente, no se le escapó, por un momento, una pizca de cinismo en ella.
- Eres muy amable al permitirme entrar a tu casa y ofrecerme una taza de tu café caliente Jim. - El ex soldado no notó que aquella mujer le había hablado por su nombre. Le extrañó un poco que no bebiera del café siendo que venía de estar expuesta a la intemperie por un periodo de tiempo largo a juzgar por el estado de sus ropas.
- Es lo menos que podía hacer por usted señora al verla parada en la entrada de mi casa con este clima. Y dígame, ¿qué le hizo salir de su casa y andar por estos rumbos con las historias de desaparecidos que circulan entre la gente?
- Salí a dar un paseo en mi coche ya que gusto de disfrutar de estos paisajes de montaña. Son tan exquisitos que he perdido la noción del tiempo y al darme cuenta de la hora, me apresuré a regresar pero, en la curva que se encuentra cerca de su casa, mi vehículo resbaló por la cuneta y ya no me fue posible ponerme en marcha.
Mientras Jim escuchaba la narración de la anciana, tuvo la extraña sensación de que el calor de la habitación disminuía dando lugar a un frío que no se podía explicar. Instintivamente, volteó a ver la chimenea pero todo parecía en orden, el fuego se encontraba ahí, con suficiente combustible y no había corrientes de aire pero entonces, ¿a qué se debía aquel frío tan repentino?.
Rowena, que ése era el nombre de la anciana, observaba aquel hombre ajeno al mal que lo acechaba. Ella, que provenía de una larga estirpe de vampiros, era la responsable de que aquella población hubiera perdido ya mas de diez habitantes y se encontrara en aquel estado de alerta sin saber por dónde empezar a resolver el misterio. Los hombres, razonaba de aquella forma, eran estúpidos y no merecían vivir mas que para saciar su mas primitivo instinto: alimentarse. La estrategia de Rowena, era disfrutar del desconcierto de aquellos seres, faltos de intelecto, para luego absorber todo el miedo que lograba generar con su mera presencia. No entendía ese paradójico sentimiento, del que ella se encontraba totalmente vacía, que denominaban amor. El género humano no era mas que un conjunto de seres despreciables que no merecían vivir y aquel hombre que se encontraba frente a ella no era la excepción.
- ¿Te sucede algo Jim? Te noto nervioso – preguntó Rowena con voz meliflua.
- ¿No siente usted un repentino y extraño cambio de temperatura?.
- Ninguno Jim, por el contrario, siento que la temperatura está acorde a mi propio gusto.
Jim miró desconcertado a la anciana preguntándose qué quería decir. Efectivamente, la encontraba muy a sus anchas sin que pareciera por ningún momento le afectara el frío que empezaba a atenazar su corazón. Sin acertar explicarse qué era lo que sucedía, se fijó por primera vez en aquellos ojos, unos ojos terribles, fríos, como estacas de hielo en donde, ni por equivocación, se asomaba algún sentimiento de caridad, sino por el contrario, eran como uno pozo profundo y negro en donde la desesperación se regodeaba a sus anchas y llenaba todo a su alrededor.
- ¿Qui..qui-én… es… es usted? – preguntó Jim sintiendo que un frío aterrador atenazaba todo su ser.
- Jajaja, ¡estúpido mortal! ¡Soy Rowena hija de la oscura noche y de tus mas oscuros terrores! Y hoy vengo a disfrutar de tu odioso ser. – contestó la vampira llenándose de orgullo ante tales palabras.
- ¿Y qué… qué te hizo… pensar que eres… eres bienvenida aquí gran Rowena? – preguntó estúpidamente Jim solo pensando en ganar un poco tiempo.
- Tú necedad de ayuda a los demás me ha dado la bienvenida a esta casa Jim. Tú me has invitado a entrar ¿recuerdas? – sonrió con malicia la malvada mujer.
