Habían transcurrido dos días después del incidente en mi casa. Como
era obvio, después de haber vivido aquellos terribles acontecimientos, no tenía
intención de regresar a mi casa pero en el fondo sabía que en algún momento
tenía que suceder. ¿Qué había pasado?, ¿quién era aquel ser que estuvo en mi
casa y que había matado a mi mascota?,
¿por qué fue a mi casa?, ¿queria
algo de mí o solo se encontró conmigo de forma fortuita? Todo aquello era muy
extraño y no sentía ninguna gana de averiguarlo pero, por otro lado, quería saber
la respuesta o respuestas. Me puse a repasar paso a paso lo sucedido aquella
noche: el frío, mi falta de movilidad, el aliento nauseabundo de aquel ser y
aquella vestimenta oscura que llevaba. Mis pensamientos no terminaban de aclararse
cuando de pronto, sentí un resquemor en mi brazo derecho y al bajar la vista me
sorprendió ver una ligera cicatriz en mi piel. Su forma era una línea delgada y
ligeramente roja. Mi sorpresa se debía, a que momentos antes, no estaba y me
había cuidado de revisarme que no tuviera nada después de lo sucedido. Era
extraño entonces que tuviera aquella cicatriz. Llamé a Luis, el amigo con el
que me quedaba, para corroborar que no estaba sufriendo alucinaciones.
- -- Luis, ven, acércate – le dije al verle entrar al
cuarto. ¿Ves esta cicatriz que tengo en el brazo?. Luis se acercó al lugar en
donde me encontraba y le dio un vistazo a mi brazo. Al ver su cara ceñuda
comprendí que algo no estaba bien, admito que me puse un tanto nervioso y
esperé impaciente su respuesta.
- - ¿Cuál cicatriz? – preguntó todavía buscando con
su mirada en mi brazo.
- - ¿Cómo cuál cicatriz? ¡Ésta! – y le señalé con el
dedo donde se hallaba aquella horrenda marca.
- - Mira, no sé de qué me hablas, pero ahí no hay
nada. ¿Estás seguro que has dormido bien? ¿Te has tomado tus medicinas?
- - Háblale a Claudia tu mujer y pregúntale-
respondí de mal humor pensando que me estaba jugando una mala pasada. Luis con
calma fue por Claudia y regresaron los dos un momento después. Él le había
explicado lo que había pasado y ella se acercó lentamente a mi lugar. Le enseñé
el brazo, lo miró por un momento y volteando a verme movió su cabeza
negativamente.
- - Oye – dijo Luis adelantándose a que yo comentara
algo – tranquilo, no es que no te creamos pero la realidad es que no vemos esa
cicatriz que tú dices. He escuchado que la falta de descanso te puede provocar
alucinaciones y tú no has dormido bien desde ese día.
- - No estarás diciendo que…
- - ¡Esperen! – interrumpió Claudia –. El día que
llegaste aquí gritando que te ayudáramos, recuerdo que me llamó la atención que
no soltabas tu brazo precisamente ahí donde dices tener la marca. Cuando te
recostamos en el sofá, y pedíamos ayuda
médica, intenté varias veces quitártelo de ahí sin llegar a tener éxito. Era
como si… un gran dolor emanara de ahí y tú lo intentabas apaciguar con tu mano –
terminó diciendo esto más para sí que para nosotros.
Guardamos silencio por un rato, cada quien sumido en sus
propios pensamientos, analizando las palabras que nos había dicho Claudia. Yo
no recordaba nada de lo que había dicho ella pero estaba claro que tenía
relación directa con aquella cicatriz que me acababa de aparecer. ¿Cómo me la
hice y en qué momento sucedió? La cabeza me daba vueltas solo de pensar en
aquello. Por otro lado, era evidente que Luis no me creía nada de lo que les
había contado, él más bien pensaba que había sufrido un ataque en la calle y
que en algún momento de la refriega recibí un golpe en la cabeza provocándome
un trauma psicológico. Claudia, por su parte, se le veía sumida en sus propios
pensamientos y leía la duda en su semblante. Ella no había dicho nada de mi
historia, más bien por el contrario, al escucharla atentamente, su cara se
tornó seria y pálida pero no dijo ninguna palabra al respecto. Cuando Luis
trajo a la policía y a un médico, creyendo firmemente que había sido atacado, no
encontraron nada que pudiera acusar a alguien, mucho menos, como cabía
esperarse, una pista que les diera una pista que seguir. ¡Dios! ¡qué pesadilla
estaba viviendo! Se me vinieron a la cabeza aquellos accidentes cuando caminaba
por la calle, la oscuridad que sobrevino y los ancianos gritando de
desesperación la noche anterior a mi propio suceso. ¿QUÉ CARAJOS ESTABA
SUCEDIENDO? Resolví regresar a mi casa, averiguar si era posible, alguna pista
que me ayudara a resolver aquel misterio.
- - Luis, Claudia, necesito ir a mi casa. Necesito intentar
dilucidar qué pasó – comenté con una calma que no sentía en mi interior. La
verdad es que estaba muy nervioso y tenía un miedo atroz pero necesitaba saber,
necesitaba hacer algo para entender. Mis dos amigos me miraban un tanto
sorprendidos pero asintieron al mismo tiempo. Luis intentó decir algo pero
Claudia lo contuvo con un movimiento de su mano.
- - Está bien. Ve con cuidado y cuídate. Cualquier
cosa… llámanos. – dijo casi telegráficamente Claudia. Sus ojos denotaban miedo
y comprensión.
