lunes

Historia Sin Contar. Capítulo IV




Dos noticias que cayeron como balde de agua fría: la muerte de la gente del banco y… un demonio eslavo. Al escucharlas, pasé mi mano derecha por mis cabellos queriendo entender qué era aquello sobre un demonio y qué tenía que hacer en mi país y más concretamente conmigo.  Me giré sobre mis talones buscando el sofá para sentarme y poder pensar mejor. Quería aclarar mis ideas cuando escuché la voz de Claudia dirigiéndose a Carmen, la señora que acaba de llegar.

-          ¿De qué le conoces? ¿quién eres?

-          Como ya les dije, mi nombre es Carmen y parte de mis orígenes se remontan a Eslovenia. Por parte de padre soy latina, de ahí mi nombre, pero por parte de madre tengo sangre de aquel país. Al noroeste de Eslovenia, está la zona de los Alpes Julianos, y se pueden encontrar los parques naturales más extensos de Europa conocidos también como los parques de Triglaw. En esa pequeña parte del mundo se encuentra el pueblo de Bled, de donde es originaria mi madre, a las orillas del río Soca. Es un lugar espléndido, rodeado de montañas, unas cascadas al norte y un lago al sur. 

-          ¿Pero qué tiene que ver ese pueblo con lo que está pasando?- interrumpí a Carmen y observaba al inspector Galindo Vilchis quedarse en el dintel de la puerta para escuchar la explicación mesándose los bigotes.

  Carmen me observó con gesto divertido ante mi impaciencia, respiró hondo y continuó con su relato.

-          Hasta hace unos años, 110 para ser exactos, era un lugar tranquilo y se recibían las visitas de personas que querían conseguir un mineral que solo se da en los Alpes Julianos. Mis abuelos vivían del poco ganado y sembradíos que tenían. En realidad era un pueblo pobre en ese tiempo y el tener visitantes, aunque fueran mineros, le daba vida y dejaba algo de dinero. Los habitantes del lugar eran muy amigos entre sí. Había, como toda población pequeña, la gente principal del pueblo, herrero, tenderos, la guardia que cuidaba de la seguridad, etc. Como en todo lugar, existían pequeñas rencillas entre ellos pero no pasaba de ahí, en fin, que reinaba un ambiente de armonía.



-          Por lo que dices, era un lugar bastante agradable – comentó Claudia interesada en la plática- ¿Qué pasó después?

-          Según contaba mi abuela, los veranos por esos lares, eran maravillosos  – continuó Carmen-. Todo se vestía de verde, las flores estaban en todo su apogeo y la tierra olía a humedad. Las montañas lucían imponentes e invitaban a los más aventureros conquistaran sus cumbres. La gente se encontraba de buen humor, los amigos se reunían al finalizar el día y se oían historias de todo tipo. Los muchachos, ávidos de historias, se sentaban alrededor de los mayores y escuchaban con gran atención los relatos que se narraban. Mi abuelo, que contaba en ese entonces 20 años, era de los chicos que se reunía con los demás por las noches. Un tarde, al terminar la jornada de trabajo y después de haberse lavado, llegó a la posada de Jaroslav con ánimo de tomarse una cerveza con sus compañeros y oír las noticias del mundo exterior ya que, en ese momento, se hospedaban en la posada varios mineros llegados de la ciudad.  El ambiente no podía ser mejor, se escuchaban las bromas y las risas de los presentes. Las bebidas iban y venían por las mesas donde todo era algarabía, gritos y algún intento de camorra que era sofocada inmediatamente por los propios asistentes del lugar. En una esquina de la posada, se encontraba Evzen tocando su Gajda (gaita) animando el lugar con música de la región y, como suele suceder, siempre hay alguno que pone a prueba el sentido auditivo con cantos conocidos por todos.  Mi abuelo Duscha, se acercó a la barra donde vio, con gran placer, a su mejor amigo Durian.

(Los diálogos que siguen a continuación son parte de la historia de Carmen y de lo que sucedía en la Posada de Jaroslav)



-          ¡Durian! ¡Hombre! ¡Qué alegría verte por aquí! – gritó, haciéndose oír entre la multitud, el abuelo de Carmen dando una palmada en la espalda de su amigo.

-          ¡Duscha! ¡amigo mío! ¡acércate y brinda conmigo! - se giró Durian con una sonrisa franca y abalanzándose sobre su amigo le dio un gran abrazo apretándole con fuerza.

-          ¡Te estaba esperando! – gritó Durian a su amigo y tomando las dos cervezas lo invitó a que lo siguiera con un movimiento de cabeza.

Los dos jóvenes habían crecido juntos. Habían estudiado sus primeras letras con el viejo Nicholai el profesor del pueblo, y siempre que castigaban a uno el otro se encontraba a su lado. Se querían como hermanos y se sentían orgullosos que incluso sus nombres tuvieran como inicial la letra D.

-          ¿Qué tenemos hoy por aquí? Veo que se ha dejado venir todo el pueblo – dijo Duscha observando alrededor del local-.

-          Al parecer Vaclar, el anciano del pueblo, vendrá hoy a contar sus viejas historias de la montaña. Ya sabes que los mineros del pueblo siempre están ansiosos por escuchar sus historias. ¿Sabías que hoy por la tarde uno de los mineros se accidentó en una de las cuevas de las montañas?
-          No, no tenía idea. ¿Qué sucedió?