- ¡Oh! – exclamó Jim abrazándose a sí mismo para entrar en calor- ¿Y qué .. qué e-eres e-exactamente se-señora de.. de la no-noche? Po-por que a ju-juzgar por tu co- color te ha-hace fa-falta un po-poco de … de sol.
Estúpido hombre, pensó Rowena, ¡el muy idiota está a punto de morir y se pone a bromear conmigo! ¡la Reina de las vampiras!, sin embargo, no podía todavía matarlo hasta que su corazón se llenara de terror y por lo que veía todavía distaba de tenerlo.
- Veo que te gustaría saber en manos de quién morirás, tú vil hombrecito que nada vales ante mí- comentó con maldad Rowena. Soy la primera depredadora de humanos en este continente, dicho en otras palabras, soy la Reina de los Vampiros. Para tu conocimiento, cuento ya con 500 años de vida y ningún ser de los de tu especie se me ha resistido.
Menuda presumida tengo enfrente, pensó Jim para sus adentros, sintiendo que su cuerpo se agarratoba cada vez mas. Repasó rápidamente lo que sabía de vampiros cuando, de forma repentina, le llegó un vaho asqueroso de carne pútrida que se le coló por sus fosas nasales. La cabeza comenzó a darle vueltas provocándole mareos que no permitían que pensara con claridad. Además de presumida … apestosa razonó con dificultad Jim dando sus primeras arcadas por el asco que sentía.
Por su parte, Rowena estaba sorprendida que el hombrecillo que tenía delante de sí no estuviera en esos momentos suplicándole por su vida. Algo no estaba bien, sus sentidos no experimentaban ningún sentimiento de miedo que provinieran de Jim, sino por el contrario, detectaban serenidad incluso aquel sentimiento detestable que le llamaban compasión. Como todo ser maldito, en donde la maldad llenaba todo su ser, se tornó violenta y asestó un terrible golpe en la cabeza del miserable hombre que se atrevía a no aterrizarse delante de ella.
Maldita bruja, pensó Jim, y ahora no solo presumida y apestosa sino que encima golpeadora. En ese instante, al ver el pecho agitado de aquel malvado ser, recordó que un estaca en el corazón de un vampiro era un método eficaz de deshacerse de ellos. Recorrió con la vista la habitación buscando con urgencia algún objeto que pudiera servir para su propósito antes que la vampira tuviera la ocurrencia de tomarlo por merienda. Recostado sobre la chimenea, se encontraba el atizador para remover la madera que ardía, y rogó a los cielos que el material no estuviera dentro de los requisitos para matar a un vampiro ya que éste era de fierro.
Rowena al ver como Jim movía la cabeza alrededor del cuarto, pensó que buscaba una escapatoria y que por fin cedía al miedo. La vampira no distinguió entre la urgencia y el miedo, tal era su enojo hacia aquel miserable ser.
- Es inútil que busques por donde escapar – se burló de forma feroz la vampira cuando Jim dio unos pasos hacia el atizador – te prometo que morirás de una forma rápida y efectiva.
- ¿Le puedo servir en algo señora? - Jim observó lo pálida que estaba y lo delgada que se veía. Jim sirvió una taza de café y se lo ofreció. La anciana sonrió al aceptar la taza. Era una sonrisa cautivadora, radiante y a primera vista acogedora pero, para la vista especializada de Jim, acostumbrado a observar a la gente, no se le escapó, por un momento, una pizca de cinismo en ella.
- Eres muy amable al permitirme entrar a tu casa y ofrecerme una taza de tu café caliente Jim. - El ex soldado no notó que aquella mujer le había hablado por su nombre. Le extrañó un poco que no bebiera del café siendo que venía de estar expuesta a la intemperie por un periodo de tiempo largo a juzgar por el estado de sus ropas.
- Es lo menos que podía hacer por usted señora al verla parada en la entrada de mi casa con este clima. Y dígame, ¿qué le hizo salir de su casa y andar por estos rumbos con las historias de desaparecidos que circulan entre la gente?