Me envolví en mi chamarra y tomé camino a la que hacía tres
días atrás la consideraba mi casa. No sabía qué iba a encontrar. Me daba miedo
llegar, entrar y descubrir algo que me llevara aquel ser de ultratumba. Nunca
había sentido nada parecido, el frío que me había embargado no era terrenal,
era como si me hubieran despojado de todo calor humano, de cualquier
sentimiento que te hacía sentir tan humano y caer en un gran agujero negro y
sin ninguna esperanza. Era como la maldad absoluta envolviera todo mi ser y la
felicidad fuera una cosa sin sentido e inalcanzable. Solo se escuchaban mis
pasos al chocar contra la acera en aquel día frío de invierno. Me dirigía sin
prisa, pero inexorablemente, al lugar de
aquella horrenda pesadilla. ¿Qué me econtraría? No tenía respuesta a aquella
pregunta pero solo de pensarla un escalofrío recorría mi espina dorsal. Por fin,
después de desear con toda mi alma no llegar, se presentaba ante mí aquella
estructura de cemento y metal llamada con anterioridad: mi hogar. Se presentaba
ante mi mirada lúgubre, siniestra, maldita.
Tuvo que pasar un largo tiempo antes de decidirme a entrar. El miedo me impedía
dar un paso adelante y mi voluntad no era capaz de vencerlo. Finalmente,
haciendo acopio de todas mis fuerzas di el primer paso. Abrí la puerta con
lentitud y me llegó un vaho de un olor a podredumbre, a humedad y maldad. Sé
que es imposible, para nuestros sentidos, oler la maldad pero no encuentro otra
palabra apropiada cuando percibí aquél olor.
Al entrar, súbitamente me di cuenta que todos mis sentidos se
pusieron alerta, podía palpar, ver, oler, oír y gustar de una forma que antes
no lo había hecho. Era una sensación extraña tener de repente una sensibilidad
extraordinariamente desarrollada. Las motas de polvo que flotaban en el aire
tenían tal nitidez que veía cada rugosidad de ellas, flotaban en el ambiente
como si quisieran ser observadas y admiradas por aquella visión que ahora
poseía. Observé el piso de madera con detenimiento y pude observar cada grieta de
él, incluso, y me da un poco de pena decirlo, vi manchas de suciedad que al
parecer no quité al hacer yo la limpieza. Recordé a mi madre detrás de mí
diciéndome como agarrar una escoba o un trapeador pero como se ve nunca aprendí
bien. No se me da mucho el arte de la escoba pensé para mí. Continué con mi
exploración deteniéndome en el sillón donde leí aquella noche, la taza de
chocolate que supuestamente limpiaría la mañana siguiente – hombres, pensé,
¿por qué no seremos como las mujeres que no se acuestan hasta que limpian todo?
– el cigarrillo consumido en el cenicero, mi maletín del trabajo sobre el
sillón, mi bufanda tirada a un lado de él, y… ¿qué es eso? – miré asombrado en
la escalera una especie de mancha verde -.
Intrigado me acerqué lentamente sin
quitar la vista de ella, como si temiera que al voltear a otro lado
desaparecería. Al llegar al borde del primer escalón, me di cuenta que la
mancha subía a lo largo de todos los escalones. Observé que la mancha emitía
una luminosidad intermitente parecido al de las luciérnagas pero sin llegar
apagarse del todo. Poco a poco, comencé a subir los escalones siguiendo aquel
rastro y encontrarme en la sala de mi propia noche de terror. Con espanto vi en
el suelo a mi pobre gato, destrozado y partido a la mitad. Recorrí con la vista
el lugar y pareciera que un terremoto lo hubiera sacudido. Todo estaba
destrozado, arañado y tirado por todo el piso… ¿pero qué demonios pasó aquí? Caminé
por todos los cuartos y me encontré que todo se encontraba en la misma
situación. ¡Gemí pensando en el trabajo de limpieza que eso representaría! Por todos
lados se observaba la mancha verde y cayendo en cuenta – dándome una palmada en
la frente exclamé- ¡es el rastro de este bastardo! Con frenesí volví a recorrer
todo el lugar observando los lugares en los que se había detenido, cama,
cajones, closets, maderas levantadas ¡este canalla buscaba algo! pero ¿QUÉ? Súbitamente la temperatura cayó, el
frío volvía recorrer el lugar, y aunque era parecido al anterior, no era tan
intenso como en aquella atención. Presté más atención pero no percibía nada,
ninguna presencia, ningún olor extraño solo frío. Me quedé quieto por un
momento más y volví a moverme, bajé las escaleras, examiné la cocina, baños,
cuartos y nada, ninguna presencia extraña. Sabía que algo sucedía pero no era
precisamente en aquel lugar. Decidí caminar por los alrededores de mi casa por
si notaba algo raro cuando imprevistamente sonó el teléfono. Corrí a contestar,
algo extraño presentía de aquella llamada así que contesté inmediatamente.
- - ¿Diga?
¿quién habla? – pregunté al contestar.
- - ¡VEN LO MAS RAPIDAMENTE QUE PUEDAS! ¡LUIS ESTA
MUERTO! ¡MUERTO! – era Claudia.
2 comentarios:
Joooliiin! Ahora no tardes mucho! Me tienes mal, muy mal....:-)
Me encanta, porfi no tardes en el siguiente capítulo :)
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