-          Pues al parecer el tipo se adentró en una cueva inexplorada para revisar si contenía el mineral que buscan pero resbaló quedando atorado en un orificio del piso.

-          Bueno, eso le puede pasar a cualquiera – comentó Duscha quitándole importancia al asunto con un gesto de la mano-.

-          Es verdad lo que dices pero el hecho es que la historia no acaba ahí – contestó Durian quedándose pensativo.

-          ¿Cómo dices?- apuró Duscha lleno de curiosidad.

-          Cuando se dieron cuenta los demás que no salía de la cueva se adentraron para asegurarse que nada malo había sucedido. Unos quinientos pasos adentro se encontraron con el minero y al dar un vistazo con las antorchas se quedaron con los ojos abiertos.

-          ¿Qué vieron? ¡Anda hombre suéltalo! – le apresuró el abuelo de Carmen.

-          La verdad no me queda muy claro pero cuentan que en el piso había un círculo con un triángulo dentro, unas velas tiradas y una piedra enorme al lado de lo que parecía ser la entrada a otra caverna. Se acercaron a ella pero un viento helado los detuvo llenándolos de temor. Se apresuraron a rescatar a su compañero y salieron como almas que lleva el diablo.

Un silencio se interpuso entre los dos amigos. Ambos metidos en sus propias ideas y, como toda gente de la montaña, llenos de supersticiones y pensamientos oscuros. Durante un largo rato se quedaron callados dando sorbos a sus tarros de cerveza cuando un ruido en la puerta y un silencio repentino en el local, hicieron que giraran para ver qué sucedía. El viejo Vaclar entraba con su largo bastón a la posada dirigiendo sus pies al centro del local. Los hombres se abrían para darle paso a aquel hombre de sobrada ancianidad. Vaclar caminaba lentamente, sin mirar a la gente que se encontraba a su lado. El ruido del bastón resonaba en toda el lugar al dar con el piso de madera. Un silencio profundo llenó los espacios que hasta se podría cortar. El más anciano del pueblo tomó su lugar en la mesa central de la posada de Jaroslav. Los hombres, tanto los del pueblo como los mineros, comenzaron a sentarse junto a él esperando a que hablara. Se dejaban oír las pesadas respiraciones de aquellas personas con los ojos ansiosos y fijos en aquel anciano.

-          Cuentan las historias antiguas que estas tierras – comenzó el viejo-, no eran lo que son ahora, tierras fértiles, habitables donde los hombres pueden vivir con tranquilidad. Existió un momento en que las guerras intestinas entre los pueblos eslavos dominaban y la paz no era posible. Las Crónicas Eslavas cuentan que el demonio Chernobog, ahora solo conocido como Dabog, era el que estaba detrás de toda esa calamidad. Organizó sus propios ejércitos para dominar a los hombres. Los antiguos códices relatan que les quitaba el corazón para comérselo y hacerse más poderoso. Aquellos que pactaban con él les respetaba sus vidas con la expresa condición que tenían que traerle víctimas para alimentarse de ellas y ayudarle a conquistar a aquellos que se negaban a servirle. El mundo era un caos y probablemente hubiera logrado su propósito sino hubiera sido por Belobog, el ángel bueno, que ayudó a reprimir todo este desastre.



-          Pero… ¿cómo es posible que un espíritu como Dabog comiera corazones? ¿No se supone que ellos ya son poderosos sin necesidad de ese tipo de alimento?- preguntó Durian.

-          Es muy cierto lo que dices, pero en realidad, para que ellos pudieran habitar la tierra, se necesitaba que adquirieran un cuerpo material. Eso los hacía vulnerables a la muerte y sus espíritus regresaban al mundo del que vinieron, sin embargo, Belobog venció a Chernobog quitándole su cuerpo material y encerrándolo en una caverna de los Alpes Julianos. Claramente son historias antiquísimas y nadie sabe el lugar donde fue encarcelado.

-          ¿Qué tiene que ver esto con lo sucedido hoy viejo? – preguntó un hombretón de forma abrupta.

-          Se dice que para encerrar al demonio negro, Belobog usó un medallón poderosísimo que tenía grabado un triángulo encerrado en un círculo, el mismo que vieron ustedes en la montaña.

El silencio y el miedo volvió a hacer presa de los presentes, como un puño de acero que no deja libre a su víctima.

(Vuelta al presente)

-          Hace 200 años fue abierta esa puerta – continuó Carmen- por unos muchachos que encontraron la cueva. El demonio solo hacía pequeñas apariciones en diferentes países y no era fácil rastrearlo.

-          ¿Pero cómo es que tú sabes todo esto Carmen? – pregunté con un hilo de voz.

-          Porque yo… yo soy descendiente directa de Vaclar y él a su vez de la familia de uno de los tres jóvenes que abrieron el portal.

-          ¿Y por qué me sigue? ¿Por qué me anda buscando? No es casualidad que haya estado en mi casa, aquí y en el banco. ¡Son los lugares que yo he estado! ¿Qué quiere de mí? – pregunté exasperado y temiendo la respuesta que empezaba a adivinar.

-          Porque tú eres el portador del medallón de Belobog. Tú desciendes de la familia que ayudó a capturarlo y son guardianes de él.

Sentí la mirada de todos sobre mí, el mundo comenzó a girar en un torbellino de sentimientos y lo último que vi fue la mirada de Carmen observando mi reacción. 

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