- Salí a dar un paseo en mi coche ya que gusto de disfrutar de estos paisajes de montaña. Son tan exquisitos que he perdido la noción del tiempo y al darme cuenta de la hora, me apresuré a regresar pero, en la curva que se encuentra cerca de su casa, mi vehículo resbaló por la cuneta y ya no me fue posible ponerme en marcha.
Mientras Jim escuchaba la narración de la anciana, tuvo la extraña sensación de que el calor de la habitación disminuía dando lugar a un frío que no se podía explicar. Instintivamente, volteó a ver la chimenea pero todo parecía en orden, el fuego se encontraba ahí, con suficiente combustible y no había corrientes de aire pero entonces, ¿a qué se debía aquel frío tan repentino?.
Rowena, que ése era el nombre de la anciana, observaba aquel hombre ajeno al mal que lo acechaba. Ella, que provenía de una larga estirpe de vampiros, era la responsable de que aquella población hubiera perdido ya mas de diez habitantes y se encontrara en aquel estado de alerta sin saber por dónde empezar a resolver el misterio. Los hombres, razonaba de aquella forma, eran estúpidos y no merecían vivir mas que para saciar su mas primitivo instinto: alimentarse. La estrategia de Rowena, era disfrutar del desconcierto de aquellos seres, faltos de intelecto, para luego absorber todo el miedo que lograba generar con su mera presencia. No entendía ese paradójico sentimiento, del que ella se encontraba totalmente vacía, que denominaban amor. El género humano no era mas que un conjunto de seres despreciables que no merecían vivir y aquel hombre que se encontraba frente a ella no era la excepción.
- ¿Te sucede algo Jim? Te noto nervioso – preguntó Rowena con voz meliflua.
- ¿No siente usted un repentino y extraño cambio de temperatura?.
- Ninguno Jim, por el contrario, siento que la temperatura está acorde a mi propio gusto.
Jim miró desconcertado a la anciana preguntándose qué quería decir. Efectivamente, la encontraba muy a sus anchas sin que pareciera por ningún momento le afectara el frío que empezaba a atenazar su corazón. Sin acertar explicarse qué era lo que sucedía, se fijó por primera vez en aquellos ojos, unos ojos terribles, fríos, como estacas de hielo en donde, ni por equivocación, se asomaba algún sentimiento de caridad, sino por el contrario, eran como uno pozo profundo y negro en donde la desesperación se regodeaba a sus anchas y llenaba todo a su alrededor.
- ¿Qui..qui-én… es… es usted? – preguntó Jim sintiendo que un frío aterrador atenazaba todo su ser.
- Jajaja, ¡estúpido mortal! ¡Soy Rowena hija de la oscura noche y de tus mas oscuros terrores! Y hoy vengo a disfrutar de tu odioso ser. – contestó la vampira llenándose de orgullo ante tales palabras.
- ¿Y qué… qué te hizo… pensar que eres… eres bienvenida aquí gran Rowena? – preguntó estúpidamente Jim solo pensando en ganar un poco tiempo.
- Tú necedad de ayuda a los demás me ha dado la bienvenida a esta casa Jim. Tú me has invitado a entrar ¿recuerdas? – sonrió con malicia la malvada mujer.
- ¡Oh! – exclamó Jim abrazándose a sí mismo para entrar en calor- ¿Y qué .. qué e-eres e-exactamente se-señora de.. de la no-noche? Po-por que a ju-juzgar por tu co- color te ha-hace fa-falta un po-poco de … de sol.
Estúpido hombre, pensó Rowena, ¡el muy idiota está a punto de morir y se pone a bromear conmigo! ¡la Reina de las vampiras!, sin embargo, no podía todavía matarlo hasta que su corazón se llenara de terror y por lo que veía todavía distaba de tenerlo.
- Veo que te gustaría saber en manos de quién morirás, tú vil hombrecito que nada vales ante mí- comentó con maldad Rowena. Soy la primera depredadora de humanos en este continente, dicho en otras palabras, soy la Reina de los Vampiros. Para tu conocimiento, cuento ya con 500 años de vida y ningún ser de los de tu especie se me ha resistido.
Menuda presumida tengo enfrente, pensó Jim para sus adentros, sintiendo que su cuerpo se agarratoba cada vez mas. Repasó rápidamente lo que sabía de vampiros cuando, de forma repentina, le llegó un vaho asqueroso de carne pútrida que se le coló por sus fosas nasales. La cabeza comenzó a darle vueltas provocándole mareos que no permitían que pensara con claridad. Además de presumida … apestosa razonó con dificultad Jim dando sus primeras arcadas por el asco que sentía.
Por su parte, Rowena estaba sorprendida que el hombrecillo que tenía delante de sí no estuviera en esos momentos suplicándole por su vida. Algo no estaba bien, sus sentidos no experimentaban ningún sentimiento de miedo que provinieran de Jim, sino por el contrario, detectaban serenidad incluso aquel sentimiento detestable que le llamaban compasión. Como todo ser maldito, en donde la maldad llenaba todo su ser, se tornó violenta y asestó un terrible golpe en la cabeza del miserable hombre que se atrevía a no aterrizarse delante de ella.
Maldita bruja, pensó Jim, y ahora no solo presumida y apestosa sino que encima golpeadora. En ese instante, al ver el pecho agitado de aquel malvado ser, recordó que un estaca en el corazón de un vampiro era un método eficaz de deshacerse de ellos. Recorrió con la vista la habitación buscando con urgencia algún objeto que pudiera servir para su propósito antes que la vampira tuviera la ocurrencia de tomarlo por merienda. Recostado sobre la chimenea, se encontraba el atizador para remover la madera que ardía, y rogó a los cielos que el material no estuviera dentro de los requisitos para matar a un vampiro ya que éste era de fierro.
Rowena al ver como Jim movía la cabeza alrededor del cuarto, pensó que buscaba una escapatoria y que por fin cedía al miedo. La vampira no distinguió entre la urgencia y el miedo, tal era su enojo hacia aquel miserable ser.
- Es inútil que busques por donde escapar – se burló de forma feroz la vampira cuando Jim dio unos pasos hacia el atizador – te prometo que morirás de una forma rápida y efectiva.
- He.. he de pe.. pensar qu..que tu sis..sistema... mo..motriz e..está a..afinado po..porque tu ca...ca..carrocería se ve..ve ..ya mu..muy des..desgastada- dos pasos mas y lo tendría. La chupasangres se llevaría una bonita sorpresa.
- ¡Asqueroso bicho! ¿cómo te atreves a insultarme a mí que soy la Señora de la Noche?- rugió la vampira encolerizada- ¿has sugerido acaso que soy una anciana decrépita?. Por este isulto te prometo que te haré sufrir hasta lo !indecible!.
Jim, al escuchar aquel aullido de ultratumba, se le erizaron los vellos de la nuca cuando en ese momento sintíó el frío del acero.
Y con un rugido Rowena saltó sobre él.
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- ¿Y qué pasó Mamá? – preguntó con expectación la pequeña Ashley al ver que su madre callaba.
Cuando la madre alzó la vista para contestarle sonó el reloj dando las 11:00 pm… y tocaron la ventana de la casa.
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- ¿Y qué pasó Mamá? – preguntó con expectación la pequeña Ashley al ver que su madre callaba.
Cuando la madre alzó la vista para contestarle sonó el reloj dando las 11:00 pm… y tocaron la ventana de la casa.
2 comentarios:
Muy bien!!
Me dejaste en suspenso.......
Q bueno que ya estas de nuevo en linea, los nombres de los personajes me son familiares, jeje.
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